De librero a productor de aloe vera, Wálter Ríos está abocado junto a su familia a producir una hectárea de aloe vera barbadiensis, cuyo valor en el mercado internacional es de diez centavos de dólar el kilo de hoja. Cada planta da de seis a siete kilos por cosecha y se pueden hacer hasta tres cosechas anuales. En una hectárea se pueden plantar unos 12.000 ejemplares.
La variedad que cultiva -según insiste en remarcar- es “aloe vera barbadiensis mitrimorfis”, por esas cosas inexplicables con que la ciencia decide nombrar a las plantas.
“Esta es la mejor. Algunos insisten en la ‘miller’ o la ‘saponaria’, pero la mejor es ésta”, asegura Wálter mientras nos invita a mirar una por una las plantas en el día de más calor del año, cuando la arena propia de los suelos de la localidad parece clamar agua, convidando una insoportable sensación de sed.
“La pulpa es muy buena para la gastritis y las úlceras”, agrega la esposa de Wálter, aprovechando el instante de silencio que el entusiasmado productor usa para respirar, para meter su bocadillo y recitar las propiedades de la planta.
Básicamente, esta variedad, según explican en familia respaldando su experiencia con libros que ocupan la mesa, es útil para la medicina, la cosmética y aun como comestible.
“Es un poquito amarga, pero en una ensalada encaja bien con otras hortalizas y verduras. Yo me curé la gastritis comiendo esto”, asegura Wálter mientras ingiere un pedazo de pulpa sin condimentar que acaba de arrancar de una planta, al que previamente le ha quitado la piel.
El capital inicial que poseen son 300 plantas que les darán los “hijos” suficientes para ampliar la producción que nació como un hobby y que hoy promete ser su medio de vida. Las hojas de esta planta, originaria de Africa, se venden en el mercado internacional a diez centavos de dólar el kilo de hoja, es decir que en una hectárea se podrían lograr volúmenes que rondarían una suma en bruto de entre 8.000 y 20.000 dólares por año. Asimismo, explican que los primeros 18 meses no hay producción, pero que luego la misma es continua, alcanzando el máximo de propiedades medicinales después de los 3 ó 4 años.
Según Wálter, una hectárea -exactamente la producción que pretende encarar- da entre 80 y 200 toneladas anuales de hojas.
Pero no todo es a favor. La planta sufre mucho y corre el riesgo de secarse si recibe el sol en forma directa. Tampoco soporta las heladas, razón por la cual Ríos y su familia piensan instalar algo parecido a un invernadero que les permita defender a las plantas de las heladas en invierno y cuya estructura -a la vez- les sirva para brindarles sombra a través de paños de “mediasombra negra” en el verano.
“A mí me dijeron cuando empecé que eso acá no iba a andar y acá está la prueba de que sí anda. Empecé con una planta y tengo 300 con sus respectivos hijitos. Es que si en este país nos pusiéramos a laburar todos y se apoyaran los emprendimientos productivos, “los pasillos municipales estarían desiertos”, dice con bronca, provocando la pregunta que inmediatamente le dará la posibilidad de decir que no ha podido conseguir financiación.
Wálter, su familia y otra familia amiga compraron una chacra a tal fin, pagando interminables y sufridas cuotas para poder dedicarse a esta producción. Luego, sumando monedas y gracias a una iniciativa de la cámara de productores, lograron arar y dejar la tierra casi lista para poner allí las plantas. Atrás quedaron los tiempos de librero, a tal punto, que vendió su negocio para acceder a la chacra y producir. Antes, se dedicó a la lumbricultura, pero tampoco consiguió apoyo. Nada lo para. Es que a los sueños los defiende con pasión; así como a un amor no lo mata la distancia, tampoco son los obstáculos los que pueden apagar la pasión por producir.
Una verdadera joyita
El aloe vera es una de las más de 250 especies de aloe conocidas. Es una planta suculenta perteneciente a la familia de las liliáceas.
Vive en zonas desérticas o semidesérticas, aunque su medio preferido es el clima templado con escasas precipitaciones.
Sus hojas carnosas son capaces de acumular gran cantidad de agua, pudiendo aumentar de tamaño hasta alcanzar un largo de más de 50 centímetros y un considerable grosor.
Para evitar la evaporación, en las horas de sol cierra sus poros. Estas reservas son almacenadas y consumidas lentamente cuando las lluvias escasean, pudiendo volver a perder el tamaño, la consistencia e incluso sacrificar algunas de ellas para sobrevivir el resto de la planta. Es una auténtica superviviente, preparada para las condiciones más duras... o casi.
Mucho se ha investigado acerca de la composición del aloe vera en busca de un principio activo que fuera el responsable de su acción terapéutica, pero los actuales métodos de análisis sólo pueden confirmar la presencia de elementos elegidos previamente. De esta forma, cuando se pensó que el aporte vitamínico podía ser la causa de sus efectos, se constató que el aloe vera contiene cerca de una decena de vitaminas, pero no en unas cantidades que la destacaran notablemente entre otros productos conocidos. Se siguió investigando una diversidad de elementos, encontrando numerosos de cada tipo y en cantidades nada despreciables, aunque ninguno de ellos sobresaliente en sí mismo. La cantidad y variedad de componentes encontrados en el aloe vera no han sido hallados en las especies vegetales estudiadas más complejas y todavía hoy se continúan los estudios sobre su composición molecular, arrojando nuevos resultados.
Este hecho conduce a la conclusión de que es la sinergia de todos los componentes de la planta la que produce efectos no igualados por ningún otro producto conocido, haciendo la naturaleza de él el mejor cosmético: 100% natural, 100% vegetal.
Fuente Diario Rio Negro