En el Nuevo Mundo se planteó la problemática del etiquetado, en razón de que no se habían producido nuevos avances después de la reunión de Chile. Cabe recordar que en ese aspecto, los países que tienen mercados interesantes, como Estados Unidos y Canadá, tenían una visión absolutamente opuesta al espíritu que había forjado el grupo y que había hecho que la Argentina firmara el acuerdo. En esencia, la Argentina exigía que así como ella acepta el reconocimiento mutuo de prácticas enológicas, los países “grandes” aceptaran una sola práctica de etiquetado.
Nuestro país plantea que en un solo campo visual, como es la etiqueta, aparezcan las cuatro premisas básicas: definición de producto, marca, variedad y grado alcohólico.
En la posición argentina, que fue relevante, tuvo mucho que ver el trabajo desarrollado por Alberto Martínez Góndora, un hombre designado por la Cancillería y por Enrique Thomas, titular del INV. “Fue una posición protagónica”, dijo un dirigente del sector privado, agregando que “exigimos de antemano que era necesario tener una sola etiqueta ante distintos mercados. Planteó también que ante posiciones duras, como las de Canadá y Estados Unidos, se revisara ‘todo’ el acuerdo, lo que preocupó a los americanos del Norte”. Canadá intentó contragolpear, planteando que se les reconociera el nombre “ice wine” (vino frío) a lo que la Argentina se opuso.
“La reunión tomó un cariz muy duro y ante ello la Argentina dobló la apuesta. Dijo que estaba dispuesta a abrir el acuerdo, pidiendo la incorporación de ‘vino natural’, que no tiene ningún tipo de agregado de azúcares que no fueran de la uva, lo que erizó la piel de muchos”, dijo la fuente consultada.
Paralelamente, nuestro país exigió la rediscusión del tema de los orígenes. Otros países (incluyendo a Australia) pretenden colocar como origen el lugar del embotellado, pero no el origen del vino ni de las uvas, apuntando a un modelo que perjudica a las empresas argentinas. Porque hay grandes marcas que pretenden colocar “vino australiano” a caldos comprados en otros países.
En el discurso final, la Argentina ratificó que, así como reconoce prácticas enológicas de otros países, exige como contraprestación el respeto al etiquetado y la unificación de trámites legales y burocráticos. “El foro quedó marcado y esperamos que los grandes países que pretenden liderar modifiquen su posición”, se indicó.
A nuestro país también le fue muy bien en una reunión de la que participaron representantes del Viejo Mundo (Francia, España, Italia, etc.). “En los hechos fue el encuentro de los dos mundos y constituyó una reunión de la vitivinicultura mundial”, se indicó.
En el día previo a la reunión, el embajador en la Unión Europea, Jorge Remes Lenicov les había anticipado a los delegados argentinos que Europa había dado un golpe de timón muy fuerte en sus relaciones con el Mercosur. Inclusive quiere cerrar el acuerdo de libre comercio antes de noviembre, en razón de que a fin de año se incorporarán diez países del Este a la UE, lo que provocará cambios políticos.
Además, los europeos han advertido la importancia estratégica de la Argentina. Porque es un país “tradicional” con mercado interno y que, a la vez, está incluida en el Nuevo Mundo. De manera tal que estaba en el centro de la lucha de modelos.
Ya en la reunión, Joel Castagni, una de las máximas autoridades del vino en el viejo mundo, anticipó que la industria europea quiere un “rápido” acuerdo con la Argentina. Castagni dio luego su visión del comercio mundial. Destacó que hay varios problemas en el mundo que es necesario resolver. En primer lugar, dijo que no todos estábamos sentados en una misma mesa, indicando que no serviría de nada hacer un acuerdo de etiquetado en el Nuevo Mundo, si tendrían que hacer una etiqueta distinta para Europa y para qué hacer un reconocimiento de prácticas enológicas si después cada país del foro firmaba una lista distinta con Europa.
“Nosotros comprendemos lo que pasó en la OIV y somos tan críticos como ustedes de lo que está pasando. La OIV es un organismo que debe revitalizarse, cambiar y convertirse en un foro mundial”, dijo.
Castagni señaló también que el comercio mundial se está fragilizando, por la aparición de profesionales, yuppies y empresas que comienzan a tener bodegas y vender sin tener el mínimo conocimiento del negocio. “Esto está fragilizando el mercado”, señaló, destacando que esas iniciativas terminan siendo carne de cañón de las grandes cadenas de distribución.
Posteriormente destacó el protagonismo de la Argentina. Dijo que se está “sobre plantando” viñedos en el mundo y que pronto habrá una guerra de precios porque habrá excedentes por una implantación indiscriminada sin tener una visión de mercado. “El único país que ha hecho las cosas serias es la Argentina porque ha mantenido los equilibrios, diversificando y evitando los sobre stocks, sin subsidios y sin empeorar la situación del mercado mundial”. Dijo entonces que había recomendado al ministro de Agricultura francés que estudiara el esquema vitivinícola argentino.
Por su parte, Viñas de Chile destacó que la Argentina es el país que ha tenido la tasa de crecimiento en exportaciones más importante en el mundo. Esos aspectos permiten a la Argentina posicionarse en las decisiones que se toman a nivel internacional y “ahora podemos discutir de igual a igual” se indicó.
El tema final del comentario para la situación planteada con los cupos para mosto. Según se supo, hubo algunos mosteros “pícaros” que cedieron o vendieron mosto a las bodegas de vinos de mesa y ahora faltan para los vinos finos. “El único que hizo las cosas bien fue Cartellone”, dijeron desde distintas entidades que nuclean a las bodegas.
Frente a la situación planteada y para evitar inconvenientes, desde el Fondo Vitivinícola se anunció que se va a flexibilizar la transferencia del incentivo a las exportaciones para que los vinos finos no se vean perjudicados. Y, para el año próximo, habría un fuerte seguimiento a la “actitud” de los mosteros.
Por Luis A. Fermosel
Fuente Diario Los Andes