Hace poco más de un mes, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) publicó un estudio sobre el impacto económico-comercial de China y las oportunidades y desafíos que ello implica para América latina y el Caribe (1). En su apéndice toma las economías más representativas de la región: Argentina, Brasil, Chile y México, y describe la visión del banco sobre las posibles consecuencias en materia industrial, comercial y de inversiones en cada uno de esos países. Del propio análisis de la evolución china, del camino elegido para su transformación estructural, "el desarrollo de las dos vías", para llegar en la actualidad a ser el tercer país exportador-importador del mundo, de haber logrado superar los US$ 1000 de PBI per cápita, dejando atrás a los países de ingresos bajos y haber sacado de la pobreza a más de 400 millones en menos de dos décadas, surgen algunas conclusiones.
En primer lugar, que estos resultados en sí formidables reconocen antecedentes en la región asiática: primero Japón y luego Corea, Taiwan y Singapur tuvieron fases de expansión tanto o más rápidas en su desarrollo industrial, de comercio exterior y upgrading productivo en lapsos semejantes -algo más de dos décadas-, pero las diferencias son el tamaño y la no acumulación de amplios saldos comerciales.
En segundo término se ve que este proceso permitió transformar ventajas comparativas: mano de obra, localización, escala para bienes públicos en ventajas competitivas dinámicas, ligado a un proceso gradual de apertura comercial y financiera que aún no ha terminado. Tercero: se abren oportunidades por las importaciones chinas en productos donde la Argentina tiene cierta presencia exportadora, aunque marca también un probable aumento de las importaciones de ese origen y como riesgo potencial, en un plazo no muy lejano, una presencia y competencia de ese país en terceros mercados abastecidos actualmente por nosotros.
Sin embargo, el análisis se centra en la necesidad de una estrategia pública-privada como una alianza para llevar adelante políticas con incentivos verticales y horizontales que promuevan nuevas actividades y sectores, mejoren la provisión de bienes y servicios públicos, den mas énfasis a la educación, apoyen la innovación sobre todo universitaria y de centros de investigación y que sirvan para promover la inversión con reglas predecibles y perdurables, y la diversificación de exportaciones apoyando los esfuerzos asociativos y la formación de clusters con potencial innovador.
No es ni más ni menos que una estrategia de desarrollo válida para enfrentar el desafío chino, pero que hace a la esencia de un debate aún ausente que, parafraseando a Dani Rodrik, implica lograr algo insustituible: "A home grown business plan".
Por Raúl Ochoa
(1) www.iadb.org The Emergence of China: Opportunities and Challenges for Latin America and the Caribbean (Marzo, 2005).
El autor es profesor del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación BankBoston. E-mail:
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Fuente Diario La Nación