Con la adquisición de nuevos conocimientos, las firmas pueden posicionarse mejor en el mundo.
Cuando un consumidor del exterior compra un servicio o un producto argentino tiene ante sus ojos el resultado de un proceso que, en ese momento, pasa casi inadvertido, pero que es determinante para insertar la oferta de un país: el desarrollo científico y tecnológico. Por lo general, cuando se dan consejos para que las empresas nacionales puedan ganar competitividad en el mercado internacional se les dice que deben sumar valor a su oferta, y una forma de hacerlo es incorporar nuevos conocimientos y tecnologías.
Las empresas tienen la posibilidad de absorber nuevos conocimientos a través del vínculo que establecen con las universidades. Por eso, en un nuevo contexto económico donde la mayoría de las fábricas ha tenido que pensar en sustituir importaciones, cabe preguntarse: ¿cómo es la relación entre las universidades públicas del país y las firmas que exportan o quieren hacerlo?
El secretario de Políticas Universitarias del ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (Mecyt), Juan Carlos Pugliese, opinó que en los últimos años la Argentina desarrolló un modelo económico donde el desempeño de la universidad no contaba. "Durante los 90, si bien se duplicó el número de universidades tanto estatales como privadas, el modelo no respondía a crear una articulación entre el ámbito universitario y el proceso productivo. Hoy queremos alentar ese vínculo en función de los proyectos regionales. Vamos a aprovechar las unidades de vinculación tecnológicas que hay en todo el país". Y aclaró que muchas de las trabas que suelen debilitar esta relación no parten sólo de la universidad, sino también de las firmas comerciales que por motivos culturales no suelen dirigirse a los claustros en búsqueda de nuevos conocimientos.
En el plano cuantitativo, según el último informe de la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (Ricyt), la Argentina destinó, en 2001, un 0,42% de su producto bruto interno (PBI) a gastos de investigación y desarrollo (I+D), mientras que Chile gastó 0,57%, Cuba 0,62%, Bolivia 0,28%, Perú 0,11%, Estados Unidos 2,76%, España 0,97% y Canadá 1,93 por ciento.
De ese gasto, nuestro país derivó un 23,8% al sector de desarrollo industrial y tecnológico; un 18,3% a la agricultura, silvicultura y pesca; un 16,4% a la promoción general del conocimiento y un 14,5 por ciento a investigaciones del área de salud, entre otros items (ver infografía).
La intención de apuntalar el desarrollo científico tecnológico para poder nutrir al alicaído sistema productivo nacional parece ser uno de los objetivos fuertes del gobierno de Néstor Kirchner.
A mediados de septiembre último se anunció un aumento del 90% en el presupuesto de 2004 para ciencia y tecnología y, en los próximos días, el presidente Néstor Kirchner daría a conocer la creación de un fondo especial -rondaría los 30 millones de pesos- para el desarrollo del área. El objetivo es fortalecer las universidades mediante la financiación de becas, líneas de investigación, equipamiento, líneas de apoyo para empresas de base tecnológica, y actividades para resolver problemáticas regionales.
Para Gabriela Iglesias -coautora con Dante Avaro del libro "Universidad y Empresa", editado por El Zorzal- una de las actividades más fuertes que se dan como vinculación entre el ámbito empresarial y el universitario son las pasantías. "Para el libro hicimos un análisis durante seis años en distintas facultades de la Universidad de Buenos Aires y notamos que más del 50% del modo de conexión estaba dado por las pasantías. Otra función importante es la capacitación que se les brinda a las empresas", dijo, a la vez que advirtió que "la relación entre los dos sectores en términos de vinculación tecnológica no es muy fuerte en la Argentina".
Puesto número 13
Iglesias agregó que, de acuerdo con el análisis que hicieron sobre una encuesta del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) referida a la "Conducta tecnológica de las empresas industriales en la Argentina", en un ranking de 15 posiciones que analizaba la elección de las empresas entre distintas fuentes de innovación tecnológica, figuró en primer lugar la investigación y el desarrollo experimental propio de las firmas, los proveedores de equipo, en segundo y los clientes en tercer lugar. En tanto que la universidad se ubicó en el puesto número 13.
"En muchos casos la debilidad de esta relación tiene que ver con la falta de una cultura organizacional de las instituciones donde la figura del gestor del conocimiento (encargado de comunicar lo que la universidad produce) casi no existe", sostuvo Iglesias.
A pesar de esto, en los últimos 10 años y empujadas por los distintos recortes presupuestarios, las altas casas de estudio han intentado reconquistar un lugar de referencia como ámbitos de generación de conocimientos, creando lazos con el sector productivo. Ejemplos en distintas universidades del país hablan de ello:
- En General Pacheco, Buenos Aires, la facultad regional de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) tiene un Centro Tecnológico de apoyo a empresarios Pyme, cámaras y municipios. Este centro desarrolló un Programa Integral de Mejoramiento Industrial, una Red Interinstitucional Universitaria y la Oferta Productiva Tigre (Optigre), entre otras iniciativas.
"Desde la facultad hace seis años estamos trabajando en red para promover el desarrollo local. En nuestro caso la relación que tenemos con las empresas es muy buena. Todas las tareas que hacemos junto con la Unión Industrial de Tigre y la Municipalidad en Optigre, por ejemplo, apuntan a generar trabajo y negocios tanto en el mercado interno como en el exterior", contó el secretario de Extensión Universitaria de dicha facultad, Jorge Pittaluga.
Dijo, además, que se está trabajando en la marca Tigre Exporta, y adelantó que del 17 a 22 de noviembre las empresas de locales participarán de la 25° Feria Internacional del Pacífico en Perú, una actividad que suelen complementar con rondas de negocios, seminarios de capacitación y estudios de mercado.
- En la facultad de Economía de la Universidad de Buenos Aires se creó en abril de 2000 el Centro de Estudio para la Pequeña y Mediana Empresa (Cepymece). Al comienzo, este centro era sólo un ámbito de investigación, pero en 2003 comenzó a asesorar a las Pyme. "El primer servicio que ofrecemos a las empresas es un diagnóstico, luego armamos un plan de trabajo para apuntalar sus aspectos más flojos, y después se hace un trabajo de asistencia técnica", explicó el director de Microemprendimientos de la entidad, Luis Barrera. El Cepymece tiene, a su vez, el Programa Pymex, que promueve la exportación de las empresas más chicas, y el Programa Proase, de asistencia a las firmas autogestionadas.
La empresa Promoar, especializada en servicios educativos y culturales, recurrió a los servicios de la Cepymece con el fin de diseñar un plan comercial para el curso de español que quiere vender en San Pablo, Brasil. "Nuestra idea es venderle a una asociación de Brasil un curso de 20 horas. Hice un análisis de campo y comprobé que existe una gran demanda de cursos de español en Brasil, porque es el idioma que les permite conectarse con América latina", sostuvo Víctor Korn, director de la empresa.
- En la Universidad Nacional de La Matanza hay un programa de vinculación universidad-empresa que le ha permitido a la secretaría de Extensión firmar convenios de pasantías con firmas como FATE, SofNet, Fercolor, Climo, TyC Café, entre otras. También cuenta con el programa Diverpymex, que alienta estrategias exportadoras. "Brindamos asistencia en temas de calidad, administración e informática", indicó el secretario de Extensión Universitaria, Daniel Scaramuccia.
Por Sandra Califano
Fuente Diario La Nación
Fortalecer las uniones, es el gran desafío
Al analizar más de cerca la escasa transferencia de conocimientos científicos que se da desde las universidades hacia las empresas, el secretario de Ciencia y Tecnología e Innovación Productiva, Tulio Del Bono, coincidió en que es una relación que necesita fortalecerse.
"Desde nuestra área -dijo- estamos apoyando a las Unidades de Vinculación Tecnológica (UVT) que cada universidad debería tener, ya que este ámbito es una interfase entre la oferta científica tecnológica universitaria y la demanda concreta del sector productivo".
Del Bono explicó que la función de las UVT es conocer los problemas que afectan al sector productivo y, en función de eso, orientar a la universidad para definir su oferta. "Además, como conoce la oferta educativa, debería asesorar a las empresas para que se dirijan a la ventanilla correcta en busca de asesoramiento", agregó.
La cooperativa textil Cotelap (conformada por seis unidades productivas) se dedica a la producción de prendas de vestir y tiene un sueño: insertarse en el mercado español. Ya dio muchos pasos en esa dirección y para hacerlo, contó con el asesoramiento del Cepymece de la UBA.
"Recibimos asesoramiento técnico para poder calcular los precios internacionales y orientaciones sobre cómo salir a ofrecer nuestros productos", comentó la coordinadora de la cooperativa, Lourdes Espinal, que a su vez precisó que están en tratativas para proveer de ropa a una empresa más grande que ya está exportando a Barcelona, España.
Fuente Diario La Nación