Cultural, educativa, económica y estratégicamente, la Argentina tiene una oportunidad que probablemente no tuvo en su historia: abandonar el paradigma de la fuga de cerebros sin dejar, por ello, de exportar conocimiento. La potencialidad que la exportación de servicios abre para nuestro mercado de talentos es enorme. Tanto, que tiene un proyectado mundial para el año próximo de 827 mil millones de dólares, según la agencia de las Naciones Unidas enfocada al desarrollo (Unctad). ¿Por qué estamos en condiciones de tener una parte importante de este enorme negocio? Porque contamos con recursos humanos altamente calificados, reconocidos internacionalmente. Porque tenemos una infraestructura tecnológica más que interesante, capaz de soportar el desafío. Porque culturalmente somos afables y poseemos una gran capacidad para la resolución de problemas, convirtiendo los escollos en desafíos. Porque compartimos husos horarios con los principales compradores de este tipo de conocimiento: los Estados Unidos y la Unión Europea. Todos estos factores nos hacen potenciales exportadores de conocimiento.
Claramente, la punta de lanza de este sector fue el negocio de los contact y call center, pero el fenómeno trasciende a la atención telefónica y alcanza también a otras ramas como la ingeniería, ciencias económicas, ciencias médicas, tecnología de la información, diseño, servicios profesionales, etcétera, donde la calidad y el valor agregado constituyen el factor diferenciador. Casos exitosos como los de Apex, Deloitte, Hospital Privado, Intel, Lempert, PriceWaterhouseCoopers y Prominente, entre tantos otros, confirman esta tendencia. La consultoría en marketing y recursos humanos es otro de los grandes pilares junto con la producción y generación de contenidos vinculados al mundo del entretenimiento, del software, la arquitectura, la comunicación, la publicidad y hasta asesoramiento jurídico.
Irlanda demostró que en pocos años un país puede dejar de ser dependiente de su producción primaria y pasar a liderar la sociedad de la información. La India dejó claro que el potencial de generación de puestos de trabajo altamente calificado es posible si se adopta una definición estratégica de qué país se quiere ser.
¿Y la Argentina? Las ventajas competitivas descriptas anteriormente, unidas coyunturalmente a tipos de cambio favorable, nos colocan en una posición aún mejor que la de nuestros potenciales competidores.
El mayor valor que pueden aportar nuestros especialistas es el diferencial del que gozamos nosotros y que, difícilmente, pueda convertirse en un commodities.
Internamente, los servicios representan hoy el 50 por ciento del PBI de nuestro país. Generar la plataforma que permita colocar ese potencial afuera del país puede marcar un punto de inflexión para el desarrollo sostenido y sustentable de nuestra economía.
Es necesario contar con reglas de juego claras y continuas, con políticas fiscales, laborales y educativas que acompañen el fenómeno, en un mercado de competencia mundial altamente competitivo, donde la pelea por espacios ya no se da sólo entre empresas, sino más bien entre clusters de países o regiones.
No basta con creer que sólo con el sector privado o con el sector público se puede construir el cambio, pensar de este modo hará trastabillar las mejores intenciones. La sinergia que debe alcanzarse entre empresariado y el Estado es fundamental para lograr un crecimiento maduro, equilibrado y sustentable.
En la Argentina hay mucho conocimiento para crear valor.
Históricamente, hemos sido exportadores de talento, pero con un inconveniente fundamental: la fuga del capital intelectual.
El cambio que impulsamos, porque lo creemos posible y enriquecedor, es que tanto el conocimiento como sus poseedores, se queden, y sólo exportemos valor. Por Alejandro Díaz
Director ejecutivo de la Cámara de Comercio de EE.UU. en la República Argentina (AmCham). La Voz del Interior