Enfrentado al desafío de reconvertirse para aspirar a los mercados de exportación, el frigorífico Uriburu encontró en la carne de caballo la opción más satisfactoria. Desde el primer embarque a Rusia, efectuado en febrero, esta remodelada planta de faena mantuvo una producción sostenida y exportó ya unas 1400 toneladas.
Instalado en un pueblo de 1200 habitantes, marca el pulso económico de su comunidad y le otorga nueva identidad a sus habitantes: Uriburu es uno de los cinco frigoríficos argentinos, y el único de La Pampa, que exporta carne de caballo. No es poco, en el país que lidera las ventas internacionales del rubro.
Vedada al consumo interno por razones estrictamente culturales, la carne de caballo ofrece las mejores perspectivas en el mercado europeo, donde cada año se incrementa su consumo: tanto los restaurantes como las cocinas domésticas de Francia, Holanda, Alemania, Italia, España y Rusia tienen bien incorporado el bocado equino, más magro que el bovino y con alto contenido de hierro. En las ciudades más importantes del Viejo Continente las cadenas de supermercados exhiben cotidianas góndolas de cortes equinos argentinos, envasados al vacío, que las amas de casa han incorporado masivamente a sus dietas desde que el "mal de la vaca loca" obligó a buscar carnes alternativas.
"Pensamos que ese mercado podría ser la mejor opción para reconvertirnos luego del golpe que nos propinó el brote de fiebre aftosa", recuerda Ada Lazcoz, que hace cerca de una década adquirió esta planta, paralizada y en convocatoria de acreedores. Junto con su esposo consiguió reactivar el frigorífico, a través de la producción de cortes de ciervo, provenientes de ejemplares criados en su propio establecimiento, El Monasterio, 30 kilómetros al sur de Santa Rosa.
"Con la aparición de la aftosa se cerraron los mercados para carne de ciervo, y tuvimos que imaginar alguna alternativa. Pensábamos instalar una planta en Junín de los Andes, destinada a faena, desposte y comercialización de todo tipo de carnes, pero se frustró. Finalmente, nos decidimos por realizar una inversión específica para adaptar la planta a la carne de caballo: hasta ahora nos ha ido bien."
Lazcoz vendió El Monasterio "en noviembre de 2003 con unos 1700 ciervos incluidos" y luego realizó "una importante inversión de infraestructura en el frigorífico, con un nuevo laboratorio, en el que trabajan siete veterinarios, y un departamento de control de calidad. También hicimos modificaciones específicas, teniendo en cuenta que la habilitación para faena de caballos impide trabajar con otra especie".
Según Lazcoz, los trabajos destinados a adaptar el frigorífico para cumplir con los requerimientos de la Comunidad Europea (CE) demandaron casi un año y tuvieron tal magnitud que en algún momento sólo quedaban las paredes peladas. "Fueron necesarias muchas adecuaciones y refacciones porque los requisitos que ponen, tanto Rusia como la CE, para otorgar sus habilitaciones son muy exigentes. Pero hicimos el esfuerzo y hoy podemos comercializar en ambos mercados."
El primer embarque partió hacia Rusia el 23 de febrero de 2005, con 17,3 toneladas de cortes seleccionados de carne de caballo, y en los meses siguientes se enviaron unas 1400 toneladas más. "En julio y agosto nos topamos con un problema de estacionalidad, porque durante el verano ruso se reduce mucho la demanda y bajan notablemente los precios. Por eso viajaremos a la Feria Mundial de la Alimentación (finalizará antes de publicada esta nota), con expectativas de avanzar en el resto de la Comunidad Europea, el mercado más apetecible."
Verdadero infierno
Aunque la faena de caballos para exportación es una actividad rigurosamente controlada, especialmente en sus condiciones de salubridad, no sucede igual con la selección de ejemplares para el matadero. "El escenario de compra de animales es un verdadero infierno porque depende de mucha gente, entre los que existen varios acopiadores profesionales, pero también bohemios, gente vinculada con las carreras y una multitud de individuos dedicados a una intensa actividad marginal de captura de ejemplares silvestres en toda la precordillera argentina, desde Esquel hasta Humahuaca", revela Lazcoz.
Precisamente, de esta actividad marginal se calcula que proviene el 70 por ciento de los 250.000 caballos que se sacrifican por año en la Argentina, según datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (Sagpya) y de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca). Su origen no se encuentra controlado, aunque se utilizan guías para transporte y existen medio centenar de acopiadores habilitados en distintas provincias.
Antes de pasar a la línea de desposte donde se seleccionan sus cortes tradicionales (lomo, bife angosto, vacío, bola de lomo, nalga de adentro), los tejidos de caballo soportan exámenes para detectar triquinosis, salmonellosis, escherichia coli, y calcular niveles elevados de metales, como el cadmio. Si el cliente lo especifica, 24 horas antes de la matanza también se realiza la malleina oftálmica, un análisis para detectar pseudomona mallei o "muermo", enfermedad exótica en nuestro país.
Tras pasar por la experimentada cuchilla de los despostadores, los cortes de caballo se envasan al vacío, en cajas de 25 kilos, con sus rótulos identificatorios, y del mismo modo se empaquetan las menudencias (corazón, lengua) y vísceras (intestinos y glándulas).
Liderados por el encargado de planta, Ricardo Gómez, los empleados del Frigorífico Uriburu afirman que "un caballo para faena puede pesar entre 280 y 600 kilos, aunque para vender en Europa hay que partir de los 420 kilos", y opinan que "la mejor calidad de carne llega de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, pero el mayor número de ejemplares proviene de la precordillera".
Instalada en las afueras de Uriburu, en cercanías del barrio Zona Quintas, la planta tiene capacidad para faenar unos 180 animales diarios, y cumple con todas las disposiciones requeridas por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) para la exportación. Lazcoz cuenta que la remodelación "costó medio millón de dólares" y permitió construir "tres sectores nuevos: una playa de faena, un sector de desangrado y el puente de desollado".
Mientras dialogaba con La Nación, la titular del Frigorífico Uriburu se preparaba para viajar a Colonia, Alemania, integrando la delegación de cuatro empresarios pampeanos que participarían de la Feria Mundial de la Alimentación Anuga 2005, junto con la vicegobernadora Norma Durango y el ministro de Producción de La Pampa, Roberto Moralejo. "El mercado de la Comunidad Europea muestra la máxima calidad, mejor precio y mayor rentabilidad, y nosotros vamos a buscar clientes serios y sustentables. Hasta ahora vendimos bien en Rusia, un mercado tentador que durante julio y agosto sufre una pausa notable, a la que tuvimos que acostumbrarnos."
Lazcoz explicó que "este año, los precios de venta a Rusia oscilaron entre 1,70 y 2,30 dólares por kilogramo", mientras que el resto de Europa respeta un piso de cuatro dólares el kilo.
Una ventana al exterior
La vida del frigorífico se encuentra estrechamente vinculada con la realidad social y económica de Uriburu, "y por eso su reactivación económica, luego de una seria crisis que lo afectó, ha contribuido a mejorar la calidad de vida de nuestros habitantes", dijo Nancy Crivelli, presidenta del Concejo Deliberante de esta pequeña localidad pampeana, ubicada a la vera de la ruta nacional 5, y perteneciente al departamento Catriló.
"Cuando el frigorífico estuvo en problemas se vieron afectadas muchas familias que están directa o indirectamente vinculadas con la actividad", recuerda Crivelli, para quien, además de la evidente relación económica con la comunidad, esta firma representa una ventana abierta hacia el mundo.
"Es un orgullo para nosotros que la producción local llegue a la Comunidad Económica Europea; es una forma de que nuestro pueblo se haga conocido en el resto del mundo", concluyó.
Por Flavio Frangolini
Fuente Diario La Nación