Javier González Fraga considera que tenemos la mejor oportunidad en treinta años para convertirnos en una potencia exportadora. "No todas las exportaciones son iguales. Exportar dulce de leche, por ejemplo, implica cinco veces más empleos que exportar leche en polvo", explica muy empapado con su papel de presidente de La Salamandra, una fábrica de lácteos de alta calidad. Desde esa atalaya, dispara munición gruesa: "Cuando en un país ganan los especuladores, pierden siempre los exportadores pues se valoriza el tipo de cambio". Los cañones -¿hace falta decirlo?- apuntan hacia la convertibilidad.
-¿Qué aprendió en La Salamandra que no le habían enseñado los libros de texto?
-Me hizo revalorizar la importancia de la producción. La formación de los economistas, por lo general, está sesgada hacia lo monetario, lo macroeconómico, y olvidan la producción, que es en realidad la columna vertebral de la Argentina. Keynes enseñaba que ninguna política económica puede ir en contra del hombre de negocios. Yo, como empresario, me conecté con otros productores de queso, tamberos, proveedores, clientes y vi sus esfuerzos, sus dificultades para exportar o para conseguir los créditos. Esa es la verdadera Argentina.
-¿Y qué medidas concretas aplicaría como ministro de Economía, en función de su experiencia de hombre de negocios?
-No puede haber una Argentina como la que he soñado toda mi vida si no privilegiamos al productor. Esto no significa protegerlo con aranceles ridículos. Todos conocemos esos excesos. Pero sí significa entender que es un actor fundamental en el proceso económico, significa dejar atrás lo que ocurrió en los últimos veinte años, donde se aplicaron políticas para atraer al inversor especulativo. Otra cosa que he aprendido es la naturaleza tan especial de las pequeñas y medianas empresas.
-Claro, son más frágiles.
-Necesitamos mecanismos de compensación como los que aplican Estados Unidos y Europa. Ellos protegen a las pymes no porque sean débiles, sino más bien porque el mercado las discrimina, y las discrimina por falta de información. Joseph Stiglitz ganó el premio Nobel no por sus críticas al Fondo Monetario Internacional sino por investigar este fenómeno tan habitual.
La información no está disponible para todos y, por lo tanto, los grandes bancos, los grandes fondos prefieren prestarle a una empresa menos eficiente pero más grande, mejor conocida en definitiva. No siempre se cumple la mejor asignación de los recursos prestables, según la teoría ricardiana. Esto es el mundo real y es importante comprenderlo porque la mayor potencialidad de creación de puestos de trabajo está en las pequeñas unidades económicas. Con las pymes exportadoras -estoy convencido- se soluciona el problema del desempleo.
-Le pregunto al empresario: ¿es posible exportar hoy?
-Hay una mayor rentabilidad en la misma cantidad de negocios. Uno antes no invertía en negocios de exportaciones porque, en el mejor de los casos, estas operaciones le servían para mejorar el cash flow o le servían para una mejor ocupación de la planta, pero no generaban ganancias a fin de año. Pero ahora la exportación es rentable en sí misma.
Esto no es, de todos modos, la última palabra. Vivimos hoy en un mundo ultraproteccionista, muy hipócrita, que nos viene con los manuales del Fondo Monetario, pero nos cierra con total egoísmo los mercados. Nos hicieron invertir 120.000 millones de dólares en infraestructuras por las privatizaciones y al mismo tiempo no le permitieron a la Argentina exportar para poder pagarlas. Así, nos han obligado a endeudarnos y nos empujaron, finalmente, al abismo del default.
Fuente: Diario La Prensa