Si es acompañado por una visión de largo plazo y políticas acertadas, el avance chino podría convertirse en una avenida para la industrialización de la Argentina, sostiene el autor. Y explica que se puede evitar la primarización con un proyecto que, aprovechando las ventajas comparativas, busque aumentar la competitividad global de la economía argentina. China parece no detener su marcha al podio de la economía mundial. Con tasas de crecimiento cercanas al 9% en los últimos 25 años, experimenta la expansión más prolongada de la historia del capitalismo.
Dos informes de Goldman Sachs y la OCDE acaban de coincidir en que, de continuar el actual ritmo de reformas, China podría seguir creciendo a tasas superiores al 7% por más de una década.
Con 1.400 millones de habitantes, China es un país inmenso, pero muy abierto al comercio y la inversión internacionales, por ello su irrupción esta destinada a tener un impacto mucho mayor en la economía mundial que el que tuvieron los tigres asiáticos.
Para el gran tamaño de la población china, la disponibilidad de recursos naturales por habitante es muy baja. China tiene sólo el 10% de la tierra arable, el 1% de las reservas de petróleo, y el 3% de la superficie forestal del planeta. Por eso el país es ya un importador neto de alimentos, con compras que podrían duplicarse en los próximos cinco años. Argentina, en contraste, posee ventajas comparativas en la producción de bienes intensivos en recursos naturales, como cereales, carnes, frutas, lácteos, y vinos. En otras palabras, Argentina y China ya son hoy economías hipercomplementarias.
Más allá de las ventajas comparativas, nuestras perspectivas en alimentos se apoyan en el impresionante aumento en la productividad del agro argentino logrado en la última década. Por ello, y por su fuerza laboral calificada, Argentina tiene una "excepcionalidad relativa" con respecto al resto de Latinoamérica. Falta, sin embargo, más promoción comercial y mejor sanidad de parte del Estado para materializar el potencial de nuestros alimentos con valor agregado en el mercado chino.
Argentina también tiene posee una capacidad única para expandir su producción minera y forestal. Si bien comparte fronteras con el país que posee las reservas de cobre más grandes del mundo, Chile, sólo el 25% de la franja andina de la Argentina esta explorada. Ya que la cordillera es la misma de los dos lados, nos falta inversión y un marco jurídico estable para destapar el potencial minero argentino. El comprador ya está, es China. Según Morgan Stanley, China consume el 20% del aluminio, el 35% del hierro, acero y carbón del planeta.
De acuerdo al WWF, China deberá importar en los próximos cinco años alrededor de 125 millones de metros cúbicos de madera sólo para satisfacer su demanda doméstica y sus exportaciones. Con una superficie disponible para la explotación forestal que es tres veces más grande que la de Chile, exportamos cinco veces menos productos forestales que el país trasandino.
Tres frentes
China ya importa servicios por 55 mil millones de dólares, con importaciones que se quintuplicaron en solo cinco años. Con una infraestructura de telecomunicaciones aún de avanzada para América Latina y mano de obra altamente calificada, sectores intensivos en empleo como el software, el turismo, los servicios educativos y la biotecnología de Argentina podrían tener también grandes oportunidades en China.
La experiencia de países con similar dotación de recursos que Argentina, como Australia y Nueva Zelanda, indica que el Estado, junto con los empresarios y las universidades, debe invertir mucho más y a largo plazo en un esfuerzo consensuado de promoción de exportaciones para hacer realidad la promesa del mercado chino.
Es preciso emprender una intensa acción interna en Argentina que apunte a tres frentes. Primero, fortalecer la infraestructura de transporte, especialmente hacia el Pacífico. Segundo, desarrollar una doble estrategia que apunte, por un lado, a atraer inversiones chinas dirigidas al sistema de transporte y la minería, el papel y petroquímica, y por el otro lado, a inversiones de terceros países, focalizadas en el desarrollo de alimentos procesados y servicios de exportación.
Y tercero, es necesario buscar políticas que permitan aumentar la capacitación y educación de nuestros trabajadores, especialmente los de menos calificación y salarios que es donde se concentrará el impacto de la irrupción del dragón chino.
La riqueza de Argentina en recursos naturales, combinada con la fenomenal oportunidad abierta por China, puede ser la base para diversificar nuestras exportaciones y aumentar su valor agregado pero solo si esta acompañada por políticas de similar dimensión, ambición y alcance que las desplegadas por nuestro país a fines del Siglo XIX, pero que apunten a atraer inversión, mejorar la infraestructura, aumentar la calificación de los trabajadores, y desarrollar economías de aprendizaje e innovación.
China, por ello, no tiene por qué ser un regreso al pasado. Con inversión de capital y un verdadero salto en los niveles educativos, nuestras ventajas comparativas pueden ser un camino hacia la industrialización. Productos como la leche en polvo, los aceites comestibles "premium", o los vinos permiten crear valor, diferenciar marca, y centralmente, son grandes creadores de empleo.
Nuestra alta complementariedad con la economía que está destinada a ser la más grande del planeta brinda una oportunidad histórica a Argentina para desarrollar una estrategia de desarrollo que, a partir de nuestras ventajas comparativas, busque aumentar la competitividad global de la economía argentina.
Por Lucio Castro. Economista especializado en Comercio Internacional.
Fuente Diario Clarín