Las ventas al exterior son un elemento de la economía que ha apuntalado el crecimiento de muchos países que hoy figuran entre los primeros del mundo. Cuando una economía está bien planteada, abastece a su propio mercado de los bienes esenciales para su desenvolvimiento y progreso, y genera excedentes que pueden ser vendidos fronteras afuera, recibe por ello un flujo de divisas que consolida su posición y le permite afrontar la compra de insumos y bienes que no produce por sí misma, desde materias primas a tecnología de punta.
Así planteadas las cosas, debe reconocerse que en los últimos tiempos el perfil exportador de la Argentina ha mejorado sustancialmente: este año será completado con ventas al exterior por 43.000 millones de dólares, algo que supera en mucho los envíos de los años anteriores y que, según parece, podría verse mejorado durante 2007.
La teoría comercial que se aplica en el mundo es restrictiva hacia los países vendedores: el ideal del comercio mundial plantea balanzas de intercambio superavitarias, cuanto más, mejor. En todo caso, y como último escalón inferior, dejar en equilibrio lo que se vende con lo que se compra: ni se gana ni se pierde. Pero, cuando la ecuación queda desequilibrada, con más importaciones que exportaciones, el resultado suele ser la pérdida de divisas propias y, eventualmente, endeudamiento. Por eso se plantean términos tan injustos en los esquemas internacionales de comercio que, sobre pretexto de una presunta libertad, lo que determinan son restricciones en la compra de bienes y procurar vender los excedentes propios aunque sea a precios de “dumping”.
La Argentina ha remontado su crisis no sólo no aplicando tácticas de desleales sino, encima, castigando a buena parte de sus exportaciones con cargas impositivas que alimentan las arcas del Gobierno y disminuyen las ganancias que podrían tener los rubros de exportación.
Esto tiene por objeto, según algunas fuentes gubernativas, dotar al país de un respaldo financiero que lo aleje de quiebres como el sucedido hace cinco años y evitar que, por la muy buena relación entre costos, precios internacionales y paridad cambiaria mantenida con gran esfuerzo, se desabastezca nuestro propio mercado y se dolaricen los precios internos, algo esto último que está pesando en los conflictos que se dan entre sectores del agro y el poder central, y se ha venido dando entre las petroleras y el Estado Nacional.
Mendoza ha visto, también, aumentar sus exportaciones: tradicionalmente volcada al abastecimiento del mercado nacional, en pocos años nuestra provincia se ha convertido en una gran vendedora de sus productos fronteras afuera, pero con señales positivas ya que buena parte de lo que enviamos al exterior se compone de productos con alto valor agregado, es decir, que demandan procesamiento y con ello proporcionan empleo y un reparto más equitativo de la riqueza.
Pero, si bien nuestra provincia piensa cerrar el actual año con exportaciones por 1.200 millones de dólares, debe ello ser motivo de comparaciones, por lo menos en aspectos básicos.
La Argentina, con poco más de 37 millones de habitantes, exporta, como indicamos, por valor de 43.000 millones.
Mendoza, con poco más de 1 millón 700 mil habitantes, por 1.200 millones.
O sea, teniendo algo así como el 4,7 por ciento de la población del país, y considerada la cuarta economía del conjunto de las provincias, Mendoza sólo integra con el 2,7 por ciento el total de lo exportado por el país.
Bien es cierto que en los últimos años nuestra provincia ha incursionado en campos comerciales que antes estaban reservados a los grandes productores del Litoral nacional, con sus granos y carnes, y que cuantitativamente ha tenido un crecimiento de su comercio internacional que puede ser calificado como extraordinario. Pero, pensamos que con más planificación, concertación entre sectores claves, mejores técnicas de comercialización fronteras afuera, Mendoza podría seguir por el camino del crecimiento emprendido hace ya algunos años, y no solamente mejorar la cantidad y precios de sus envíos sino diversificar los puntos de destino, que ahora señalan mayoritariamente una fuerte dependencia de los mercados brasileño y chileno.
O sea, hemos hecho bien en materia de exportaciones, pero pensamos que si persistimos en el esfuerzo, las cosas seguirán mejorando sustancialmente. Diario Los Andes