Daniela Noaín integra el grupo de científicos argentinos que liderados por el doctor Marcelo Rubinstein han creado un tipo de ratón transgénico, llamado Th-Cre, que por las modificaciones genéticas a las que fue sometido despertó el interés y los pedidos de reconocidos laboratorios de Estados Unidos y Gran Bretaña. "Un ratón transgénico es aquél al que se le pone un gen extra, que no le es propio. Así se puede hacer un animal al que se le puede mimetizar un tipo de enfermedad y leer qué le pasa, cómo lo puedo curar para ver si de esa manera después puedo curar al humano", explicó a AP Rubinstein, científico del Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (Ingebi).
El equipo de Rubinstein desarrolló un tipo de ratón con sus sistemas cerebrales alterados, que imitan patologías neurológicas y psiquiátricas como el mal de Parkinson, el déficit de atención con hiperactividad (ADHE por sus siglas en inglés) y la esquizofrenia.
"Es un ratón que no tiene interés en sí mismo sino que es una herramienta para ingresar mutaciones en otro ratón... Yo puedo hacer una mutación en algunas neuronas o células de su organismo y mantener intactas otras", dijo el especialista.
El trabajo fue publicado en agosto de 2003 en un banco de datos especializado y al poco tiempo cayeron los pedidos de distintos centros de investigación, mayormente de Estados Unidos.
El primero en mostrarse interesado en ese país fue el Instituto Nacional de Genoma Humano, que recibió en octubre el primer paquete con ocho ratones.
Ésa fue la primera vez en que Argentina exportó animales modificados genéticamente.
Luego se sumaron otros centros y universidades estadounidenses y el Instituto de Investigación Oncológica en Gran Bretaña.
Debido a las exigentes medidas de seguridad que rigen en todo el mundo para el intercambio de material orgánico, los animales son transportados en una caja especial, con compartimentos individuales y filtros que previenen el pasaje de elementos contaminantes.
Pero los científicos del Ingebi --único laboratorio argentino que produce ratones transgénicos y el segundo en Sudamérica junto a Brasil-- no reciben dinero por sus "mascotas" ya que en el ámbito de las universidades y centros de investigación sin fines de lucro el intercambio de reactivos y materiales es sin cargo.
El descubrimiento de estos investigadores, que en su mayoría no superan los 30 años, se vuelve doblemente meritorio en un país en el que el desarrollo de la ciencia hace años se ve postergado y que sufre una verdadera "fuga de cerebros" al exterior en busca de mejores oportunidades.
"Somos un país, científicamente hablando, muy chico. Pero tenemos algunos laboratorios en los que tratamos de mantener un cierto nivel de calidad internacional. No es fácil porque el Estado argentino no ha hecho contribuciones como para llevar a los científicos locales a un alto nivel", reconoció Rubinstein.
Pero él y su equipo no bajan los brazos y ya están trabajando en otros proyectos: profundizar la relación entre los genes y las conductas complejas y perfeccionar el desarrollo de ratones para estudiar el déficit de atención con hiperactividad, una enfermedad que afecta a los niños.
Fuente: The Associated Press (AP)