Sabido es que las pymes lideraron la recuperación de la economía argentina en el bienio 2002-2004, siendo los motores del consumo interno y de la inversión. No obstante, el desafío por delante demanda que estas empresas se inserten en la estrategia de crecimiento hacia afuera. La internacionalización de la operatoria pyme implica un gran desafío para el sector, lleno de incógnitas, pero también de oportunidades. Abrirse al mundo no es una tarea sencilla, máxime cuando a los archi-conocidos obstáculos que éstas enfrentan (de financiamiento, escala, informalidad, información asimétrica y carga tributaria comunes al sector en general), se le suman otros adicionales a la hora de mirar "hacia afuera".
A las tradicionales barreras se han agregado otras modernas, como ser las técnicas a la exportación que imponen normas de calidad mundialmente reconocidas (93% de las organizaciones representativas de pymes aducen que estas barreras son al menos importantes), barreras de protección ambiental, protección al consumidor, protección sanitaria, entre otras.
En particular, a la hora de exportar es indispensable certificar calidad de acuerdo con estándares mundialmente reconocidos. La famosa "Ley de Say" en economía dice que toda oferta genera su propia demanda..., y en este caso se aplica cuando la oferta es acorde a ciertos parámetros de calidad. Es estrecha la relación que existe entre certificación de normas de calidad y exportaciones de manufacturas de origen industrial argentinas.
Claro que no siempre es sencillo dar el salto de calidad, ya sea por la escasa interrelación entre entidades de vinculación tecnológica y las empresas, o por incapacidad de afrontar los costos de certificación.
Pilares sobre los cuales debe asentarse la estrategia de internacionalización.
Para que la estrategia de internacionalización de las pymes sea sustentable, es condición sine qua non la fundación de cuatro pilares estratégicos, a saber: -Cultura empresarial con liderazgo: este pilar debe plasmarse en generar una cultura de plan de negocios, que haga foco en la necesidad de planificar estratégicamente el desarrollo del negocio a mediano y largo plazos. Ello implica entender que el mercado no se limita a los límites geográficos, sino que la mundialización de la operatoria brinda un inagotable espectro de oportunidades. Para ello debe entenderse que el concepto "costo de calidad" o costo de certificación de normas de calidad no siempre se ajusta a esta estrategia. El concepto acertado, en cambio, es el de "inversión en calidad", tal como debe interpretarse. También es fundamental un cambio de rol en el gerenciamiento empresario, de la conducción tradicionalmente concentrada en las cúpulas superiores de las empresas, a otra más moderna, basada en la cooperación intra-empresa con 'empowerment' de los mandos inferiores, e inter-empresas, entendiendo que la realidad de hoy en día demanda generar una red de contactos B2B (business to business o negocios a negocios). En este sentido, debe entenderse que internacionalizar no siempre es sinónimo de pasar por aduanas.
-Acople tecnológico: íntimamente ligado al primer basamento. Este es fundamental para la internacionalización de las empresas e implica generar una cultura de aprendizaje continuo, con un flujo permanente de transferencia de 'know-how' multidireccional, que vendrá dado por un lado por la cooperación inter e intra-empresas y, por el otro, por el rol que deben jugar actores de la sociedad civil y centros de vinculación tecnológica (caso de las universidades, el INTA, el INTI, por nombrar algunos), fundamentales para dar el salto de calidad y productividad necesarios para que las pymes argentinas se acoplen a estándares y demandas internacionales de calidad. Una eficiente vinculación entre estos actores contribuirá a reducir costos de certificación, a la vez que ayudará a mejorar nuestra oferta de productos. Este pilar es primordial a la hora de avanzar en el "alargamiento" de la cadena exportadora argentina, que actualmente se trunca en la primera transformación (sólo un 22% de nuestras exportaciones se realiza en una tercera transformación).
-Sistema financiero acorde: es menester de todos los actores del sistema económico argentino (banqueros, ahorristas, inversores, consumidores) contribuir a refundar un sistema financiero sólido, eficiente y consecuente con la visión de país que se quiere desarrollar. Para ello serán fundamentales dos puntos: a) restaurar la confianza en el sistema financiero, de forma que cada una de las partes componentes del sistema asuma la responsabilidad que le compete a la hora de regenerar el alicaído círculo virtuoso ahorro-inversión-crecimiento-calidad de vida; y b) desarrollar un mercado de capitales eficiente, que incluya la eclosión de un sistema de capital de riesgo consecuente, donde interactúen emprendedores, inversores ángeles y capitalistas aventureros, tan comunes en países industrializados.
-Políticas de Estado: este basamento es tan fuerte que tiene tanto el poder de generar un efecto dominó sobre los primeros tres, dilapidando así las aspiraciones de sostener la estrategia de internacionalización competitiva, como el poder para solidificar una estructura competitiva maciza, velando por la seguridad jurídica, promoviendo culturas competitivas, controlando la carga tributaria y la dañina burocracia, a la vez que debe actuar como promotor y facilitador de prácticas asociativas que conlleven al alargamiento de las cadenas exportadoras y permitan la especialización de las pymes en nichos que no les son ajenos.
Con la construcción de estos cuatro pilares -tarea nada fácil, por cierto-, habremos sentado las bases para sostener la estrategia de internacionalización, escenario sinónimo de grandes ligas en las que se pretende competir.
Por Julián Suárez Migliozzi
Economista del IERAL de Fundación Mediterránea MBA con especialización en finanzas, San Diego, California.