La Argentina es básicamente un país exportador de "commodities", que se definen como productos uniformes, que en general se cotizan en bolsas o mercados conforme a determinadas especificaciones, y que casi siempre se utilizan como insumos para bienes finales, tanto de consumo como de capital. Entran en esta categoría los cereales, las oleaginosas, casi todos los demás rubros de exportaciones agropecuarias, pero también los aceites, las carnes enfriadas, congeladas y cocidas, el pescado, el azúcar, el algodón y la lana, y también los minerales y productos típicamente industriales como al acero, el aluminio, los productos petroquímicos y agroquímicos, la madera, la celulosa, el papel y otros.
En algún caso el "commodity" se transforma en un "speciality", que adquiere características particulares y se vende en forma diferente. Esto se da con ciertos cortes de carnes de alta calidad, con trigo duro, con vegetales orgánicos, con vinos, aceite de oliva, con determinados tipos de madera y muchos otros productos. En la medida que se puede avanzar hacia productos que sean calificados como "speciality" se gana en valor.
Nuestras grandes exportaciones se basan en ventajas naturales. La Argentina tiene especial aptitud para muchos productos agropecuarios, por suelos y condiciones climáticas muy apropiadas. También tiene una ventaja en la generación de energía eléctrica, derivada de dos circunstancias: la abundancia de gas, y las posibilidades de instalar usinas hidroeléctricas en condiciones económicas.
PETROQUIMICA
Disponemos de técnicos y expertos diversos de muy buen nivel, que incluso exportamos en cantidad y que se desempeñan con éxito en países exigentes. Vale decir, las condiciones para producir y exportar productos industriales elaborados, incluso sofisticados, están dadas.
En un momento en que el problema más importante de la sociedad argentina es cómo ocupar productivamente a una enorme masa de personas de todo nivel desocupadas, subocupadas u ocupadas en tareas ineficientes (empleo público y otras), la política exportadora debería tener un claro sesgo a favor de los bienes que contienen más trabajo humano. La cuestión es cómo se implementa esto.
En primer término, exportar debe ser fácil para cualquiera, ya que muchas exportaciones comienzan por ser ocasionales y pequeñas. Vender en el exterior no debería ser muy diferente que hacerlo en el mercado interno. En este sentido ha habido un claro retroceso el año pasado, al establecerse un cúmulo de requisitos para ser exportador, dejando de lado la liberalización implantada en 1991 por Cavallo. En lugar de controlar la exportación, se controla al exportador, lo cual tiene poco sentido.
FINANCIACION
Acoplado al crédito de exportación viene el de prefinanciación; pero aquí juega mucho la confianza, ya que mientras no se haya exportado, se trata de una operación interna. Como casi no hay crédito para financiar operaciones internas, el efecto de los créditos de exportación se potencia.
Más allá de todo esto, la devaluación, que bajó drásticamente sueldos y salarios y otros insumos en dólares, generó condiciones propicias para estas exportaciones. Pero lo que sucede es que, contrariamente a los commodities, que se venden en mercados, en este caso se requiere un esfuerzo de venta y marketing, que no es fácil, que demora cierto tiempo, y al que no estamos acostumbrados. Más de un empresario se pregunta entonces, si las condiciones actuales perdurarán lo suficiente como para que valga la pena organizar estos negocios.
Por Juan Alemann
Fuente Diario La Razón