Cómo una compañía de software de capitales nacionales instalada en General Pico vende sus desarrollos a clientes en América latina, EE.UU. y Europa. El convenio con la Universidad de La Pampa y el modelo de software factory. La industria del software y servicios informáticos es, sobre todo a partir de la devaluación, una de las de mayor competitividad en el país. En 2005, el sector movió unos u$s 3.650 millones, y se espera que este año sean u$s 4.000 millones. Las exportaciones totalizaron unos u$s 240 millones el año pasado (un 50% más que en 2004), y continuarán creciendo, según estimaciones de la cámara que agrupa a las empresas del rubro (CESSI).
A este boom contribuyó en alguna medida la Ley de promoción del software, promulgada a fines de 2004, que establece beneficios impositivos y la eliminación de las restricciones al giro de divisas. Si a esto se le suma estar en una zona franca, las ventajas son claras. Esta es la conyuntura que aprovechó L&N, una software factory de capitales argentinos, que exporta el 60% de sus desarrollos desde la zona franca de General Pico a clientes en Chile, Estados Unidos, España, Gran Bretaña, Luxemburgo y Alemania.
La empresa se fundó en 1994, pero Claudio Novas, uno de sus socios, viene trabajando en el área de tecnología de la información hace 13 años. Hoy la empresa tiene una facturación de unos $ 450 mil mensuales, y cuenta con proyectos vendidos por un total de u$s 2 millones para ser desarrollados en los próximos 12 meses.
Su negocio principal es el desarrollo de software a medida para distintas empresas, generalmente grandes corporaciones como General Motors, Kraft y Manpower. Al estar instalada en una zona franca, la empresa está exenta de pagar aportes patronales e ingresos brutos. “Los salarios son menores que en otros centros urbanos, y también hay menor rotación”, se sincera Novas, pero también advierte que “esto es una ventaja sólo en la medida en que invirtamos en capacitación; no se puede competir sólo por precio”.
Universidad + Empresa
En la compañía trabajan 115 técnicos y desarrolladores: 85 en la sede de Capital y 30 en General Pico. La mayoría de los empleados de L&N son estudiantes avanzados y egresados de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Pampa, con la que se hizo un convenio para adaptar los programas de estudio a las actuales necesidades del mercado. “Hoy se necesitan más programadores JAVA y .NET, que son las tecnologías que vienen, y también profesionales con inglés fluído”, señala Novas, quien considera a la falta de personal capacitado como uno de los obstáculos para el futuro crecimiento del sector.
“El mayor insumo de la industria del software son las horas hombre, el pensamiento. Y el déficit de profesionales está creando un problema”, dice Novas. La industria generó en 2005 nueve mil puestos de trabajo nuevos, y se espera una cifra igual o mayor para este año. Pero anualmente egresan de las universidades tres mil alumnos. “Si la brecha entre la demanda y la oferta de universidades e institutos terciarios continúa ampliándose, en tres años más explota todo”, profetiza el empresario.
Como consecuencia de la actual escasez de mano de obra “hay un recalentamiento de los salarios y una altísima rotación. Eso, sumado a la inflación, aumenta mucho los costos. No obstante, el software sigue siendo una oportunidad real por dos motivos principales: la calidad de los profesionales argentinos, y la afinidad cultural con los clientes de estos servicios”, destaca Novas.
Competir con gigantes
El software es una exportación no tradicional de la Argentina. Los países que llevan la delantera en el rubro son las tres I: Irlanda, Israel y la India. Hoy los indios tienen las fábricas de software más grandes del mundo, con 1.500 a 5.000 programadores por establecimiento. Competir con ellos es prácticamente imposible, salvo en algunos nichos específicos.
Según Novas, “el software argentino tiene hoy una ventaja diferencial en precios. La India, que es el principal exportador de estos servicios, está enfrentando problemas de calidad, de costos (en algunos nichos de negocio somos más económicos) y también hay un aspecto cultural: ellos tienen problemas para interactuar con norteamericanos y europeos, sus principales clientes. En cambio los argentinos tenemos una forma de trabajo más afín con ellos”.
La empresa L&N nació con un perfil exportador. “Esto no tiene que ver con la ventaja coyuntural del tipo de cambio, sino con una vocación de salir a ganar mercados afuera”, dice su titular. “Yo empecé a exportar en el 88, con mi empresa anterior, y desde entonces tengo clientes en Estados Unidos, Noruega, Italia, España y Brasil. Afuera todo se hace con sentido común: primero se discute lo que hay que hacer, y después cuál es el costo. Acá es al revés: primero se pone el precio y después quieren que se haga todo por ese valor. Entonces, nunca queda claro lo que hay que hacer”, dispara Novas.
El empresario sostiene que la exportación de software no es una moda, sino una tendencia que llegó para quedarse. Pero para esto, las PyMEs del sector, deben tener “menos trabas y más crédito”. “Para acceder a un leasing tengo que presentar 3 balances, pero como mi empresa se creó hace 1 año y medio, no tengo 3 balances y no tengo crédito”, ironiza. “La ley del software, que es una iniciativa muy bien intencionada, a las empresas que exportan no les sirve, porque genera un enorme crédito fiscal y no hay contra qué descargarlo”.
No obstante, las perspectivas del sector son buenas, y en los planes de la empresa figura el seguir expandiéndose e incorporar más gente al staff.
Por Gabriela Ensinck
Revista Fortuna