Entre lunes y martes pasados, dirigentes de distintas entidades viajaron a Buenos Aires para acordar la posición que llevará la Argentina a una reunión que se realizará el 28 y el 29 en San Pablo, de la que participaron también integrantes de la Secretaría de Agricultura de la Nación. La reunión cobra mayor importancia luego de la información surgida de fuentes oficiales del gobierno brasileño, que indican que frenará el ingreso de vinos argentinos hacia ese país. Para la Argentina, Brasil es un mercado a desarrollar y en el cual la vitivinicultura local podría llegar a tener un socio estratégico como la propia industria brasileña y es el mercado en el que Argentina tiene un crecimiento exponencial. Si bien es cierto que partió de la nada, el avance es notorio a punto tal que es el país que más vino introduce en el mercado de ese país.
La industria brasileña está preocupada por la competitividad de los vinos argentinos, pero son conscientes de que si quieren aumentar el consumo deberán lograrlo a partir de vinos de calidad y siguiendo toda la escala de precios. La gama de vinos argentinos que más creció en ese país es la de los de precios medio y alto, mientras por otro lado, del total de vino consumido en el país sólo el 4% es argentino. Paralelamente, si se analiza lo que ellos llaman los "precios bajos" (de 6 dólares la caja) la inserción argentina es de sólo un 1% del mercado. Lo que sucede es que hay dos "ofertas": la de los vinos surgidos de uvas vitiviníferas (que son los argentinos) y los de las híbridas (los brasileños). Pero la realidad marca que hay un solo mercado, porque quienes consumen vinos de híbridas, tarde o temprano se pasarán a los de vitiviníferas.
Pero más que una posición dura de los brasileños, haciendo historia puede observarse que hubo dos actitudes. Cuando se estableció el acuerdo vitivinícola del MERCOSUR, Uruguay pidió un plazo de cinco años para permitir la inserción de vinos argentinos. Incentivó la implantación de una variedad emblemática, como es el tanat, hizo campaña a favor del consumo en el mercado interno y se abrió al mundo. Con ese esquema implementado, a Uruguay no le significó un problema demasiado preocupante el ingreso de vinos argentinos. A punto tal que actualmente las bodegas argentinas exportan hacia ese país solo 12 millones de litros.
Pero Brasil, que se tomó un tiempo de más de diez años para aplicar la norma vitivinícola, continuó con su viejo esquema. A pesar de contar con una variedad para mosto, como es la Isabella, no fabrica ni exporta mosto; tiene un stock de dos años de vinos finos en las bodegas y no ha producido ningún tipo de integración. Vivió y algunos quieren continuar con un mercado cerrado, con un consumidor cautivo. Pero se les presenta una nueva realidad: aparece una fuerte estructura de importación, a lo que se suma la presencia de un supermercadismo que ha visto al vino argentino como un negocio con alta rotación.
A pesar de las presiones de aquellos que quieren seguir viviendo en el viejo esquema, hay otros -los más- que están pensando de otra forma. Intentarían trabajar en conjunto con la Argentina en la búsqueda de dos objetivos: reducir las tasas de impuestos (en Brasil el vino paga como una bebida alcohólica y no como alimento) e implementar una campaña de consumo que intentaría llevar al vino a la mesa diaria de consumo. Esos objetivos se trabajarían en conjunto con la Argentina.
El único tema que quedaría por solucionar sería el de los precios. En este aspecto, la industria brasileña deberá tener en cuenta que la vitivinicultura argentina trabaja con una economía de escala, lo que provoca diferencias de costos a favor de nuestro país. De allí que el proceso de complementación será el que se conversará en San Pablo. Si priva la visión constructivista, los brasileños podrían ser muy buenos socios, provocando que la Argentina se encuentre mejor posicionada que otros países. En segundo lugar, la Argentina deberá hacer un esfuerzo para establecer un período de transición durante algún tiempo, especialmente en los vinos de precios más bajos (las diferencias hoy son notorias, mientras la vitivinicultura de híbridos se irá perdiendo hacia los vitiviníferos).
Luego del anuncio brasileño, habrá que esperar para establecer cuál será el futuro de la industria argentina en ese mercado.
El mercado
Por ahora se trata de versiones, surgidas de proveedores de insumos y de la propia industria, que indican que en junio y en lo que va de julio se ha producido una importante reactivación del despacho de vinos. Vale aclarar que son sólo señales, ya que aún no hay información oficial.
De ser ciertas, esto implica que las cadenas de distribución han reducido márgenes y que el hecho de que el vino de traslado mantenga un precio estable es fundamental. En este último aspecto se señaló que el blanco escurrido está rondando entre los 45 y los 50 centavos.
Los sectores atribuyen ese aumento en los despachos a dos aspectos: la presión de los supermercados por lograr mayor rotación, mientras los canales tradicionales, al observar el aumento de ingresos en la población y el acercamiento del vino a los precios de las bebidas sustitutas están aumentando las ventas. “Es posible que se recupere algo de lo que se perdió en el mercado”, dijo una fuente consultada, la que indicó que algunos importantes fraccionadores coinciden en señalar que la campaña de promoción es importante que se inicie en agosto, porque va a coincidir con un consumidor que tiene más posibilidades de compra y un cambio de imagen en el vino. “Esas parecen ser las señales”, dijo el dirigente.
De todos modos, algunos recordaron las palabras de don Raúl de la Mota, quien días pasados indicó a Los Andes que el consumidor argentino está muy racional, especialmente después de la devaluación y encuentra productos muy buenos a precios razonables, en cualquier gama y, una vez encontrado ese producto no está dispuesto a pagar un precio superior para otro producto que en calidad no vale lo que marca el precio.
“El desafío entonces es encontrar productos competitivos en toda la gama de valores, porque la gente cada vez conoce más y es mucho más exigente”, dijo el dirigente.
Hay optimismo, entonces, pero los sectores están trabajando con la mira impuesta en lo que pueda llegar a suceder en octubre, cuando se pase el peligro de las heladas y en el 2006, cuando -como se estima- ingrese la producción de muchos de los viñedos que han sido implantados o que fueron reconvertidos. “Es por eso que debemos mantener el actual punto de equilibrio, porque pareciera ser que es el que acepta el consumidor”, se indicó.
Dentro del esquema del mercado, resultaron más que interesantes los datos suministrados por el INV respecto de las exportaciones de vinos, que volvieron a aumentar en el primer semestre respecto del año pasado. Y, en ese aspecto, vale señalar una propuesta de importadores rusos, interesados en adquirir 30 millones de litros blancos escurridos. La negociación incluye que Mendoza y San Juan adquieran, a cambio, maquinaria vial para derivarlas a sus respectivas vialidades.
Según se supo, San Juan ya habría aceptado la propuesta, mientras en Mendoza la misma está a estudio. “No se trata de un trueque sino de dos operaciones independientes”, dijo la ministra Laura Montero, agregando que “todavía no hemos firmado nada, porque estamos estudiando qué tipo de maquinaria ofrecen y cuáles son los precios que quieren aplicar. Estamos interesados, pero aún falta para concretar la operación”, aclaró.
No se trata de un monto demasiado importante de vinos (constituiría un 30% del despacho de un mes en la Argentina), pero lo interesante pasa por el hecho de que Rusia renueva su interés por el vino argentino.
Por Luis Fermosel
Fuente Diario Los Andes