México e Irlanda, dos modelos distintos de crecimiento.
Cuando se analizan las cifras del comercio mundial de las últimas dos décadas,
se observa que en el ámbito global el crecimiento fue en promedio de 2,8 veces, pero
cuando se acerca la mira se puede observar que hay casos notorios muy por encima de
la media y no todos corresponden a los nuevos tigres –y también viejos que siguen
marcando récords– del este del Asia. Aparecen así Irlanda, Portugal, España,
México y Turquía con sus exportaciones multiplicadas por no menos de cinco y en algún
caso hasta diez veces en el corto lapso de 20 años.
Conviene señalar
que toda América latina, con la excepción de México y Chile, estuvo por debajo del
promedio mundial y nuestro país, tras un resultado superior hasta 1997, se estancó
repitiendo las cifras anuales con muy escasas variaciones desde ese año a la
actualidad.
Seleccionados dos de los países con alto crecimiento
exportador y con distintas estrategias en cuanto a la forma de llegar al objetivo, como
Irlanda y México, surgen ciertas pautas comunes por tener en cuenta.
En ambos casos existieron y continúan existiendo consensos básicos que
definen políticas públicas, e instituciones para llevarlas a cabo, superando los cambios
administrativos que implican los sucesivos gobiernos de distinto signo y que, en el caso
mexicano, implicó la salida del PRI del poder luego de más de 70 años.
El de Irlanda corresponde a una estrategia de desarrollo – a home grown
business plan, siguiendo la definición de Dani Rodrik– basada en la atracción de
inversión extranjera directa a determinados sectores productores de bienes y servicios
previamente definidos (como los que poseen ventajas comparativas) haciendo coincidir
el interés irlandés con el de los propios inversores otorgando determinados estímulos.
Todo este proceso se basa en instituciones específicas (agencias de
desarrollo dirigidas profesionalmente, con capacidad autónoma y autoridad para
conceder beneficios, y responsable por los resultados) alejadas de los cambios
políticos, con instrumental proactivo y donde los cambios –cuando se producen–
aseguran los derechos adquiridos.
El esquema mexicano desarrolla su
estrategia a partir de su experiencia de debilidad institucional para instrumentos
selectivos, taylor made , y opta por políticas horizontales de promoción y un fuerte
acento en las negociaciones comerciales internacionales, donde el Nafta –pese a ser el
eje central que tiene para este esquema– es una entre todas las que emprende desde
principios de la década del 90.
Es una política exterior comercial a la
ofensiva con programas nacionales, todos referidos a la exportación: Programa de
Importación Temporal para Exportación (Pitex), incentivos para empresas altamente
exportadoras (Altex), desarrollo de empresas de comercio internacional (ECEX),
programa de desarrollo de proveedores nacionales para la exportación (Pronex) y
maquiladoras.
Este ejemplo nos sirve porque conocer las propias
limitaciones ayuda a evitar caer en lo que muy bien señala Jorge Katz cuando dice que
si un país no tiene las condiciones institucionales para llevar adelante políticas
proactivas es preferible aplicar las horizontales sabiendo que implica costos en materia
de oportunidades perdidas.
¿Dónde se ubica la Argentina en
comparación a estos dos casos?
Durante mucho tiempo se
llevaron a cabo políticas selectivas con instituciones débiles y sujetas a los cambios
políticos con mucho costo y poco resultado.
Luego, en la década del
90, se recibió inversión extranjera directa pero sin plan estratégico. Tuvieron un
impulso favorable los sectores beneficiados por la apertura y la desregulación (agro,
segmentos de la agroindustria, petróleo y gas, petroquímica, minería y forestación)
pero quedaron en el camino –desaparecidos o reducidos a la mínima expresión– gran
parte de la industria metalmecánica, textil e indumentaria, calzado y bienes de capital.
En general colapsaron los sectores mano de obra intensiva o cerebro
intensiva y esa falta de plan se reflejó claramente en la política externa, debilitando
nuestra posición en el Mercosur sin contrabalanceo con otras negociaciones efectivas.
El desafío actual de cara al frondoso calendario de negociaciones
multilaterales (OMC, ALCA, Unión Europea y Mercosur) es pasar a una postura ofensiva,
lo que implica inclinar la balanza hacia la obtención decidida de mercados, es decir, la
eliminación de barreras a nuestros productos en contrapartida de la concesión de
preferencias sobre el nuestro que es y será poco relevante en términos comparativos.
Pero esto sólo no alcanza sin una estrategia exportadora que, dado
nuestros antecedentes, quizás esté más cerca del ejemplo mexicano que del irlandés.
Lo que sí queda claro, luego de este análisis, es que no hay magia ni atajos milagrosos
sino estrategias permanentes seguidas con tenacidad, perseverancia y mucho esfuerzo
a lo largo de los años.
Por Raúl V. Ochoa
Fuente: Diario
La Nación