Mientras Argentina se consolida como uno de los principales productores mundiales de alimentos transgénicos, la agricultura de este tipo se expande en el país a un ritmo sostenido, impulsada por la creciente tendencia de la alimentación saludable. "El impulso del sector llegó en 1993, cuando se hicieron normas sanitarias específicas y Argentina homologó las certificaciones con las de la Unión Europea, su principal mercado", dijo el director ejecutivo de la Cámara Argentina de Productores Orgánicos Certificados (CAPOC), Sebastián Sala.
La producción biológica en Argentina crece de forma sostenida desde 1995, cuando había unas 5.000 hectáreas en producción y se exportaron unas 5.000 toneladas. Hoy hay tres millones de hectáreas que producen casi 50.000 toneladas de alimentos anuales.
"Un alimento es orgánico cuando se obtiene de un sistema de producción en el que se hace un uso racional de los recursos naturales y no se usan productos agroquímicos ni material transgénico, y es certificado como tal", define el presidente del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO), Rodolfo Tarraubella.
Sólo el siete por ciento de la superficie "orgánica" está destinada a la agricultura, pero esta actividad es la que aporta el mayor volumen de producción, principalmente de cereales, frutas y oleaginosas.
La ganadería ocupa mayor superficie porque, para ser orgánica, la carne debe ser de ganado no estabulado, que pasta a campo abierto y su alimentación es asimismo orgánica, de la misma forma que está excluida la aplicación de antibióticos y de antiparasitarios, explica Tarraubella.
"En cuanto a superficie, Argentina es el segundo productor mundial, detrás de Australia, que tiene 8 millones de hectáreas. Pero la rentabilidad de Argentina es muy baja porque hay otros países que tienen una mejor comercialización", señaló el titular de MAPO.
La producción está atomizada, con unos 1.800 productores, de los cuales casi 600 son pequeños agricultores de la provincia de Misiones (noreste del país) que cultivan caña de azúcar biológica, pero la comercialización está concentrada en un centenar de firmas.
Sala explica que, como el 95 por ciento de la producción orgánica argentina se exporta, "para un pequeño productor es imposible acceder a los compradores internacionales sin un intermediario".
Aunque en los últimos años el mercado internacional creció a un ritmo explosivo, se espera que en la próxima década se expanda a un ritmo menor, entre el 10 y el 15 por ciento anual, porque aumentará la producción dentro de los países consumidores.
"La alimentación orgánica no es una moda, es una tendencia de varios años cada vez más fuerte. En Europa, casos como el de las vacas locas generaron gran susto y se afianzó la conciencia del derecho a elegir lo que se come. Sólo lo orgánico garantiza alimentos seguros y saludables", sostuvo Tarraubella.
En Argentina, el mercado mueve unos 35 millones de dólares anuales, de los cuales la mitad se la llevan las exportadoras de frutas.
"De las 255.000 toneladas de frutas y hortalizas que comercializamos esta temporada, unas 5.000 son orgánicas, entre peras, manzanas, cebolla, ajo y cítricos", dijo a EFE Alberto Lacaze, presidente de Exporfrut, el mayor exportador hortifrutícola de Argentina.
Exporfrut vende productos orgánicos a Alemania, Estados Unidos y el Reino Unido, donde aprecian la calidad de las manzanas y peras libres de químicos que se obtienen en el Alto Valle de Río Negro, en el norte de la Patagonia argentina.
Lacaze explica que el mercado interno es muy limitado porque hay poca difusión de la alimentación biológica y porque los magros bolsillos argentinos no resisten la diferencia de precio de entre el 20 y el 60 por ciento entre los orgánicos y los convencionales.
"Es verdad que son más caros, pero hay una diferencia abismal de calidad. Por ejemplo, el jamón orgánico es ciento por ciento carne, mientras uno convencional es 30 por ciento jamón y el resto son químicos", argumentó Tarraubella.
Para los ecologistas, la agricultura orgánica es la alternativa a la producción transgénica de Argentina, segundo productor mundial de soja genéticamente modificada, con 13 millones de hectáreas que, en la última campaña, dieron casi 35 millones de toneladas.
"Que en un mismo país conviva lo orgánico y lo transgénico es como estar a favor de Dios y del diablo a la vez. Esto le hace mal a la imagen del país, que por años fue considerado como un paraíso natural", sostiene Tarraubella
Fuente Diario InfoBae