Los argentinos solemos indignarnos al comparar la
profunda crisis del país con sus numerosas riquezas naturales. Tampoco podemos creer
que dos millones de argentinos pasen hambre en la tierra de los granos y las vacas. En
el resto del mundo también se sorprenden. Sin embargo, "para salir de la crisis
no basta con ser el granero del mundo", aducen los docentes Jorge Chirife, miembro de
la Academia Internacional de Ciencias de la Tecnología de la Alimentación, y Hernán
Marini. En un reciente trabajo de investigación, ambos profesores de la Universidad
Católica Argentina (UCA) reclaman una "revolución alimentaria", es decir, que el país
deje de exportar tantos commodities (materias primas) y se concentre en la venta de
alimentos diferenciados, con marketing.
Consideran que así el complejo
agroalimentario podrá contribuir con la recuperación de la economía argentina,
necesitada de las divisas provenientes de la exportación.
Entre 1994
y 2000, las exportaciones de alimentos apenas crecieron y se mantuvieron en un
promedio de US$ 11.500 millones. Si en 1994 las ventas externas del sector
representaban casi el 55% del total de las de la Argentina, en 2000 sólo representaron
el 40 por ciento. "Si exportar es parte de la dinámica de crecer, el sector alimentos en
los últimos años no se ha destacado", señala el informe de ambos especialistas.
Los profesores de ciencias agrarias advierten también que el 71% de
los envíos del sector al exterior son commodities y cuasi-commodities (harinas y
aceites).
Los grandes compradores de estos productos los utilizan como insumos
para la elaboración de alimentos con mayor valor agregado. El informe recuerda que, de
los US$ 906 millones de aceite de soja exportados en 2000, sólo el 3,2% fue refinado.
"Los precios de exportación de los alimentos en los cuales la
Argentina ocupa un lugar de relevancia en el contexto internacional son de bajo valor
agregado", advierten los analistas (ver cuadro). Los cereales y las oleaginosas
costaban en 2000 menos que US$ 400 por tonelada.
En cambio, los
alimentos exportados con mayor precio cuentan con una baja participación en el
comercio mundial.
Por ejemplo, las exportaciones argentinas de carnes procesadas
representan el 1,3% de las mundiales, mientras que el valor de su tonelada asciende a
US$ 2770. Algo similar sucede con los envíos argentinos de filet de merluza congelado,
que suponen el 1,6% de los totales, pese a que cada tonelada cuesta 1800 dólares.
Chirife y Marini recomiendan agregar un valor simbólico a los
productos argentinos. "Sólo los cortes de carne de la cuota Hilton (enviados a la UE)
han alcanzado ese valor simbólico en el nivel internacional", alegan. "No debemos
aspirar a seguir siendo el granero del mundo, sino el supermercado del
mundo."
Fuente: Diario la Nación