Desde 2002, las exportaciones crecieron más del 70% y alcanzarían al cierre de 2006 unos US$ 44.500 millones. Alrededor de la mitad de dicha suba fue por el aumento de las cantidades exportadas (que subieron 33%) y el resto por la mejora de precios internacionales (30%). Con este aumento de las exportaciones, se generó un fuerte superávit comercial que -sumado a la reducción de los pagos de intereses al exterior por la reestructuración de la deuda pública-, permitió alcanzar una cuenta corriente superavitaria del orden del 5% del PBI (promedio) en los últimos cuatro años. Se produjo así un significativo cambio estructural en las cuentas externas: en efecto, en los 90, la Argentina presentaba un déficit de cuenta corriente que promediaba 3,3% del PBI (debido al déficit comercial y los pagos netos de intereses de la deuda) y un superávit en la cuenta capital (por la fuerte inversión extranjera directa y la entrada de fondos como consecuencia de la colocación de deuda pública). Tras la salida de la convertibilidad, el panorama es otro: hay superávit en cuenta corriente (cuyo pilar fundamental es el superávit comercial) y una cuenta capital deficitaria (ya que las cancelaciones de deuda superan la escasa inversión extranjera directa y la incipiente repatriación de fondos de residentes argentinos). La suma de estas dos cuentas (corriente y de capital) da lugar a un superávit del balance de pagos que permite la acumulación de reservas.
El problema es que, a pesar de que el superávit externo se mantiene alto, se observa en 2006 una fortísima desaceleración en el ritmo de crecimiento de los volúmenes exportados, lo que genera dudas sobre la competitividad de la economía. Esta falta de dinamismo exportador es aún más preocupante si se toma en cuenta que se produce en un contexto de fuerte aumento de la demanda mundial y en presencia de un superdólar. En efecto, tras crecer el 14% en 2005, las cantidades exportadas de bienes aumentaron tan sólo el 5,4% interanual en el primer trimestre de 2006 y 2,3% en el segundo (en tanto, en julio cayeron 3%). Así, en el período enero-julio, las exportaciones aumentaron en volúmenes apenas 4% con respecto a igual lapso de 2005, una cuarta parte del ritmo al que crecían un año atrás.
Y lo alarmante es que esta desaceleración fue generalizada. La mala cosecha de cereales llevó a una caída de los volúmenes exportados de trigo y maíz. Las exportaciones de carnes, que desde 2002 se triplicaron, tras haber alcanzado US$ 1650 millones en 2005, cayeron en los primeros siete meses de 2006 un 37% interanual en volúmenes, pese a la mejora del 40% en sus precios externos. Esto, por la prohibición de exportar y la suba de retenciones. Las exportaciones de combustibles siguieron en caída libre. En particular, las cantidades exportadas de petróleo crudo cayeron otro 40% en lo que va de 2006, de modo que hoy se exporta 70% menos que en 2002. Además, se desaceleraron las exportaciones industriales. A excepción del sector automotriz (cuyas cantidades exportadas crecieron 45% anual), las del resto de la industria cayeron un 5% (cuando un año atrás crecían al 10 por ciento). El aumento exportador del sector automotor es, sin duda, una buena noticia, pero al estar con un régimen de intercambio compensado con tinte proteccionista, no es el mejor indicador de competitividad. En tanto, lo que está pasando con las otras exportaciones industriales es una clara señal de nuestra falta de competitividad en costos y calidad.
La desaceleración de los volúmenes exportados de bienes y servicios incidió también en el ritmo de expansión del PBI. En efecto, 2/3 del menor crecimiento del producto de este año se debe al sector externo. De hecho, hoy la economía crece 0,9 puntos menos que en 2005 (8,3% anual en el primer semestre versus 9,2% en la primera mitad del año pasado), de los cuales 0,6 puntos se explican por el aporte negativo de las exportaciones netas de bienes y servicios a la variación del PBI (producto del aporte positivo de 0,7 puntos de las exportaciones y negativo en -1,3 puntos de las importaciones); fue neutro su aporte en el primer semestre de 2005.
En particular, se redujo fuertemente la contribución de las exportaciones al crecimiento del Producto, pasando de 2,2 puntos en el primer semestre de 2005 a sólo 0,7 puntos este año. O sea, su contribución al PBI disminuyó en 1,5 puntos. En definitiva, el menor crecimiento económico en 2006 se explica esencialmente por el fuerte debilitamiento del crecimiento de los volúmenes exportados.
Esta falta de dinamismo exportador responde a tres cuestiones principales. En primer lugar, es insuficiente la inversión en bienes exportables (salvo el caso del complejo sojero) debido a la incertidumbre que provoca la política económica con sesgo antiexportador. El Gobierno, al priorizar la contención de la inflación interna, tiende a aplicar retenciones y a restringir las exportaciones, con lo cual logra mantener los precios recibidos por los productores nacionales más baratos que los internacionales, pero termina desalentando la inversión. Muchos productos han resultado afectados por la utilización de la política comercial como instrumento antiinflacionario (petróleo, lácteos, trigo, vidrio, etc.); el caso más emblemático es el de las carnes.
Políticas expansivas
En segundo término, las exportaciones se han debilitado por el boom de la demanda interna. En un contexto como el actual, con escasa inversión en exportables que permitiría aumentar la producción para abastecer simultáneamente el mercado interno y externo, las políticas expansivas del Gobierno, estimulantes de la demanda local, dejan escasos saldos exportables, además de producir presiones inflacionarias.
En tercer lugar, pesa la imagen político-institucional del país frente a las decisiones de inversión de las casas matrices de las grandes empresas multinacionales que operan en el país (recuérdese que estas corporaciones internacionales manejan el grueso del comercio mundial). Este tipo de inversiones de alta calidad (claves para el desarrollo tecnológico y el know how exportador) son desalentadas por el perfil de un Gobierno que presenta un discurso antiglobalización, y tiende a alinearse con Chávez y otros líderes tercermundistas.
Hoy, la economía mundial crece espectacularmente, impulsada por la expansión del comercio global, y posibilita que millones de personas logren salir de la pobreza. Sin embargo, la Argentina parece estar a contramano. Muestra un preocupante debilitamiento del crecimiento de sus volúmenes exportados. Si no disminuye la incertidumbre de su política económica y encara una clara estrategia de inserción en el mundo, corre el riesgo de perder el tren de la globalización y desaprovechar la oportunidad de mejorar el bienestar de sus habitantes mediante las ventajas del comercio internacional.
Por Miguel Angel Broda. Diario La Nación