Desde el corazón del monte santiagueño, un grupo de mujeres tejedoras e hilanderas están exportando su saber, sus productos y su modelo de gestión y comercialización. Se trata de un espacio de trabajo que prioriza la acción mancomunada, la revaloración de saberes olvidados y la generación de formas de subsistencia para mujeres que se capacitaron en una escuela de oficio textil. La experiencia es coordinada por la Fundación Adobe, que además les brinda un espacio para la exportación en el mercado de Milán (Italia) -por caso cuna de la moda mundial- además de otras experiencias en otros lugares del planeta.
Desde el corazón del monte santiagueño, un grupo de mujeres tejedoras e hilanderas están exportando su saber, sus productos y su modelo de gestión y comercialización por el país. Se trata de un espacio de trabajo que prioriza la acción mancomunada, la revaloración de saberes olvidados y la generación de formas de subsistencia para mujeres que se capacitaron en una escuela de oficio textil.
María tiene 20 años y arrancó de cero con el telar. Si bien en la zona rural donde ella vive, este fue un oficio que se fue perdiendo, tuvo la oportunidad de acceder a la escuela de la Fundación Adobe y aprendió todas las técnicas del tejido y del hilado. Su compañera Silvina, de tan sólo 17 años, también por invitación de una alumna de la escuela arrancó en este oficio y ahora es su forma de vida.
Para ellas, la actividad no sólo les permitió mejorar la calidad de vida, sino además encontrar un modo de vida y una alternativa al desarraigo obligado de la zona que obliga a buscar trabajo en las grandes ciudades.
Agradecen a "Doña Berna", una antigua tejedora de la zona que les trasmiitó su saber, que por un momento era considerado "de viejas" y hoy fue incorporado a la vida cotidiana de las ciudades y como parte del mundo de la moda.
Son 40 las mujeres que componen este emprendimiento, denominado "Huarmi Sachamanta", que en voz quichua significa "desde el monte" y que tiene como principal objetivo no sólo revalorizar un oficio, sino capacitar a las mujeres en nuevos oficios para fabricar productos de alta caldidad que pudieran ingresar en el circuito comercial y así convertirse en una fuente de ingresos para los habitantes del monte.
"Trabajamos con la cadena de valor", dijo Sofía, coordinadora del grupo y comentó que al inicio todo fue "intuitivo". La tejedora relató que conocían los pilares del comercio justo y "teníamos claro que se debía dar una distribución justa de las ganancias".
La organización
Con esa premisa, lo primero que se hizo fue la formación de la sociedad civil Adobe y en el 2001 se creó una escuela de oficios. A partir de ahí comenzó la formación profesional. "Finalmente en 2006 se conforman como grupo de trabajo a partir de la participación en la Feria de Maestros Artesanos de Rosario", explicó Claudia Mazzola, artista textil e integrante de la fundación quien agregó: "Lo curioso es que las chicas no querían aprender porque decían que era un oficio de viejas".
Sin embargo, "con la escuela la actividad se transformó en un espacio de socialización y se apasionaron", agregó.
Hoy producen materiales que van de la gama de mantas muy coloridas hasta alfombras que se realizan y venden en Buenos Aires y tambíen en Milán (Italia). También sus productos llegaron a través de pedidos a Uruguay pero además los interesados pueden adquirirlos directamente en la ruta 98, en las localidades donde viven las tejedoras.
"El aprendizaje arrancó en lo textil hasta llegar a lo empresario. El haber conseguido un trabajo digno cambió profundametne la cuestión de género ya que, por ejemplo, las mujeres aportan económicamente a la casa y el marido cuida a los chicos", dijo Mazzola y recordó que así "también tienen otra oportunidad para arraigarse en la zona y no deben emigrar a las ciudades". Diario La Capital de Rosario.