Quienes propugnan que el país debe darle mayor grado de desarrollo a los granos que cosecha y exportar productos con mayor valor agregado pueden ir a Perdices, departamento de Gualeguaychú, en la provincia de Entre Ríos y preguntar por Juan Carlos Rusinek. Allí encontrarán a un ingeniero industrial que vivió 22 años en Brasil y que desde hace ocho años se dedica a pleno a la ganadería y a la agricultura. Además de los cultivos tradicionales y la cría de animales de la raza Angus, pasó por la apicultura y la helicicultura. Desde hace poco más de tres años comenzó a cultivar canola y decidió procesarla por su cuenta para elaborar un aceite que se destaca por sus propiedades benéficas para la salud. Con la tecnología de prensado en frío, la empresa de Rusinek, Amerika 2001, lanzó al mercado un aceite con la marca Krol para apuntar a diferentes demandas de consumo.
El aceite de canola de origen argentino, toda una rareza teniendo en cuenta que el país donde mayor conocimiento acumulado sobre el cultivo es Canadá, se presentó recientemente en Anuga la mayor feria de alimentación del mundo.
"Con el apoyo de la Fundación Exportar y del gobierno de Entre Ríos nos presentamos en Alemania e hicimos 14 contactos, la mayoría de ellos de la Unión Europea, aunque también establecimos relaciones con potenciales compradores de Europa del Este y de Asia", cuenta Rusinek.
En rigor, el aceite Krol se exporta a Perú, donde tiene presencia en todas las cadenas de supermercados. "También hemos enviado muestras a los Estados Unidos, Holanda, Corea y España para certificar los productos ante las autoridades sanitarias de cada país con el fin de concretar futuras exportaciones", añade.
La estrategia para que el producto ingrese en esos mercados se basa en destacar la tecnología de prensado en frío y de identidad preservada para el tratamiento de semillas. "No utilizamos aditivos ni conservantes", sostiene el productor.
Rusinek empezó a cultivar canola en 2004 en 20 hectáreas, como complemento de la helicicultura. Un año después se expandió a 800 hectáreas y, luego de algunos traspiés en la cría de caracoles, ideó la construcción de una planta procesadora de aceite. En 2006 comenzó con la elaboración de aceite con marca propia. Desde entonces, fue presentando envases en vidrio, en lata (para el mercado gourmet), spray (para restaurantes) y específicos de uso medicinal. "Para fin de año presentaremos una edición premium con una botella de 500 cm3 de vidrio esmerilado que estará a la venta en vinerías y en las principales cadenas de supermercados", se entusiasma Rusinek.
Pero el énfasis del producto está puesto en las propiedades beneficiosas para la salud del aceite de canola. "Cuenta con los nutrientes esenciales y posee la mitad de las grasas saturadas (que incrementan las enfermedades coronarias y arteriales al elevar el colesterol en sangre) que el resto de los aceites comestibles", afirma Rusinek.
Del corazón
De allí que uno de los principales canales de difusión del aceite fueron los propios médicos que aconsejan el consumo de este producto para evitar los riesgos de accidentes cardiovasculares. A su vez, argumenta el ingeniero, el aceite de canola cuenta con el mejor balance de Omega 3 y Omega 6, las grasas denominadas poliinsaturadas que tienen como función la reducción de las toxinas dentro de las células. "El omega-3 no lo fabrica el organismo, por lo que debe ser ingerido en la alimentación. Dos cucharadas por día de aceite de canola cubre la necesidad del organismo", sostiene.
Respecto de los desafíos futuros para la producción, Rusinek admite que aún deben investigarse variedades de canola a las diferentes zonas agrícolas. Para el campo de Perdices se adaptaron materiales provenientes del sur de la provincia de Buenos Aires, la región tradicional de la oleaginosa. Con el apoyo del INTA están analizando diferentes variedades.
El productor sostiene además que la canola, como cultivo, es una alternativa óptima para combinarla con soja de segunda, ya que se cosecha en noviembre. Por Cristian Mira - Diario La Nación