En octubre culminará un proceso de integración que ya lleva ocho años, donde la lucha por imponer los intereses propios es proporcional a las oportunidades comerciales que se abren. Hay mucho en juego. La asociación regional de cuatro países sudamericanos con 25 europeos tiene una lógica, pero también está supeditada a los ritmos de integración propia de cada uno de los bloques.
El Mercosur es un adolescente en esta materia (su proceso tiene poco más de 10 años) y la Unión Europea (UE) es todo un adulto: con 50 años de "unión", continúa su ampliación y avanzó en la creación de una constitución común para sus miembros.
Esto habla de las condiciones diferentes con las que cada uno se sienta a negociar y, aunque ambos tienen una meta en común, sus opiniones sobre los caminos que se deben tomar (o los obstáculos que se presentan) son distintas. Pero son tan interesantes las oportunidades, que, pese a todo, las partes comprometieron su firma.
De las siete mesas de diálogo comercial que lleva adelante el Mercosur, el acuerdo con la UE es el único con tres capítulos: uno político, uno de cooperación y el económico-comercial. Hay que recordar que el bloque comunitario es el principal inversor en la Argentina, el primer destino de las exportaciones del Mercosur y el primer "cooperante".
¿Qué están negociando? Prácticamente todo: bienes, servicios, inversiones, compras gubernamentales, solución de controversias, reglas de origen, propiedad intelectual, normas de aduana y técnicas, un acuerdo en materia de vinos, y otros sanitario y fitosanitario.
"No se comprende del todo el concepto de integración regional entre la UE y el Mercosur. En el mundo hay una tendencia a la formación de espacios económicos más grandes e interdependientes. Y en esta realidad, juntos tendremos un mayor poder e impacto. Esta es la lógica que está detrás de la integración", explicó Angelos Pagkratis, delegado de la Comisión Europea en nuestro país, durante el seminario "El Mercosur y la Europa de los 25", realizado la semana última en la sede porteña de la Universitá di Bologna.
Para Pagkratis, la UE no sólo es el primer socio comercial del Mercosur, sino que es un "ejemplo" de integración institucional, el aspecto más avanzado de uno, y más postergado del otro.
Las negociaciones con el Viejo Continente se encuentran en un "momento neurálgico". Y difícil. Sin embargo, Pagkratis les propone a sus pares ver el bosque sin detenerse demasiado en el árbol: "La dificultad es proporcional a la ambición del acuerdo", sostiene.
Al respecto, el Centro de Economía Internacional de la Cancillería (CEI) elaboró el informe "Oportunidades y amenazas del acuerdo Mercosur-UE para la Argentina". Allí se señala que "las oportunidades fuertes de incremento de las exportaciones se encuentran en los productos donde, además de un arancel elevado, existe complementariedad", es decir, coinciden "la especialización exportadora argentina y la especialización importadora comunitaria".
Mayores posibilidades
Esa "coincidencia" consiste en compras europeas por 13.400 millones de dólares, de las que hoy la Argentina provee el 8%, lo que representa 1200 millones de dólares (ver infografía). Muchos de los bienes con mayores posibilidades son, a su vez, "productos sensibles para la UE", por lo que cuentan con protecciones arancelarias, no arancelarias y ayudas internas. En este punto es donde "el Mercosur concentra sus reclamos para que la UE abra su mercado, mediante desgravación de aranceles, preferencias arancelarias o cuotas preferenciales", añade el documento.
"Hoy, hablar de cuota no es mala palabra en la negociación. Nos dimos cuenta de que era ilusorio pensar, desde el Mercosur, que iban a modificar la Política Agrícola Común (PAC). Los subsidios se tratan en la OMC. Lo que sí no podemos aceptar son exportaciones subsidiadas mientras nosotros pedimos más acceso al mercado", explicó María del Carmen Squeff, consejera de la Subsecretaría de Integración Económica Americana y Mercosur, de la Cancillería. "Lo que no le gusta al Mercosur -añadió- son los montos de cuotas ofrecidas hasta ahora; es poco para nosotros."
Aquí es cuando los ideales parecen desplomarse. En la última oferta de bienes, intercambiada en mayo último, "el Mercosur hizo un gran esfuerzo y puso sobre la mesa el 88,2% de las importaciones, o sea que a 10 años liberaliza todo su arancel, que es la única protección que tiene el bloque", dijo.
Además, recordó que el Mercosur negocia sobre la base del arancel "aplicado" (que oscila entre el 0 y el 20%, salvo en el sector automotor, que llega al 35%) y no con el "consolidado en la OMC, que es del 35%. De entrada, el Mercosur da la diferencia entre el 35% y el arancel que aplica". Aunque Squeff reconoció que en la propuesta mejorada de la UE se incluyó la lista E, que es lo que más le interesa al Mercosur, deslizó que en la categoría de desgravación inmediata (incluye el 67% de las exportaciones del Mercosur) "¡un 57% de esos productos ya tienen hoy el 0% de arancel!".
Pagkratis, a su turno, reclamó que "si no se ve el interés común en el largo plazo, no se harán sacrificios en el corto plazo", y señaló: "No queremos un espacio de libre comercio más, esto es una asociación. La UE le presentó la oferta más ambiciosa al Mercosur, sobre todo en lo agrícola. No digo que es suficiente. Pero pedimos más apertura en bienes industriales y servicios". Y la palabra clave aquí es "inversiones". Al respecto, el embajador de Italia en nuestro país, Roberto Nigido, señaló que "si la Argentina piensa que el futuro está en la agricultura está muy equivocada. El futuro está en el desarrollo de las industrias y de los servicios. Y esto se logra con inversiones. Por eso, nuestro interés es lograr una integración productiva para tener más productos que ofrecer juntos en el mercado mundial".
Para Pagkratis, a esa instancia se llega con "ciencia y tecnología aplicada a las pymes", un punto de fuerte cooperación europea en la Argentina, como lo prueba el reciente acuerdo suscripto con el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), que persigue, justamente, una nivelación hacia arriba en la calidad de una canasta de productos que van desde los alimentos hasta el software y la mircroelectrónica.
Ahora habrá que ver cómo responde la Unión Europea en lo que hace a las barreras. Según el informe del CEI, "los aranceles de la UE son prohibitivos en varios productos; en carnes pueden llegar al 236%, en cereales al 179% y en lácteos al 146%".
Ayudas internas
Los subsidios, descartados en esta negociación, pesan. Con ellos, los ingresos promedio de los productores son en un 60% superiores. "Este margen de beneficios sube al 387% en carne vacuna, 93% en leche y 85% en trigo", se amplía.
Aquí es cuando la trama de la historia se hace más compleja, porque la decisión sobre los subsidios está en manos de más de los 120 países que se sientan en la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Por Emiliano Galli
Fuente Diario La Nación