Desde la década pasada y en los ámbitos tanto públicos como privados, la conveniencia y posibilidad que tiene el desarrollo de la producción orgánica en nuestro país ha sido siempre tema de discusión y debate.
Sin embargo, la creciente demanda internacional por productos ecológicos y las ventajas naturales que para esta actividad ofrece la Argentina a inversores y/o productores, motivaron que este nicho de mercado sea siempre muy apetecible por parte de todos ellos. Desde los inicios de este auge mundial, nuestro país fue pionero dentro del continente americano en responder a esta nueva tendencia por consumir alimentos procedentes de sistemas de producción más amigables con el medio ambiente, marcando un hecho inédito para una Nación acostumbrada a ir siempre detrás de los acontecimientos. Este liderazgo fue motivado
principalmente por las siguientes razones:
1) Al trabajo serio y responsable llevado a cabo por el Estado por medio del Senasa, logrando la equivalencia de normas con la Unión Europea; de la Fundación Export.Ar y del desaparecido Programa de Promoción de las Exportaciones - Promex.
2) A la labor emprendida por las empresas certificadoras.
3) A la conducta profesional y seria de los empresarios argentinos.
Desde el año 1995 y hasta el año 2001 el sector evidenció altas tasas de crecimiento que bien podrían ser envidiadas por cualquier otra rama de la producción nacional. Durante ese período, la Argentina quintuplicó su producción y sus exportaciones, al tiempo que todo lo que producía lo vendía aún antes de ser cosechado o elaborado.
La crisis que explotó en el país a finales del año 2001 junto al inicio de la recesión en varios de los principales mercados como consecuencia de los atentados del 11 de septiembre generaron una nueva realidad que bien vale la pena describir.
Desde el lado internacional, se puede observar un escenario caracterizado por:
a) Un mercado que sigue demandando productos orgánicos, pero mucho más selectivo y con tasas de crecimiento muy inferiores a las vividas años atrás.
b) Un aumento creciente de la producción orgánica en la UE, originando mayor oferta y competencia para los productores argentinos.
c) Una nueva política agrícola común en la UE que indirectamente subsidiará a los productores europeos que se vuelquen a esta actividad.
d) Una falta de armonización de la normativa orgánica entre los principales mercados, UE y los Estados Unidos, generando mayores trámites y costos en la certificación de los productos.
e) Una exigencia para que los alimentos y las empresas del sector tengan certificaciones de tipo Haccp, Eurep-Gap, BPA, BPM y normas ISO, además de la de orgánica.
f) La aparición de nuevos agentes en la cadena de distribución, que hicieron aumentar los gastos de comercialización, la incobrabilidad y el riesgo sistémico del negocio.
Desde el lado nacional, nos encontramos con:
a) Nuevos productores que encuentran dificultades en vender su producción.
b) Un mercado interno que no logra despegar.
c) Un tipo de cambio real efectivo superior al de la convertibilidad pero bastante inferior al valor negociado en plaza, por efecto de las retenciones, la suba de precios y salarios y los insumos referenciados a valor dólar libre.
d) Nuevos oportunistas como consecuencia de la devaluación, que no conocen del mercado, lo encarecen y terminan perjudicando a las empresas serias.
e) Una necesidad de mayor inversión en calidad de procesos y productos.
f) Un mayor costo de las exportaciones a los Estados Unidos por la vigencia de la ley de bioterrorismo.
g) Una oferta creciente de productos orgánicos provenientes de nuestros países vecinos, acentuando la caída de precios y la competencia en los mercados.
El mundo ya no es el mismo que el de la década de los 90 y la Argentina tampoco. Todos estos cambios ameritan una profunda reflexión y merecen ser debatidos en los ámbitos adecuados, a los efectos de evitar transmitir mensajes de difícil cumplimiento.
Las oportunidades comerciales y de inversión en la actividad siguen existiendo, las ventajas del país permanecen intactas y las posibilidades para que las empresas las aprovechen también, pero sólo serán capaces aquellas que cumplan con los siguientes requisitos:
a) Que produzcan alimentos de una calidad superlativa.
b) Que posean capital para invertir en procesos, controles y promoción comercial.
c) Que realicen acuerdos de transferencia tecnológica con centros de investigación.
d) Que sean sumamente profesionales en el manejo empresarial.
e) Que ofrezcan precios bajos y competitivos.
f) Que pueden asegurar a sus clientes una oferta continua, seria y previsible.
g) Que tengan la capacidad para comprometerse a largo plazo con proveedores y clientes.
h) Que planifiquen a futuro, aún en escenarios económicos cambiantes.
Propuestas
Desde la Cámara Argentina de Productores Orgánicos Certificados (Capoc), hemos presentado los cinco ejes sobre los cuales se debería empezar a trabajar. Ellos son:
1. Lograr la equivalencia de normas país-país con EE.UU. y Japón.
2. Negociar cuotas o bajas de derechos de importación en la UE.
3. Fortalecer la División de Productos Ecológicos del Senasa.
4. Sancionar una ley que cree el Instituto de Promoción de Productos Orgánicos.
5. Propiciar la eliminación de las retenciones a la exportación de productos orgánicos por ser una actividad de mano de obra intensiva, que protege la salud, el medio ambiente y porque su impacto en las cuentas fiscales sería muy bajo (US$ 1.500.000).
Mientras el país parecería que vuelve a retomar la senda de la seriedad, el raciocinio y la previsibilidad, muchas ramas de la producción nacional esperan desplegar todo su potencial. La producción orgánica es una de ellas y merece ser apoyada.
El autor licenciado en economía agrícola y director ejecutivo de la Cámara Argentina de Productores Orgánicos Certificados.
Por Sebastián Sala
Fuente Diario La Nación