Se trata de un nicho de gran potencial que exige un mercado interno consciente y la creación de valor agregado como punta de lanza para incrementar las exportaciones. Producidos de manera sostenible, cuidando la biodiversidad y la fertilidad de los suelos, los productos orgánicos (también conocidos como ecológicos o biológicos) son cada vez más reconocidos por sus cualidades en todo el planeta; ya hay más de 26 millones de hectáreas certificadas en todo el mundo y más de 14 millones silvestres (los países involucrados en el mercado superan los 100 y Australia, seguido por Europa y América latina, tiene las mayores porciones).
"La agricultura orgánica no es un lujo, sino la única solución posible para combatir el hambre y la pobreza", sostuvo Bernward Geier, director de Relaciones Internacionales de la Federación Internacional de Agricultura Orgánica (Ifoam) en el marco de la última edición de la feria Bio Fach Nuremberg, considerada como la más importante del mundo del sector orgánico, en 2004.
Según datos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), nuestro país tiene actualmente 2.800.000 hectáreas orgánicas certificadas (ocupa el segundo lugar en el ránking mundial). En estas tierras libres de pesticidas y transgénicos, la Argentina produce 47 mil toneladas de alimentos de las que se exportan casi el 90%, sobre todo cereales y frutas como materias primas. El 13% está dado por productos elaborados sobre todo jugos concentrados, aceite de oliva, hierbas aromáticas, fruta deshidratada y vinos.
Destinos
¿Hacia dónde van los productos orgánicos argentinos? El 60% va a la Unión Europea, mientras que el 12% lo hace a Estados Unidos, el 10% a Suiza y el 9% a otros destinos.
El documento "Los mercados mundiales de frutas y verduras orgánicas" de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), recuerda que en 1987 no había en la Argentina más de cinco agricultores orgánicos (sin apoyo u orientación del Gobierno, motivados solamente por la iniciativa propia).
Que el sector crece es un hecho, pero también lo es que el camino recién se comienza a recorrer. La mayoría de los productos orgánicos que se exporta no tiene ningún valor agregado y para ser competitivos esto debe cambiar.
"En la Argentina y en América latina en general está todo por hacer. El potencial es enorme, pero hay que estar atentos a lo que piden los consumidores y pensar en subproductos e insumos con valor agregado", advierte la ingeniera Laura Montenegro, directora de la certificadora Argencert.
Las grandes ferias de productos orgánicos del mundo son una vidriera, pero aquí la exposición de commodities no es lo que llama la atención. Líneas completas de jabones y productos para cosmética, mieles saborizadas o con frutas secas, todo tipo de cremas, esencias que parecen flores en sí mismas, muebles con maderas que provienen de bosques certificados, bolsas plásticas de cáscara de papa o almidón de maíz, hilados naturales, algodones perfumados o pañales totalmente ecológicos son sólo algunos de los productos que tientan a consumidores que buscan contribuir con su compra a la construcción de un planeta más sano y equilibrado.
En BioFach América Latina 2004, por ejemplo, se presentó el caso de Nora´s, el primer restaurante certificado de Estados Unidos, con un 95% de los productos certificados, incluso los manteles. De Alemania llegaron estudios que demostraron casos de restaurantes, hoteles, posadas y comedores escolares en diversos países que están ofreciendo productos orgánicos como valor agregado a sus servicios, mostrando los abordajes innovadores y las soluciones encontradas.
Según el Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO), lo que hace falta para mejorar el crecimiento es la elaboración de un plan estratégico integral en el nivel nacional para el desarrollo de la producción orgánica que incluya un exhaustivo trabajo de investigación de mercados, un diagnóstico de las potencialidades y un sistema de medición de resultados que permita la retroalimentación y mejora de las actividades exportadoras productivas en forma permanente.
Consumo responsable
La venta de estos productos ya pasó de las tiendas de herboristerías y dietéticas o ferias locales a los grandes supermercados y ventas por Internet. El producto orgánico se referencia con consumidores que priorizan su salud y la del planeta. Laura Montenegro aclara que la percepción de que "orgánico" es sinónimo de un producto defectuoso y rústico o que proviene sólo de pequeñas huertas familiares ha cambiado.
"El nuevo paradigma de «orgánico» confluye en cómo comunicar la identidad u origen del producto, sus garantías de inocuidad, presentación, cómo se produjo y se elaboró, qué precio recibió el productor y quién intervino en toda la cadena hasta el consumidor. La Argentina debe aprovechar para posicionarse e invertir en los procesos de industrialización", explica.
Y si no, preste atención a las palabras de Natalia Bruchilari, que es argentina, vive en Londres desde hace dos años y se desempeña como consultora en salud de Planet Organic (el supermercado de productos orgánicos más grande del Reino Unido, reciente ganador del premio otorgado por el Soil Association al mejor negocio sobre orgánicos).
"Aquí llegan peras de la Patagonia y vinos de San Juan. Educar al consumidor es fundamental, los ingleses, por ejemplo, están cada vez más interesados en la calidad de sus alimentos: leen todos los ingredientes en las etiquetas de los productos y se interesan por los antecedentes de las empresas que los producen: si usan packaging reciclable, si están involucradas con ONG; en el caso de productos de origen animal, se fijan en el respeto por los animales. No es sólo el producto lo que les interesa, sino también el compromiso de la empresa con el medio ambiente y la comunidad", asegura Bruchilari.
En este circuito de lo orgánico, la Argentina es un país reconocido mundialmente como productor responsable y esta fama está atada a que las normas que se manejan son reconocidas por la Comunidad Europea.
Desde la raíz
Las semillas puras y sin contaminación genética son la base de la agricultura orgánica, por eso el Concejo Deliberante de la localidad cordobesa de San Marcos Sierras promulgó una histórica ordenanza (OM Nº 349/03) que prohíbe el cultivo de semillas transgénicas en toda la zona. Esto se debe a que se está impulsando allí un Polo Educativo Orgánico con el fin de desarrollar productos sanos, de alta calidad, con mayor valor agregado y carga cultural, destinados al mercado local, regional y de exportación.
Por otra parte, en la Quebrada de Humahuaca, la ingeniera Magda Choque Vilca junto a un grupo de productores ya probó la exportación del yacón orgánico. Esta raíz andina, que tiene forma de batata, gusto a pera y se come como fruta, pasa casi inadvertida en el mercado local, pero es bien apreciada en Japón o Australia porque mejora la oferta de frutas frescas para diabéticos.
Los productores ya tienen su propia fábrica en la cual se están dando los primeros pasos en la producción de caramelos, tés y conservas de escabeche. "Hay cultivos como el yacón que tienen incorporado el conocimiento campesino y esto va más allá de sus cualidades organolépticas, tiene que ver con su valor cultural, que es su verdadero valor agregado y lo que hay que rescatar", asegura Choque Vilca.
Si bien el mercado de lo orgánico puede ser considerado un nicho pequeño en términos cuantitativos es siempre creciente y cualitativamente un mercado diferenciado.
"Como personas con la obligación de preservar la vida en el planeta, tenemos el deber de poner freno a ciertas actividades basándonos en motivos sociales y ecológicos, por muy rentables que éstas sean", afirma Vandana Shiva, ganadora del Premio Alternativo de la Paz y una de las físicas más reconocidas de la India, en su libro Cosecha Robada.
Por Andrea Méndez Brandam
Fuente: Suplemento de Comercio Exterior, Diario La Nación