Un estudio del IERAL afirma que en Argentina el avance tecnológico depende de iniciativas individuales. El Estado, lejos de acompañar al sector exportador, le pone trabas que retrasan su crecimiento e innovación. “La evidencia internacional muestra que los países que logran una exitosa inserción internacional lo hacen a través del desarrollo de una canasta exportadora por encima de la esperada para su nivel de ingreso, logrando por esta vía un aprendizaje tecnológico y de mercado que les permite alcanzar tasas de crecimiento superiores, como en el caso de China”, señala en un reciente trabajo el economista Gabriel Sánchez, futuro presidente del IERAL, instituto de investigaciones económicas de la Fundación Mediterránea . Señala Sánchez que para “lograr esta mayor sofisticación exportadora, las empresas deben experimentar, con riesgo, en el descubrimiento de los costos y la demanda internacional de nuevas exportaciones en sectores modernos. Para esto es clave que hayan adecuadas políticas pro-exportación y de estímulo a inversiones de riesgo, sinergias entre los sectores privado y público, una alta capacidad y vocación empresaria de innovar, y una apropiada infraestructura tecnológica para el comercio”.
El economista advierte que la canasta exportadora de Argentina muestra
una sofisticación declinante. En 1993 se exportaba una canasta típica de país
con un PIB per cápita de 12.000 dólares, en tanto que en 2003 había retrocedido
a exportar una canasta típica de un país con PIB per cápita 10.000 dólares.
Al mismo tiempo China mejoró su sofisticación exportadora en ese lapso,
exportando una canasta típica de un país con ingreso per capita de 13.500 dólares.
México exporta una canasta correspondiente a un país de 14.000 dólares
de PIB per cápita. “Si Argentina elevara su sofisticación exportadora en
un 40 por ciento, a los niveles de México, podría aumentar su tasa de crecimiento
de largo plazo en dos puntos por año”, pronostica el estudio.
“Con esta mayor sofisticación exportadora llegaríamos a un PIB per cápita
de 26.000 dólares en 2015, mientras que con la canasta exportadora actual
recién llegaríamos a este PIB en 2020.”
Sánchez explica que a la declinación en la sofisticación exportadora contribuye
el hecho de que si bien hay mucho descubrimiento de nuevas exportaciones,
este desarrollo está concentrado en áreas relativamente poco sofisticadas.
Las nuevas exportaciones en los últimos quince años han contribuido al
50 por ciento del crecimiento exportador total. Estas exportaciones
hoy representan el 1,79 por ciento del comercio mundial de esos bienes, contra
un 0,39 por ciento para el total de las ventas externas argentinas. Han
estado dominadas por sectores intensivos en la extracción y procesamiento de recursos
naturales (minería, complejo foresto-industrial, hidrocarburos, metales básicos),
y en otros sectores tradicionales (alimentos y bebidas, productos de tabaco, vehículos
y equipo de transporte) donde puede haber mayor incertidumbre en el desarrollo
de productos diferenciados.
En refinación de petróleo aparecieron 25 por ciento de nuevos productos de
exportación. En instrumental médico y de precisión los nuevos productos
exportados representaron apenas un 1,5 por ciento del total.
“Hay factores que conspiran para baja innovación exportadora: sesgo antiexportador
de las políticas comerciales, falta de capitales de riesgo, insuficiente capital
humano, inadecuada infraestructura básica y tecnológica para el comercio, e insuficientes
sinergias entre los sectores privados y públicos”, resume Sánchez.
Arrestos individuales
Sin embargo, indica que “a nivel de productos individuales aparecen interesantes
casos de innovación exportadora en actividades modernas”.
Biotecnología, arándanos, confecciones de chocolates, formatos de programas de TV, vinos finos, indumentaria de diseño, resinas plásticas térmicas, motores de combustión interna y software, entre otros, son las áreas donde la innovación es más dinámica.
Hoy exportan por lo menos 30 millones de dólares, contra prácticamente nada antes de 1985, afirma el economista del IERAL.
En la mayoría de estos productos ha habido un importante proceso de experimentación y de I+D empresaria antes de lograr el éxito exportador. Se trata de proyecto impulsados por el espíritu emprendedor de empresas pioneras, mayormente locales y con alta vocación innovativa, que se sobreponen a obstáculos de mercado y de políticas para desarrollarlas.
“Estas estrellas emergentes constituyen una buena base sobre la que empezar a
construir un sector exportador moderno. Pero se necesita de un modelo exportador
que las acompañe y de mayor sinergia entre sectores privado y público”, afirma
Sánchez. Y pone como ejemplo el rol promotor que tiene el Estado chileno, en el
desarrollo de las exportaciones trasandinas. Por ejemplo, Fundación Chile
se involucró en el desarrollo del arándano, dando como resultado exportaciones
de este producto por 300 millones de dólares contra 30 millones de Argentina,
pese a contar con menor área plantable y menores ventajas climáticas.
Si se lograra impulsar la I+D argentina a los niveles brasileños, la industria conseguiría aumentar su tasa de crecimiento entre 2 y 3 puntos anuales.
“Nuestra productividad industrial hoy sería el 31 por ciento mayor y no tendríamos problemas de competitividad industrial con Brasil”, agrega. “Sólo un 25% del diferencial de gasto en innovación empresaria entre Argentina y Brasil es atribuible una mayor especialización argentina en actividades menos innovativas. El resto se debe a que en general todas las industrias argentinas presentan menor intensidad innovadora que las brasileñas”, advierte.
“Debe desterrarse el mito de que el agro innova poco. El desarrollo de la siembra directa permitió expandir de manera extraordinaria los rindes y la frontera agrícola, que se hallaban estancados a comienzos de los 90. Un perfecto ejemplo lo brinda el arándano, un fruto fino que no se producía en Argentina antes de 1993, y del que hoy se exportan 30 millones de dólares a países industrializados, con perspectivas de pasar a exportar 180 millones de dólares en pocos años. Pese a ser una actividad «primaria», participan en ella empresas de biotecnología con una altísima intensidad de I+D para el desarrollo de nuevas variedades y de métodos de clonación de plantas. Pese a la baja intensidad innovadora a nivel de industrias, existen numerosos ejemplos de empresas con fuerte vocación innovadora y exportadora”, indica Sánchez.
Estas empresas en muchos casos coinciden con las que desarrollan nuevas exportaciones en sectores modernos, y son una buena base para promover una mayor innovación empresaria.
El panorama es más complicado para las pymes. La infraestructura tecnológica para el comercio (laboratorios, certificaciones, metrología, asistencia técnica, etc.) hoy muestra algunas deficiencias importantes, que limitan la capacidad de innovar en exportaciones modernas. o elevan los costos de cumplimiento con obstáculos técnicos al comercio; algunos de estos costos son variables y actúan como un impuesto adicional a las exportaciones. En el caso de las ventas de calzado a los Estados Unidos puede llegar a 11% sobre el precio de venta.
Las trabas imposibilitan a muchas pymes el cumplir con requerimientos técnicos
que varían de mercado en mercado y rápidamente en el tiempo. Reducen en un 30%
(u$s 600 millones al año) las exportaciones industriales a países ricos.
“La base empresaria está, pero se necesitan mejores políticas, y una mejor sinergia entre los sectores privado y público”, concluye. La Mañana de Córdoba