Cuál es la situación argentina en las negociaciones económicas internacionales? La posición argentina se define en tres planos simultáneos: en las negociaciones que se desarrollan en la Organización Mundial de Comercio (OMC), en las del Mercosur y en las que se están llevando a cabo sobre el proyecto del ALCA. Las tres instancias están interrelacionadas y corren en paralelo.
¿Qué importancia tienen estas negociaciones? En un seminario sobre la próxima reunión de la OMC que tendrá lugar en Cancún, un representante de la CUT brasileña dio la siguiente respuesta: "La vida del trabajo está cada vez ligada al comercio internacional". Lo mismo pueden decir los hombres del campo, los negocios, la ciencia o la cultura.
Ronda de postergaciones
En noviembre de 2001 los ministros de economía de los países miembros de la OMC se reunieron en la ciudad de Doha, capital del Emirato de Qatar, un lugar elegido especialmente para escapar de las iras de los "globalifóbicos".
El objetivo de la reunión fue lanzar una nueva ronda de negociaciones sobre liberalización del comercio de bienes y servicios, con fecha de terminación en 2005. En esa ocasión, los países subdesarrollados pusieron algunos puntos sobre las íes y exigieron un trato más equitativo en materia comercial y mayor atención para los problemas del desarrollo. Una de las principales quejas fue que, a pesar de las concesiones hechas en materia de apertura comercial, los países industriales (la Unión Europea, Estados Unidos y Japón) mantienen políticas de proteccionismo y subsidios agrícolas que afectan a los productores que no tienen la capacidad económica para aplicar las mismas medicinas.
Dado que los acuerdos de la OMC se toman por consenso, los países industriales aceptaron el planteo y anunciaron que desmontarían progresivamente esos sistemas. Pero, desde Doha, pasaron casi dos años y la situación del mercado agrícola sigue casi sin cambios.
Por otra parte, los países industrializados realizaron importantes reducciones de aranceles en productos industriales (que constituyen el grueso de su comercio), pero mantienen aranceles elevados para muchos productos provenientes de la periferia, como bienes primarios y alimentos.
En respuesta, los países afectados, entre los que se encuentra la Argentina, amenazan no hacer nuevas concesiones, por lo que las negociaciones de Cancún podrían caer en la nada.
Otra causa de malestar es que, en las negociaciones previas a Doha, los países ricos lograron incorporar a la agenda de liberalización una serie de temas no estrictamente comerciales, como los regímenes de inversión externa, las compras gubernamentales y la propiedad intelectual. Por esta vía procuran que sus empresas de servicios y sus productos culturales tengan más facilidad para penetrar en los mercados, tengan el mismo tratamiento legal que las empresas vernáculas, no pongan barreras a la invasión de sus industrias culturales ni copien productos patentados en el Primer Mundo.
En Doha, por presión de Brasil y la India, los países ricos aceptaron que los periféricos fabricaran medicamentos para utilizar en crisis sanitarias, como la provocada por la expansión del sida. Estados Unidos aceptó en un primer momento esa alternativa, pero luego el gobierno de George W. Bush se retractó. La vuelta atrás respondió a las presiones de los grandes laboratorios.
La frustración de las expectativas depositadas en la liberalización ha generado una pregunta: ¿La OMC es buena o mala para la periferia? ¿Es preferible que la próxima reunión de Cancún fracase por falta de consenso?.
Este tema se debatió ampliamente en el seminario "De Doha a Cancún", realizado recientemente en San Pablo y patrocinado por la Fundación Ebert y la OMC. Para algunos analistas y funcionarios participantes en el mismo, las negociaciones multilaterales que se desarrollan en la OMC permitieron a los países más débiles obtener concesiones que no hubieran logrado en tratativas bilaterales. Incluso, el sistema de resolución de diferencias castigó en muchas oportunidades las posiciones de los poderosos. Si las negociaciones se estancan y se fortalecen los vientos del proteccionismo, las represalias comerciales y el bilateralismo, muchos países pueden pasarla mal.
Desde otro punto de vista, se sostiene que la democracia de la OMC es sólo teórica porque los países mayores tienen mucha más capacidad técnica, funcionarios y dinero para sostener una posición negociadora más fuerte. La OMC tiene programas de entrenamiento para negociadores de la periferia, pero, con todo lo bueno que puedan ser, no alcanzan para superar las enormes asimetrías existentes.
En ese caso, ¿Porqué los más débiles no forman bloques para negociar con los más fuertes?. Porque los países mas chicos no sólo tienen diferencias con los grandes sino también, intereses encontrados entre ellos.
¿ALCA o Mercosur?
Paralelamente a sus negociaciones para liberalizar el comercio en un sentido multilateral, la mayoría de los países están empeñados en acuerdos especiales de liberalización comercial y de integración económica con socios vecinos o lejanos. Tales son los casos de la Unión Europea, el NAFTA, la ALADI y el Mercosur, y los numerosos acuerdos entre países latinoamericanos.
El Mercosur llegó a constituirse como un acuerdo de libre comercio (reducción de aranceles para el comercio entre los socios), con un arancel externo común para los países miembros. La reducción arancelaria estimuló el comercio intramercosur (con superávit para la Argentina durante varios años), pero sujeto a los vaivenes en los tipos de cambio y en el dinamismo de la demanda. En la actualidad, las relaciones en el Mercosur atraviesan una tensa espera signada por tensiones contrapuestas: políticamente hay fuerzas confluyentes por la orientación "pro Mercosur" de los nuevos gobiernos de la Argentina y Brasil. Y, por otra parte, económicamente las disputas comerciales están recalentadas por la baja actividad brasileña, producto de una recesión que no da signos de revertirse. En los últimos meses la Argentina perdió su superávit comercial con Brasil y se habla de una invasión importadora en sectores como textiles, calzados y alimentos.
A este contexto se agregan las negociaciones por el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). El proyecto del ALCA incluye reducción de aranceles y otras barreras comerciales, liberalización en regímenes de inversión y compras gubernamentales y refuerzo del reconocimiento de la propiedad intelectual.
Los promotores de la iniciativa sostienen que la liberalización contribuirá a ampliar el mercado y las oportunidades de todos los países y que, en particular, la reducción de barreras no arancelarias facilitará el acceso al mercado estadounidense, el más grande del planeta.
Desde el rincón de la crítica se señala que los Estados Unidos ya tienen un promedio arancelario bajo y que, por lo tanto, las mayores concesiones saldrían de los latinoamericanos con tarifas más elevadas. Pero Daniel Roiter, asesor de empresas en negociaciones comerciales internacionales, sostiene que el ALCA reducirá las barreras no arancelarias, beneficiando a industrias como la alimentación o la textil.
El agro tiene una visión menos optimista. En primer lugar porque la liberalización abriría el mercado de Brasil al trigo de América del Norte. Por otra parte, las negociaciones del ALCA no incluyen el tema de los subsidios agrícolas, que se discuten en la OMC, por lo cual sería perjudicado si la agenda liberalizadora del ALCA avanza más rápido que el desmonte de los subsidios agrícolas estadounidenses.
Fuentes de la Cancillería consideran que la implantación del ALCA es inexorable, pero que las negociaciones serán difíciles por la resistencia que encontrará en los sectores agrícolas, los cuales, paradójicamente, suelen defender con más entusiasmo el liberalismo comercial.
Otro capítulo que genera inquietud es el referido a la liberalización del comercio de servicios y el reconocimiento de la propiedad intelectual. Los Estados Unidos pretenden poner estos temas en el primer puesto de la agenda mientras negociadores argentinos y representantes de empresarios consideran que primero hay que ver qué está dispuesto a otorgar el país del norte en materia comercial antes de ceder en servicios y propiedad intelectual.
Asimetrías no contempladas
Analizando esta perspectiva en el citado seminario Ebert-OMC, el economista chileno Marcelo Contreras puntualizó una serie de desventajas que implica para Chile el recién firmado acuerdo de libre comercio con los EE.UU. El problema más grande del acuerdo, sostuvo, no es la liberalización comercial (dado que Chile ya tenía un arancel promedio bajo), sino otros puntos vinculados con inversiones, control de capitales y propiedad intelectual. El tratado establece el reconocimiento de derechos de propiedad intelectual, por lo cual las PyMEs ya no podrán copiar softwares, por lo cual sufrirán un encarecimiento de costos y perderán competitividad frente a empresas de países asiáticos que siguen copiando pese a las presiones de los Estados Unidos. Como parte del acuerdo, Chile no podrá volver a disponer controles de capitales de corto plazo, una medida que le permitió reducir turbulencias financieras y la apreciación indeseada de su moneda en los noventa. La condena a tener tipos de cambio totalmente libres o completamente fijos.
El tratado no incluye siquiera una reserva para regular el ingreso de bienes culturales, como tienen Francia y muchos otros países. Una de las críticas frecuentes a los acuerdos de liberalización americanos es que no contemplan debidamente las asimetrías de los participantes ni las diferentes capacidades de adaptación a los nuevos escenarios, como sucede en la Unión Europea.
En este sentido, Marta Bekerman, profesora de Desarrollo Económico de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, considera que la apertura comercial no puede sustituir a una estrategia de desarrollo, la cual debería incluir "distintos aspectos de las políticas públicas, en particular aquellas destinadas a neutralizar los efectos de las fallas de mercado en procesos de apertura económica tales como: la falta de financiamiento para las PyMES, los costos de transacción de que impiden el desarrollo de encadenamientos productivos, los problemas de información para vender en mercados externos".
Por Julio Sevares
Fuente Diario Clarín