La guerra de Irak ha precipitado al mundo al unilateralismo político y a una carrera competitiva en lo comercial. Diana Tussie, investigadora y profesora de FLACSO, analiza los distintos escenarios comerciales y concluye que una alternativa casi obligada requerirá renovar bajo nuevas bases el proyecto del Mercosur, para que sea una herramienta fundamental en el fortalecimiento de la posición negociadora de la Argentina. La guerra de Irak ha dejado al descubierto un mundo mezquino signado por el unilateralismo en lo político y por una carrera competitiva en lo comercial.
En este escenario la Argentina debe extremar su agudeza para diversificar el riesgo. El mundo que se perfila requiere de mucha agilidad para moverse en terreno movedizo, con alianzas en constante "zapping". El unilateralismo norteamericano ha tensado las bases del sistema internacional y las alianzas que lo sostenían. De manera más indirecta pero no menos profunda las relaciones comerciales crujen, se dilatan y contraen para acomodarse al nuevo escenario de poder.
La guerra ha traído varias consecuencias sobre las relaciones comerciales. La ya lenta recuperación económica del 2002 se frenó en el primer trimestre del 2003. El efecto más inmediato se refleja en el precio de las materias primas. En este contexto, se desvanecen las grandes promesas efectuadas en la OMC a través de la llamada "Ronda del Desarrollo", lanzada en Doha en 2001. Los Estados Unidos han obligado a los países a extremar alineamientos y la relación comercial se usa como instrumento para el logro de objetivos políticos. Aunque los cimbronazos de la guerra dejan huella en todos los ámbitos de negociación, sus consecuencias difieren según la configuración de fuerzas e intereses en cada ámbito.
Desafíos
Las negociaciones comerciales presentan dos desafíos de envergadura.
Una perdida de centralidad de la OMC en las negociaciones de acceso mercado. La OMC no ha traído mayores beneficios tangibles; pero su mera presencia ha servido de contrapunto y de piso en las negociaciones bilaterales o regionales de carácter asimétrico. El avance de las negociaciones está signado por la recesión internacional, que permite justificar el incumplimiento de las promesas asumidas en la agenda de Doha. Los plazos sufren postergaciones mientras se mantienen las rígidas aspiraciones de máxima de los principales actores. Ni la supervivencia de la OMC ni la finalización de una ronda (probablemente no en los plazos cronometrados pero sí en algún momento) están en tela de juicio. Pero la acumulación de incumplimientos constituye un problema no despreciable que tiende a erosionar y des-legitimar las bases institucionales del foro multilateral.
En la práctica, este proceso culminaría con un cambio en el campo de acción de la OMC. En este escenario, la OMC estaría volcada a la administración del patrimonio histórico heredado de las rondas anteriores y a resolver las crecientes disputas de interpretación de dicho patrimonio. Pero perdería relevancia en las nuevas negociaciones de acceso a mercado.
Un activismo permanente en el tablero hemisférico. A diferencia de lo que ocurre en la OMC, las negociaciones del ALCA muestran un movimiento incesante. Pero no avanzan en definiciones de peso. Simultáneamente, Estados Unidos ha puesto en práctica un operativo destinado a acorralar a Brasil y de esta manera minar al menor costo posible las resistencias de algunos sectores de participar más activamente. Esta operación estratégica consiste de dos partes. Por un lado, a nivel del conjunto ofrece acceso a su mercado a diferentes velocidades, velocidades que decrecen de Norte a Sur. La oferta más generosa es para el Caribe; la menos para los países del Mercosur.
Por el otro, Estados Unidos ha iniciado la apertura de negociaciones en paralelo con todos los miembros potenciales del ALCA salvo el Mercosur. Estas negociaciones aceleran los tiempos del ALCA; Estados Unidos diluye resistencias y obtiene una cosecha temprana. Al mismo tiempo se erige en el eje de la negociación. Y esto le permite moverse en un campo nivelado a su favor, poniendo sobre la mesa, por ejemplo, una propuesta de desgravación arancelaria de los productos agrícolas desvinculada de la discusión sobre los subsidios, que remite a la OMC y sus tiempos.
Escenarios para la estrategia argentina
La conclusión tanto la Ronda de Doha como las negociaciones hemisféricas están previstas para comienzos del 2005 (al igual que las negociaciones entre el Mercosur y la UE). El cumplimiento de los plazos parece un ejercicio de exagerado optimismo, aun teniendo en cuenta la presión generada por el embate de las negociaciones bilaterales paralelas. Varios factores contribuyen a ello.
Las ofertas de los principales jugadores indican que aun no se han movido de sus posiciones de máxima. Tanto en uno como en otro foro, las pretensiones son inversamente proporcionales a la generosidad de sus propuestas.
A ello debe sumarse que la dificultad que tendrá la administración Bush para a realizar concesiones en un año electoral como es el 2004, probablemente dedicado en buena parte a buscar la reelección presidencial.
En esta situación, las negociaciones pronto se verán enfrentadas al dilema de concertar una agenda más reducida o de alargar los plazos. Dado que una agenda reducida no permite suficientes "trade-offs" entre temas y entre participantes, es altamente previsible que haya una dilatación en los plazos, probablemente hasta el año 2007.
Para el 2007 la Unión Europea deberá establecer los nuevos parámetros de la Política Agraria Común para el período del 2007-2013 en vistas de la incorporación paulatina de los nuevos miembros. Por su parte, en el 2007 el Ejecutivo de los Estados Unidos deberá renovar la Autoridad de Promoción Comercial que le otorgó el Congreso. A la vez es la fecha de vencimiento de la actual Farm Bill. El cumplimiento de estos plazos legales impulsará un acercamiento entre las posiciones de los principales actores.
Calma es la consigna
El atraso no debe ser motivo de pánico. Es más, es la práctica en este tipo de negociación. No debe llevara a bajar los brazos ni debe llevar a esfuerzos desesperados pagando costos innecesarios por acelerar los plazos. No debe llevar a aceptar propuestas económica o políticamente sin sentido. No hay duda que debe apostarse a un buen funcionamiento de la OMC, que permite tanto piso como techo para las otras negociaciones en curso. Pero este caminar más pausado de lo anticipado se presenta como una ventana de oportunidad.
para mejorar el contenido y cobertura de cada una de las negociaciones;
para renovar el sentido del Mercosur y darle instrumentos para estas negociaciones .
La verdadera explosión de negociaciones comerciales requiere renovar bajo nuevas bases al proyecto del Mercosur, hoy una herramienta fundamental para fortalecer la posición negociadora de la Argentina. El Mercosur no es un sustituto de una estrategia puntual en múltiples frentes. Pero sí es necesario fortalecer la acción colectiva a través de una agenda ampliada que avance más allá de la liberalización de mercados y de los instrumentos arancelarios. En el nuevo escenario competitivo e incierto que se perfila para abrir mercados es necesario que el Mercosur cuente con instancias de coordinación en los temas que luego son motivo de negociaciones con terceros. De esta forma, no sólo se generarán incentivos para contrarrestar las fuerzas centrífugas que han primado dentro del bloque sino que también el Mercosur recuperaría su utilidad como instrumento para aumentar la capacidad negociadora de sus miembros.
Por Diana Tussie
Fuente Diario Clarín