Alejandro Tirachini recuerda a su abuelo como uno de los pioneros de la cría de ovejas en Puerto Deseado, Santa Cruz. Su padre siguió la tradición y él no la perdió: luego de años de investigación se unió con una textil y fundó South Latitude Argentina, una fabricante de prendas de lana orgánica que factura $ 300.000 en el mercado local y US$ 185.000 por exportaciones. La lana orgánica es un material de última generación producido mediante un proceso desprovisto, desde el nacimiento y crianza de la oveja hasta la confección de la ropa, de elementos contaminantes. Es muy demandada para ropa de bebes.
Tirachini, de 54 años, vivió diez de ellos en Buenos Aires, donde se recibió de técnico universitario en producción agropecuaria. Y no lo pensó dos veces cuando tuvo que elegir entre quedarse en la Capital o pelearla en el Sur para evitar que el negocio se transformara en una leyenda familiar.
No le fue fácil. Sabía que tenía que agregarle valor a la lana para "atravesar la crisis del sector rural patagónico" y desarrolló un fibra más fina y suave a la que le gusta llamar "cashmere de oveja". Pero los brokers internacionales no le pagaron más y tuvo que ir más allá.
"Sabía que mi lana llegaba a la fábrica de Hermenegildo Zegna en Europa. Fui a Buenos Aires al local de esa marca y compré una parte de la colección y llevé los productos al centro de investigaciones textiles del INTI para estudiarlos", recordó Tirachini, que en el campo, ubicado a 114 km de Puerto Deseado, alberga 7000 ovejas.
"Vi que para hacerlos iba a necesitar máquinas, inversión y conocimientos que no tenía. Entonces, con el asesoramiento de una consultora, llegué a Eduardo y Alberto Tyszberowicz, que tienen una textil familiar con 50 años de experiencia. Ellos aceptaron armar un joint venture en 2001, un año muy difícil para la Argentina", recordó.
Los socios empezaron a trabajar en el desarrollo de productos, pero no había máquinas capaces de procesar la nueva lana elaborada por Tirachini. Después de investigar el mercado, encontraron equipos que podrían adaptar en una fábrica cerrada. "Estaban abandonadas; fue un descubrimiento", destacó.
La primera producción estuvo lista en 2002 y ese año nació South Latitude Argentina como una sociedad que comenzó a vender las prendas en el mercado local. Pero otra piedra se atravesó en el camino de los socios: la competencia internacional.
"Viajamos a Estados Unidos y Canadá y vimos que nos confundían con los italianos o con los chinos. Entonces, nos dimos cuenta de que con una lana más fina no bastaba y ahí se nos ocurrió certificar los productos como orgánicos. Nos pareció la forma ideal de diferenciarnos", relató.
Marca propia
El equipo de South Latitude Argentina inició así otro camino. Primero certificó el campo (43.000 hectáreas) y luego cada una de las etapas industriales hasta conseguir en 2005 prendas de lana completamente orgánicas. Ese año nació Koshkil, la marca que identifica los nuevos productos. "Empezamos a exportar a Francia y Japón con nuestra marca. Este año incorporamos dos compradores de Chile y vendimos también, pero sin nuestra marca, a Cardón y La Dolfina en el mercado local. También estamos negociando con un grupo italiano. Tenemos una propuesta tradicional y urbana con sweaters y ponchos para hombres, mujeres y chicos", añadió el fundador de la empresa, que emplea 30 personas. Según señaló, lo más difícil en el negocio textil es "la comercialización, porque los canales son muy cerrados y hay que innovar permanentemente".
Pero sabía que no podía bajar los brazos. "Mi abuelo llegó a Puerto Deseado en 1904 después de criarse en Carmen de Patagones, que fue el lugar que eligieron mis bisabuelos italianos", relató. Y prosiguió: "Son más de 100 años en la cría de ovejas y no dudé en quedarme cuando mi padre me dio la oportunidad. El camino fue largo, pero condujo a buen puerto". Por Mercedes García Bartelt. Diario La Nación