Han transcurrido casi cinco años desde la puesta en marcha de un modelo basado en el tipo de cambio real alto, como señal de precios relativos que orienta la producción, y en el superávit fiscal persistente, como señal de solvencia que apunta a reducir el costo financiero, para la producción privada o el riesgo-país, para la deuda soberana. Buena parte del ciclo de recuperación económica local está impulsado, desde 2002, por el auge de la economía mundial y el crecimiento del comercio, posteriores a los acontecimientos del 11 de setiembre de 2001. América latina, en general, y la Argentina en particular, son beneficiarias del fuerte crecimiento del déficit comercial externo estadounidense, que este año superará seguramente los u$s 800.000 millones y de las demandas de commodities (materias primas, combustibles, metales, etc.) por parte de los países asiáticos, China en particular.
Las perspectivas son halagüeñas ya que, si bien el ciclo económico mundial podría modificarse a la baja (si sigue creciendo el precio del petróleo y subiendo la tasa de interés internacional), todo indica que la lógica intrínseca que estimula el crecimiento argentino no se verá sustancialmente alterada, al menos en el corto plazo.
Como consecuencia de la política de tipo de cambio real alto y precios internacionales favorables, hubo un importante crecimiento económico interno. Se empleó la capacidad instalada ociosa y se agregaron inversiones (ampliaciones) que lo hicieron posible. También continuó el proceso de compras de activos locales, por parte de inversores externos o empresas transnacionales, alentados por la favorable situación cambiaria (igual que el turismo y las ventas en los shoppings)
Las inversiones recibidas, en 2005, por nuestro país, demuestran que ya hay poco interés en abastecer el mercado local (34 % de habitantes bajo la línea de pobreza y casi 48% de trabajadores privados en el sector informal) y fuertes estímulos del mercado internacional.
El crecimiento exportador
-Las ventas externas crecieron 55,6% en dólares, entre 2002 y 2005. Al margen de la discusión de las facilidades que ofrece la debilidad de la divisa norteamericana, desde el 11-S, uno debería preguntarse si el auge en las ventas de nuestro país se debe al ciclo económico internacional o ha sido fruto de la combinación de políticas económicas locales.
-Una manera de tratar la cuestión, es comparar la variación interanual 2004/2005, con la de otros exportadores latinoamericanos, principalmente no petroleros: Latinoamérica vendió 19% más, con mejoras tales como: Perú, 35%; Colombia, 25,5%; Ecuador, 25,3%; Chile 23,5%; Brasil, 22,6%; Argentina 15,8%. Está claro que el ciclo manda.
-La política de tipo de cambio real, desde la salida de la Convertibilidad (base = 2001) ha permitido la mejora del 66% en términos reales, promedio ponderado por destino, con 102% de suba, respecto de Brasil y, aún, 42%, respecto de los Estados Unidos, que también devaluaron su moneda.
-Los precios ponderados de exportación también ayudaron, (aquí se compara 2002, piso recesivo mundial, contra 2005):
a) El índice total de lo efectivamente exportado mejoró 54%, con una suba de las ventas por 55,6%.
b) Los precios de productos primarios crecieron 4%, con mejora de las expo por 49,6%.
c) Las manufacturas de origen agropecuario experimentaron subas del 16% en sus precios, con 61,3% más de ventas argentinas.
d) Los precios del petróleo y de los combustibles crecieron 112%, en tanto las ventas lo hicieron al 51,4% y
e) Los valores de las manufacturas de origen industrial crecieron 65% y un poco menos, 56,3%, en ventas externas. Aquí está claro que el 48% de estas ventas sectoriales (2005) se debe a productos que han tenido fuertes mejoras en sus precios por la demanda asiática:
Químicos y conexos, Materias plásticas y manufacturas y Metales comunes y sus manufacturas (como se ve, metales y derivados del petróleo).
-Otra forma de demostrar la importancia del ciclo económico es comparar 2005 con 1998. Así, en 7 años, las exportaciones crecieron 51,3% (6,1% anual acumulativo), influidas sustancialmente por el crecimiento de Combustibles y energía (185,2%). Las MOI apenas crecieron al 38,4% (o sea sólo un 4,7% por año). No en vano 1998 fue el último año en el cual Brasil fue destino casi excluyente de las ventas de MOI (51%). Hoy ese valor se ha reducido a 31%.
-Como consecuencia de lo anterior, la participación argentina en el comercio mundial, que fue de 0,48% en 1998, bajó a 0,41% en 1999. Tras la devaluación en Brasil, tocó un piso de 0,38% en 2004 y recién alcanza a 0,4%, en 2005. Obsérvese que, entre 2002 y 2004, las ventas argentinas crecieron menos que las exportaciones mundiales y sólo en el último año se revirtió esta tendencia (16% contra 12%).
-El caso del comercio con Brasil es bien claro. La Argentina tuvo un saldo negativo de u$s 3.966 millones en 2005 y empeoró su resultado en u$s 4.861 millones, si la comparación se hace con 1998.
-Las importaciones, particularmente las compras a Brasil, de vehículos automotores de pasajeros, pasaron de u$s 1.197 millones a u$s 1.603 millones, entre 2004 y 2005.
Entretanto, las exportaciones argentinas a todo destino de dichos vehículos crecían apenas de u$s 677 millones a u$s 809 millones, en el mismo lapso.
Nuevo y sustentable
Se está modificando el ánimo de los empresarios exportadores argentinos:
-Si bien el gobierno nacional ha intentado mantener alto el tipo de cambio nominal, enfrenta crecientes complicaciones para detener la suba de los precios locales de productos estacionales, evitar el ajuste de las tarifas por servicios regulados o arbitrar en la puja por mejoras salariales. Está claro que el precio local de los combustibles no refleja para nada la situación del mercado internacional (vigencia de altos derechos de exportación). Por ende, es esperable que en algún momento del tiempo, y pese a controles, retenciones, o subsidios a ciertos consumidores, el tipo de cambio real tenderá a bajar de manera más pronunciada, pese a los ajustes en el valor nominal.
-La orientación predominante hacia la construcción privada y los sectores de infraestructura y actividades extractivas, en el proceso inversor, refleja dudas acerca del modelo de inserción de la Argentina en los mercados internacionales. No ha sido significativa la participación de la industria en la atracción de flujos inversores nuevos establecimientos o creación de empresas. Por ende, podría darse un menor crecimiento económico limitado por la capacidad instalada. Dicho de otra manera, los crecimientos a “tasa china”, tenderían a normalizarse hacia 2007 y parecerse mucho más a los esperados para América latina, o sea 4% anual, sin efecto arrastre.
-Ha crecido notablemente el superávit comercial de Brasil, en el intercambio bilateral con Argentina. Las importaciones del complejo automotriz crecieron 194% en 2001-05. Esto ocurre en el marco de una apreciación del Real, muy superior a la leve mejora del poder adquisitivo de nuestro Peso. La política de tasas reales de interés, altamente positivas, llevada a cabo por Brasil, no ha perjudicado su performance exportadora aunque sí ha afectado su crecimiento doméstico.
Es claro que la mejora cambiaria bilateral no ha sido suficiente para restaurar la competitividad argentina, pues está perdurando en el tiempo, la vigencia de impuestos distorsivos, de políticas laborales inciertas, de burocracias innecesarias, de precios relativos artificiales, de intervenciones cambiarias con sesgo inflacionario y, recientemente, de erráticas intervenciones en mercados sectoriales.
-Particularmente, en Córdoba, al no haber posibilidades de compensar dificultades de localización espacial en la agroindustria (falta de puertos) ni competir en escala con el sector automotor brasileño, hay creciente preocupación respecto del futuro del modelo local, dominado por dos industrias (agroalimentos y automotriz). A medida que se reduzcan los incentivos a exportar (menor tipo de cambio real) o crezcan las presiones brasileras por aumentar sus ventas, el empresariado local tenderá a demandar, la instauración de un “nuevo” modelo competitivo de desarrollo industrial. ¿No será tarde?
Por Jorge Ingaramo - Economista y consultor de empresas.
La Mañana de Córdoba