Por Felipe de la Balze. Extractos de su disertación "La emergencia de China, ¿una oportunidad para la Argentina?", con motivo de su incorporación como académico titular de la Academia Nacional de Ciencias de la Empresa. Los 1.300 millones de potenciales consumidores son una oportunidad sin precedentes para la Argentina exportadora. Sin embargo, la ausencia de un proyecto de desarrollo nacional amenaza con abortar la conquista de El Dorado. Los chinos enterraron a Mao de una forma lenta pero muy respetuosa. Hicieron una revolución económica formidable en los últimos veinte años. Esa revolución produjo una crecimiento económico importante, una apertura de la economía china en el contexto mundial. ¿Lo que pasa en China es extraordinario? La respuesta es ambigua: es extraordinario, pero no por las razones que usualmente mencionamos. El crecimiento de Corea, de Japón, de Singapur o de Hong Kong fue más rápido que el de China en las últimas dos décadas. Durante la etapa de desarrollo que tuvo Japón en los años sesenta y setenta, o la de Corea en los setenta y ochenta, la tasa de crecimiento de estos países fue más rápida que la tasa china. Y con un elemento adicional muy importante: los chinos son grandes ahorristas, ahorran 40% del PBI. En cambio, los japoneses, coreanos y taiwaneses ahorran el 30%. Y es mucho más meritorio crecer al 10% ahorrando el 30% que crecer al 10% ahorrando el 40%. El sudor y el esfuerzo son mucho menores. Esto quiere decir que esa economía es más eficiente.
El punto donde China es absolutamente fuera de serie es la escala, el tamaño. Lo importante de China no es que haya crecido al 8 o 10% por quince o veinte años; lo importante es que son 1.300 millones de personas. El impacto de China es aproximadamente siete veces el de Japón, Taiwán, Corea, Hong Kong y Singapur juntos. Sumamos estos cinco países, los multiplicamos por siete y tenemos el impacto que produce China. China es muy importante, no tanto por su historia en sí, que es menos exitosa que la de los otros países, sino por el gigantesco impacto que produce su tamaño.
Problemas de grande
El tamaño en los países es algo bueno y malo. Si revisamos una lista de los once países más grandes, vamos a notar que sólo dos de ellos son realmente exitosos. Ser grande es una fórmula para el fracaso, no para el éxito. Los once países más grandes del mundo (con más de 100 millones de habitantes) son China, India, Estados Unidos (que es exitoso), Indonesia, Brasil, Paquistán, Bangladesh, Rusia, Japón (el otro exitoso), Nigeria y México. ¿Qué quiere decir esto? Ser grande es una garantía de problemas. El éxito es la excepción entre los países grandes. ¿Y por qué? Organizar y hacer que los seres humanos funcionen es tremendamente difícil. Es mucha más difícil administrar China que Taiwán. Y China tiene éxito porque tiene un Partido Comunista, que es una organización de gestión muy eficiente. No tengo ninguna simpatía por el comunismo, pero el Partido Comunista chino es una máquina de seleccionar gente que trabaja, que se promueve por el mérito y que llega a los lugares más altos, no por clientelismo o nepotismo sino porque realmente hace que las cosas funcionen. Ese Partido Comunista que ideológicamente está tan lejos de nuestros principios, como máquina de gestión y organización es de primera calidad.
China funciona porque tiene mano de obra barata, pero también porque tiene disciplina social. El éxito de Singapur o de Hong Kong es relativamente fácil: son seis u ocho millones de personas. Pero coordinar, como lo hace China, 1.300 millones de personas es sumamente complejo, sobre todo en un país tan vasto y que durante 200 años estuvo estancado, con niveles de vida bajísimos. La verdadera revolución de China es la transformación del Partido Comunista. Los chinos, en promedio, trabajan entre 55 y 65 horas semanales. Para tener una idea de la disciplina social debemos recordar que todos los años en China, en las plazas públicas, se matan entre 500 y 1.000 personas. Nos podrá parecer una práctica bárbara, pero si tuviéramos que administrar un país de 1.300 millones de personas, manteniendo la disciplina y la cohesión social, entenderíamos que el Partido Comunista, con todos sus defectos, se ha transformado en una gigantesca máquina de administración de las tensiones y los problemas que genera el crecimiento. Y lo hace de forma eficiente.
La transformación
Hoy, una parte importantísima de las ganancias comerciales no está en producir una tonelada de soja. Está en llevarla al puerto, cargarla en un barco, transportarla, descargarla, procesarla, limpiarla, distribuirla. El plan de China es quedarse con toda esa estructura, de la misma forma que lo hicieron los ingleses con nosotros a fines del siglo XIX. La Argentina de hoy no es la de fines del siglo XIX. Hoy podría ambicionar, si tuviera planes y dirigentes que los piensen, incorporarse en la logística. Si nosotros sólo producimos limones en Tucumán, puede ser que nos dejen algo de dinero. Pero si los producimos, los clasificamos, los exportamos, los distribuimos en supermercados de los Estados Unidos, yo les aseguro que el potencial de ganancia de esa exportación cambiaría diametralmente.
El problema que tenemos con los chinos es que ellos quieren controlar todo el proceso, lo que nos van a dejar es la producción de la tonelada de soja. Por otra parte, ellos han duplicado su producción de soja en los últimos dos años y ya son el cuarto productor mundial.
Pese a todo, no quisiera ser demasiado negativo, ya que, en su conjunto, el resurgimiento de China es un algo positivo, es mucho mejor que haya nuevos clientes, que haya más países que quieran comerciar con nosotros. Lo que sí quiero es llamar la atención sobre el peligro del entusiasmo excesivo por parte de la Argentina. Ese mismo entusiasmo que nos llevó a pensar que porque teníamos una buena relación con Estados Unidos eramos realmente un aliado suyo, y después descubrimos, cuando tuvimos una crisis, que el comportamiento de Estados Unidos con México fue completamente diferente que con la Argentina en iguales circunstancias. ¿Por qué razón? Por algo muy simple: la Argentina exporta a los Estados Unidos menos que Honduras. Entonces nosotros podemos declararnos socios, podemos cooperar en temas militares, tener las mismas posturas en Naciones Unidas, pero cuando las papas queman, si hay tan poco flujo de negociación comercial con un país importante, ese país no pone lo que debería poner.
Lo mismo nos pasó con el Mercosur: lo transformamos en "el" proyecto nacional. Claro, la integración nacional es algo súper positivo. Pero el proyecto del Mercosur no era un proyecto argentino. El único proyecto dentro del Mercosur era el proyecto brasileño: nunca hubo políticas industriales, o de exportación, o de captación de mercado, que fueran del bloque en general. Y sin embargo un número gigantesco de argentinos, intelectuales, hombres de empresa, sostuvieron que el Mercosur era un proyecto nacional.
Que no nos pase con China una nueva decepción. China nos debe llevar a pensar que no hay otra solución para la inserción de la Argentina en el mundo que el desarrollo de un proyecto nacional bien estructurado, hecho a partir de nuestros intereses, conociendo cómo funciona el mundo y construyendo sobre bases sólidas y no sobre ideas tenues, ambiguas y poco preparadas, como nos sucedió en los últimos veinte años. La principal oportunidad que nos ofrece China es reflexionar para ser serios. Si podemos serlo, China va a convertirse en una gran oportunidad. Hay quienes dicen que debemos exportar más productos de marca a China. ¡Pero señores!: si no podemos exportar productos de marca a Lima, cómo creen que los vamos a exportar a Shangai. ¡¿De qué estamos hablando?! Hoy tenemos que recular un poco y sentarnos a pensar cómo funciona el mundo realmente. Se requiere una gran introspección, un gran esfuerzo intelectual y coraje para desarrollar alternativas que en los últimos años no hemos tenido.