Las dificultades que ha tenido nuestro país para generar y difundir los conocimientos y la falta de políticas tecnológicas dirigidas a apoyar el fortalecimiento de las capacidades productivas, ha sido un obstáculo en términos de desarrollo.

Uno de los aspectos en los que se manifiesta dicha situación se presenta en el escaso valor agregado de las exportaciones agroalimentarias. El gráfico siguiente muestra, para los productos agroalimenticios, el cociente entre los precios promedio de exportación de cinco países desarrollados (EE.UU., Canadá, Australia, Italia y Francia) y el precio promedio correspondiente para Argentina. Los países seleccionados se cuentan entre aquellos que exportan bienes basados en recursos naturales y al mismo tiempo cuentan con un alto contenido de diseño, posicionamiento de marca y otros atributos que permiten caracterizarlos como bienes diferenciados.

En todas las categorías de productos agroalimenticios -commoditys primarios, productos elaborados semiprocesados y productos listos para el consumo- el cociente de precios es mayor a la unidad. Esto significa que si el indicador es mayor a 1, los precios de los productos exportados de los países seleccionados son mayores a los de Argentina.

Este mayor valor agregado incluye no solo un mayor grado de procesamiento de las materias primas, sino también actividades que hacen a la diferenciación del producto, como las estrategias de comercialización y posicionamiento de marca, la identificación por origen, el mejoramiento de los sabores y texturas, el packaging, el diseño, incluso procesos de producción limpios, amigables con el medio ambiente, etc.

Los mayores precios de exportación que reciben los países desarrollados, son en parte el reflejo de las actividades de innovación presentes en sus procesos productivos. El siguiente cuadro muestra el atraso relativo de la Argentina materializado en la cantidad de patentes per cápita y los montos destinados a la investigación y desarrollo de toda la economía en relación al PBI (gastos de desarrollo de actividades para la diferenciación de los productos, pagos por licencias de uso de tecnologías extranjeras, los gastos de adopción y adaptación de esas tecnologías, los gastos de investigación de nuevos mercados y nuevas fuentes de materias primas, etc).

La competitividad de un país depende no solamente de los factores tradicionales como la dotación de factores y los recursos naturales, sino también, y en forma incremental de la infraestructura institucional (legal, financiera, promoción de exportaciones), de la infraestructura física (transporte, comunicaciones, energía), de la infraestructura tecnológica (investigación y ciencia básica, información tecnológica, normatización, defensa de derechos intelectuales), de la regulación macroeconómica, de la política comercial, de la capacidad de negociación a nivel de país, del desarrollo de recursos humanos, etc.

La dotación de factores y los recursos naturales son determinantes de la competitividad internacional sobre todo en los productos primarios, es decir de bajo grado de elaboración, donde el uso de tecnologías que abaraten los costos, tienen vital importancia.

En cambio para los productos elaborados, la diferenciación de productos y el uso de tecnologías que aportan calidad juegan un papel preponderante a la hora de medir la competitividad. Estos comportamientos son posibilitados por las características de la competencia monopolística, donde existen economías de escala, especialización en un número limitado de productos, pero al mismo tiempo una mayor variedad de ellos para el consumo. Las tendencias hacia la segmentación del consumo de los productos de mayor grado de elaboración, tornan a la información como un nuevo factor de producción, donde el éxito competitivo depende menos de las ventajas comparativas tradicionales como recursos naturales, costos laborales bajos, y más, en cambio, de la capacidad de obtener información, la capacidad de innovación tecnológica, organizacional e institucional.

En síntesis, pasar de la exportación de productos estandarizados a productos diferenciados con mayor especialización y alto valor agregado, con calidad, diseño, marca, origen, packaging, etc., requiere contar con políticas de apoyo público al desarrollo productivo e invertir más en investigación y desarrollo, recursos materiales y humanos.

Autor: Carlos Maslatón con la colaboración de Economía Industrial del INTI, equipo de
investigación aplicada en economía industrial integrado por los “Economistas de
Gobierno”: Javier A. González (coord.), Diego Hybel, Carlos Maslatón, Gabriel Queipo y
Juan Carlos Valero.
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Fuente: Revista Saber Como - Instituto Nacional de Tecnología Industrial - INTI