Que falta para que aumenten las Exportaciones
Si alguien pensaba que porque el dólar pegó un salto espectacular se iba a producir un boom de las exportaciones argentinas, está totalmente equivocado. A nueve meses de la devaluación, las ventas al exterior no muestran crecimiento. Por el contrario, según los últimos datos del Indec, en los primeros ocho meses del año los envíos al exterior bajaron ocho por ciento en dólares comparados con igual período del año anterior, mientras que el volumen se mantuvo casi estable con una disminución de uno por ciento.
¿Qué sucede? Las explicaciones son varias y se entremezclan cuestiones internas y externas. Pero lo cierto es que lo único favorable a la exportación es la disparada del tipo de cambio. Aunque esto es sumamente importante y ayuda mucho, todas las demás variables están jugando en contra: inestabilidad macroeconómica, incertidumbre respecto al valor futuro del dólar, ausencia de financiamiento, estancamiento de la economía mundial y ruptura de la cadena productiva. “No alcanza con tener un tipo de cambio alto para que las exportaciones crezcan”, señala en ese sentido, Carlos Pérez, de Fundación Capital.
Por otra parte, hay que considerar que, si bien el efecto de la devaluación en las importaciones puede ser instantáneo, en el rubro exportaciones el impacto se hace esperar porque los negocios no aparecen de la noche a la mañana. “La experiencia en los países que devaluaron es que las exportaciones pegaron un salto recién después del segundo año”, apunta el economista Ramón Frediani. Esto sucedió tanto en México como en Brasil y Rusia, para nombrar los últimos ejemplos.
Es que para exportar se requiere un período prolongado para hacer conocer los productos en el exterior y para convencer a los nuevos mercados.
En estas negociaciones hay un tema que está atentando contra la concreción de las operaciones: la mala imagen del país en el extranjero luego de la declaración del default y la inestabilidad social, política y económica.
Los potenciales clientes extranjeros se preguntan si las empresas argentinas serán capaces de cumplir con los pedidos que les efectúan. Esa falta de confianza es difícil de revertir en el corto plazo y sólo firmas reconocidas, que tienen una trayectoria en el comercio exterior, pueden concretar operaciones en forma fluida.
La demanda no ayuda
En el ámbito internacional, también existen variables exógenas que son adversas a un crecimiento sostenido de las exportaciones.
Básicamente, la economía mundial no muestra el vigor de años anteriores: por primera vez en 20 años, el comercio mundial retrocedió 1,5 por ciento en 2001. Y el FMI prevé que este año sólo crecerá 2,8 por ciento. “La locomotora que era Estados Unidos ha desaparecido”, sintetiza Pérez.
Para peor, la situación de Brasil es muy comprometida: además de la devaluación del real (que reduce la ventaja del país en el tipo de cambio) está la recesión, la alta incertidumbre y los problemas macroeconómicos que hacen temer por otro default en la región.
Este tema no es menor, ya que el principal socio del Mercosur es también el comprador más importante de los productos argentinos. “La caída en los combustibles obedece, básicamente, a las menores ventas a Brasil”, explica Elvio Baldinelli, director del instituto para el desarrollo de las exportaciones de la Fundación BankBoston.
¿Y por casa?
Pero el factor con mayor peso, que está atentando contra un crecimiento palpable de las exportaciones, es la situación interna. Aunque estén dadas las condiciones como para que en el corto plazo muchas empresas puedan concretar negocios, no todas están listas para lograrlo.
En este sentido, las empresas se tropiezan con una barrera a veces insalvable: la falta de financiamiento. “Se destruyeron los instrumentos de prefinanciación y posfinanciación de exportaciones”, explica el especialista Carlos Kesman.
Lentamente, están apareciendo algunas opciones por fuera del sistema bancario como fideicomisos o créditos con garantía de los papeles de exportación, en los que intervienen bancos extranjeros que están fuera del país. “Si hubiera prefinanciación, las exportaciones este año podrían haber sido un 20 por ciento más”, dice Frediani.
Además, el costo del dinero en un país sin sistema bancario está sumamente elevado (arriba del 50 por ciento), lo cual quita rentabilidad a cualquier operación que se realice.
Pero, también, muchas firmas productoras se encuentran ante la imposibilidad de recomponer la cadena productiva. Algunas tenían proveedores externos que se cayeron por el costo del dólar, y desarrollar a fabricantes de insumos locales lleva su tiempo. Lo mismo sucede para aquellos que quieren recomenzar con alguna actividad que ahora es competitiva.
Un poco de certidumbre.
En el mediano plazo, la incertidumbre es un factor que atenta contra las ventas externas. Es difícil que una empresa se decida a programar la producción futura si no hay un horizonte relativamente cierto.
Y hacia adelante nadie sabe cuál va a ser el valor del dólar y si va a seguir siendo conveniente para exportar.
“La estabilidad del tipo de cambio es fundamental. La evidencia demuestra que cuando es estable, las exportaciones crecen y cuando hay turbulencias, no”, apunta Gustavo Scarpetta, docente de Comercio Exterior de la Universidad Nacional de Córdoba.
Según Frediani un dólar alto debe ser consecuencia de una política deliberada y no el “resultado involuntario del colapso económico”.
Y, justamente, la cuestión política es una falencia en el país. A diferencia de Chile, donde hay un organismo que centraliza las decisiones y realiza una acción deliberada en el exterior para abrir nuevos mercados y productos, en la Argentina existen numerosos esfuerzos dispersos y no hay una política deliberada de promoción de ventas externas.
Fuente: La Voz del Interior