La idea de Adelaida Elizalde, fue siempre tener un proyecto propio. Un día, haciendo zapping, encontro un programa en el que hablaban de la exportación de caracoles, cuenta Adelaida. Justamente tres meses antes había viajado a Francia donde unos amigos le habían hecho probar los caracoles. "Esto es lo mío", se dijo. Antes de poner manos a la obra, dedicó tres meses a investigar. Recorrió facultades, hizo algunos cursos y consumió horas y horas en Internet.
"Hace dos años y medio todavía no había mucha información en el país ni existía ninguna entidad gubernamental involucrada. El Inta recién estaba empezando", recuerda. Hasta ese momento, el Senasa consideraba al caracol como una plaga.
Hay varias formas de cría. Ella arrancó con la extensiva, que se hace en el campo, aprovechando unas tierras de su tío en Ayacucho. Con este método los caracoles tardan 18 meses en criarse.
Hoy Elizalde junto a Federico Escobar, usan el método mixto que combina la nursery con el campo. Los caracoles recién nacidos se quedan bajo techo hasta que pesan cinco gramos. Recién ahí pasan al aire libre.
La nursery funciona en una casa prestada en Cañuelas, con un cuidador que vive allí. En la incubadora, los bichos tienen la humedad y temperatura ideales lo que acorta los períodos de reproducción. El día 20 están despidiendo huevitos y a los dos meses ya se pueden reproducir de nuevo. Al estar en un ambiente controlado se saltean la hibernación.
Cada mes, venden entre cien y doscientos kilos a una procesadora que luego los exporta. Hasta hace poco, el Senasa autorizaba a vender al exterior sólo a una planta que está en Quequén pero hace dos meses le dio permiso a otra procesadora.
El precio de venta por kilo es de 5 pesos en la Argentina y 5 euros en Europa. A pesar de que hoy en día en algunas pescaderías se pueden conseguir caracoles, el mercado local todavía está muy lejos del europeo. "Allá el consumo per cápita es de un kilo por año y sólo producen el 40 por ciento de lo que comen".
"Decidimos hablar con empresarios europeos para ver si era tan cierto eso de que hay tanta demanda". Al final "hicimos contacto con una empresa española que nos pidió diez toneladas por mes y otro tanto nos pasó en Francia". Una cantidad imposible, por ahora. "Quedamos en volver a hablar cuando pudieramos cumplir".
"Es que para exportar individualmente a Francia ese país exige continuidad, calidad y cantidad. Como mínimo diez toneladas por mes, que son un millón de caracoles, es decir, un container lleno".
Por ahora, deben conformarse con venderles a las dos procesadoras. Pero "nuestro plan de acá a dos años es independizarnos y exportar nosotros, convirtiéndonos en acopiadores".
Y dicen que hasta que no vean el producto en un supermercado en Francia no paran. Para cumplir su sueño, están buscando un socio que aporte los 55.000 pesos que necesitan. Por lo pronto, acaban de ganar el segundo premio en el concurso de la UADE Plan de Negocios Anuales, con 10 mil pesos de premio.
Estos animalitos tienen unas cuantas peculiaridades que Adelaida y Federico ya conocen bien. Dicen que, contra lo que muchos piensan, son veloces y, además, expertos en fuga. Por eso las mesas tienen un cerco con seis voltios.
"Son bichos de costumbres. En cada mesa entran 2.500 caracoles. Si ponemos cincuenta caracoles más se empacan y no se mueven. Se estresan y no se aparean. Cuando sacamos los que sobran, retoman su ritmo".
"Son fieles y leales. Me encariño con los reproductores y a algunos los identifico", dice Adelaida.
Y cuenta que cuando hicieron una degustación, tuvo que hervir a algunos de sus caracoles, algo que la hizo sufrir "como una marrana".
Fuente Diario Clarín