La apuesta argentina al pujante mercado asiatico
La emergente región del Asia Pacífico (con más de la mitad de la población y la economía mundial) ha logrado imponer su presencia aun entre los más despistados. El vértice atlantista fue perdiendo peso y es bueno que el país vaya profundizando sus relaciones con el emergente mundo asiático. Hacia fines del ’89 (una cifra que lo dice todo) fue constituida la Asia Pacific Economic Cooperation como un foro de mercados. Actualmente, el 12% de las exportaciones argentinas tiene como destino los países asiáticos. Pero hay un dato más interesante aún: el 25% de lo que Asia importa puede ser provisto por la Argentina. Esta potencialidad y la espectacularidad de la visita del presidente Hu Jintao un año atrás generaron expectativas desmesuradas e inmediatistas. Lo concreto es que el vértice económico y tecnológico del siglo XXI se habrá instalado en el Asia Pacífico y, finalmente, nuestro país ha comenzado a moverse en esa dirección. Los acuerdos con China continental, en particular, actuaron como un disparador de expectativas y temores. Para dilucidar estas cuestiones, “Río Negro” entrevistó a cuatro conocedores de los países asiáticos. Ellos son Virgilio Tedin Uriburu, director ejecutivo de la Fundación Okita; Juan Garibaldi, del Ministerio de Relaciones Exteriores; el académico Martín Horacio Barrandeguy y Ernesto Fernández Taboada, director ejecutivo de la Cámara de Comercio Argentino-China.
Virgilio Tedin Uriburu vivió durante 15 años en Japón y se desempeña actualmente como director ejecutivo de la Fundación Okita. Advierte contra las simplificaciones y conclusiones apresuradas. “Cuando miramos al Asia debemos hacerlo desde varios puntos de vista. Cuando uno ve lo que es el comercio de Asia con el mundo, una parte importante de las importaciones y re-exportaciones la dirige hacia los países más desarrollados. China tiene un componente especial que la ha transformado en la plataforma exportadora del Asia. Uno puede preguntarse: ¿cuáles son las posibilidades argentinas? Nuestro país no es una potencia exportadora. Más del 60% de nuestra composición exportadora continúan siendo productos primarios o con bajo valor agregado. Quizá eso sea un beneficio y un problema. Un beneficio, porque nos permitió mejorar la performance exportadora aunque en realidad en esto hicimos muy poco nosotros, lo hicieron los asiáticos. Ante el crecimiento de su economía, lo que nosotros hemos hecho fue acompañar su demanda. Todavía hay muy poco ingreso de productos argentinos con alto valor agregado porque continuamos centrados en los productos agropecuarios. Es una oportunidad, porque ellos están creciendo y eso está llevando a modificar su dieta alimentaria para hacerla más parecida a la de Occidente”.
“El mercado asiático existe, pero no estamos aprovechando lo más dinámico, que es el crecimiento de los ingresos y poder llegar a mercados más altos con productos de mayor valor agregado. Para hacerlo necesitamos una política propia de transformación productiva interna y una política de penetración en esos mercados, que lleva tiempo y es costosa. Hay países competitivos con nosotros, como Australia y Nueva Zelanda, que están en la propia región y hay otros, como Canadá y Estados Unidos, que han logrado instalarse de una manera sólida. De manera que transformar estas demandas de productos canadienses o americanos por argentinos va a llevar mucho tiempo. Es algo muy difícil. Yo creo que Asia es una oportunidad, pero a mediano plazo”, acota.
– El deslumbramiento que ha provocado el encuentro con el mercado chino, ¿le parece riesgoso, ya que puede derivar en una reproducción de las relaciones que tuvo Argentina con Inglaterra en el siglo XIX?
– Hay un deslumbramiento equivocado hacia China. Ellos son fundamentalmente una plataforma de exportación. El hecho es que para la Argentina, China no es una plataforma de exportación hacia otros mercados. Estamos en una situación como la de principios del siglo XIX: exportamos materias primas y luego importamos productos terminados. Desde ese punto de vista, el deslumbramiento respecto de China parece algo excesivo. Además es un mercado muy difícil de acceder. En el caso que Argentina quiera exportar productos con mayor valor, vamos a tener que pelear mucho para poder hacerlo”.
La Cancillería, particularmente, la subsecretaría de Comercio Internacional, a cargo del embajador Luis Krekler, está llevando adelante una política de integración comercial con los países asiáticos. Para este 2006 están planificando una misión a la India y Pakistán, uno de cuyos objetivos es asociar empresas argentinas con hindúes en la producción de software. Precisamente, a comienzos de diciembre último se realizó en el Palacio San Martín un “Seminario sobre Negocios con la República Popular China”. Para el ministro Juan Garibaldi, director general de Estrategias de Comercio Exterior, “la estrategia comercial de China en su relación con América Latina, entre otras cosas, apunta lógicamente a asegurar las condiciones propicias para el nuevo estadio de reformas que le son indispensables. Por lo tanto, la complementariedad (vista desde la óptica china) está sin duda localizada, aunque no exclusivamente, en articular una red de aprovisionamiento de recursos naturales funcionales a su modernización, cuyo objetivo es incluso ir acotando las asimetrías de China con respecto a Japón y Estados Unidos”. Así, en nuestras exportaciones persiste “una alta concentración en ‘commodities’”. Una de las tareas de Garibaldi es registrar la evolución del comercio internacional. “En este sentido, el crecimiento que mostraron las exportaciones argentinas hacia China posiciona a ese mercado en el cuarto lugar entre los destinos de nuestras ventas totales externas, luego de Brasil, Estados Unidos y Chile, mientras que la participación de nuestro país en las importaciones totales de nuestro socio asiático apenas alcanza el 0,6%, ubicándose Argentina en el puesto 46º entre los países proveedores de ese mercado. Esto significa que no hubo penetración en el mercado chino más allá de lo que éste se integró al mundo”.
Con un posgrado en Globalización e Integración Regional en la Universidad de Georgetown, Martín Horacio Barrandeguy es uno de los pocos académicos argentinos especializados en Asia Pacífico. Al comentar la política argentina hacia los países asiáticos, da un ejemplo inquietante. “En 1997, mientras estaba cursando una maestría en relaciones internacionales, un funcionario de la Cancillería argentina me contó que tenía disponibles cargos de 3.000 a 4.000 dólares para quien supiera algo de Asia. Esto demuestra lo reciente que es el contacto de Argentina con la región. Por muchas razones hemos crecido mirando hacia Europa. Para nosotros, Asia era una zona que se estaba cayendo del mapa en los planisferios tradicionales. El interés por Asia es novedoso y está dado por la posibilidad de venderle cosas. Otra experiencia que me ha tocado vivir es que un embajador argentino en Malasia me comentaba que la Argentina tiene relaciones bilaterales con Francia desde hace más de 200 años y con Malasia, desde hace 30. Pero nosotros le estamos vendiendo más bienes a Malasia que a Francia. Esto es lo que alimenta este despertar del interés por Asia. Es un mercado en expansión muy grande, incluso con una variación de las costumbres tradicionales. De repente, al japonés le interesa –además de beber sake– tomar un buen vino torrontés, y el país que pueda proporcionárselo va a ingresar en ese mercado”.
Es conocida la tensión (incluso las amenazas militares) que han pautado las relaciones entre China y Taiwán. Eso no les ha impedido sostener relaciones económicas fluidas. Pero en el resto del mundo las cosas son diferentes. A decir de Barrandeguy, “la Argentina tiene con Taiwán una relación muy baja, que está tergiversada por sus vínculos con China continental. A tal punto es así que hay un memorándum de Cancillería que sugiere a las provincias que las relaciones comerciales deben hacerse con China y no con Taiwán. La Argentina le vende a Taiwán los MOA, que son los productos de origen animal, y les estamos importando tecnología de punta. Las relaciones con Hong Kong tienen menos importancia aun que las de Taiwán”. Ajeno al optimismo generalizado, este académico ve más peligros que oportunidades en los acuerdos con Beijing. “Las relaciones entre Argentina y China las visualizo más que como un interés de Argentina por penetrar en Asia, como un interés de China de penetrar en Latinoamérica. Quizá le tenga un poco de miedo a este comercio con un gigante como China. Preferiría que la Argentina comerciara y tuviera relaciones con países más en su escala, como Corea del Sur, Taiwán, Malasia e Indonesia, donde hay más similitudes en las posibilidades comerciales. Nosotros nos hemos visto presionados para otorgar un estatus a la República Popular China y no hemos visto una contrapartida a este reconocimiento”.
El director ejecutivo de la Cámara de la Producción, la Industria y el Comercio Argentino-China, Ernesto Fernández Taboada, acaba de regresar de una misión comercial por Malasia, Filipinas y China, “así que tengo la temperatura del asunto. Cada vez hay más posibilidades exportadoras. El tema es que sólo vendemos soja y nada más porque la soja fue el producto que más impactó en el Asia, pero nosotros tenemos ahora una gran embestida de los vinos, sobre todo los tintos; el aluminio, la biotecnología, la tecnología nuclear para uso pacífico (radioisótopos para medicina nuclear)... incluso ahora se ve la posibilidad de que empecemos a exportar a Asia confecciones textiles pero de muy alta calidad, de muy alto valor. Esos productos irían a la alta burguesía de China, de Malasia y de Tailandia que son, obviamente, poblaciones pequeñas (pero en China, cuando hablamos de un pequeño mercado, es de 15 millones de personas) que tienen un muy alto poder adquisitivo. Quieren usar ropa diferente del resto de la población; están dispuestos a pagar por diseños exclusivos y acá tenemos unas diez marcas de ropa de muy buen diseño que ya están exportando a España y Estados Unidos. Este año vamos a tratar de introducirlos en China. Toda Asia es consumidora de maderas duras. Les interesa todo lo relativo al uso del gas en vehículos, los compresores para las estaciones de servicio para la venta de gas comprimido. Lo mismo puede decirse de los productos farmacéuticos. Y esto, sumado a la posibilidad de traer turismo en forma masiva, no sólo de China.
Estuve en Malasia y hay un gran interés en la Argentina, porque Las Leñas la compró un grupo malayo: adquirieron todo el complejo y 250.000 hectáreas en el sur de Mendoza. Hay varios sultanes de Malasia que tienen campos en la zona de Pilar, donde se practica polo. Allá, en Malasia, hay caballos argentinos de polo. Se va creando toda una corriente de interés. Ahora, cuando estuve ahí, la gente dedicada al turismo quería conectarse con empresas turísticas argentinas que pudieran armarles varios paquetes diferentes para turistas de buen nivel adquisitivo. Por ejemplo, una semana en una estancia con todo el confort y con enseñanza de montar a caballo.
El clásico circuito de las cataratas también, y turismo aventura. No estamos hablando de China sino de Malasia. En el caso de los chinos, el turismo es más masivo, vienen en grupos. También llevamos, con universidades argentinas, la oferta educativa a Asia. Queremos que vengan a estudiar español, un idioma que se está empezando a difundir en toda Asia, hacer cursos de grado y posgrado, enseñar a bailar el tango. Les interesan las escuelas de fútbol argentino. El deporte es también un gran embajador que tenemos, ya sea fútbol, básquet o tenis”.
Por Eduardo Basz
Fuente Diario Rio Negro