Las empresas locales intentan colarse en el mercado mundial con
productos de calidad para consumidores de altos ingresos .
Se espera en el 2002
un aumento de US$ 300 millones en las exportaciones de las pymes.
Una
filigrana de William Morris, el mayor diseñador inglés durante la revolución industrial,
ilustra la etiqueta de cada una de las 35 mil botellas que elabora la bodega Conalbi
Grinberg cada año.
La elección no es casual."Morris fue una de las voces que se
alzó contra la producción en masa", explica Pablo Conalbi, socio gerente de la bodega.
"El defendía el art-and-craft, es decir, el arte como oficio. Y eso es lo que hacemos
nosotros desde hace un año".
La pequeña empresa mendocina que
fundaron Pablo Conalbi y Sergio Grinberg sólo elabora vinos de altísima calidad. Por
ahora, sus productos pueden adquirirse exclusivamente en algunos restaurantes de
Nueva York y Londres. "Nacimos pensando en la exportación", explica Conalbi. "Y,
aunque la inversión inicial no superó los 400 mil dólares, el crecimiento de la bodega no
se detiene un minuto. Todavía no hace un año que empezamos y ya llevamos unos 200
mil dólares exportados".
El caso de Conalbi Grinberg no es la excepción.
Según un estudio que realizaron conjuntamente la Universidad de Bologna y la Unión
Industrial Argentina (UIA) sobre un universo de 4.000 pequeñas y medianas empresas
industriales (pymis), el nivel de apertura a las exportaciones en este sector es casi tan
alto como el de las grandes industrias.
"No existen grandes diferencias
entre el nivel de apertura externa de las pymis y el de las grandes empresas", explica
Vicente Donato, vicedirector de la Universidad de Bologna. "El problema es que pocas
empresas participan de manera estable del negocio exportador".
Si bien
no hay cifras precisas, Donato estima que en todo el país hay alrededor de 14.000
pymis, de las cuales 3.500 son exportadoras. Claro que sólo 800 lo hacen en forma
activa. El año pasado, estos emprendimientos vendieron en el exterior unos 2.500
millones de dólares, y para este año se espera que esa cifra crezca a 2.800 millones de
dólares.
Según el estudio, la dinámica de las firmas en el sector
exportador muestra que las empresas que se mantuvieron estables durante los últimos
cinco años vendieron al exterior aproximadamente el 20% de su facturación, y que el
número de empresas que se sumó al negocio fue superior al número de empresas que
se alejaron de él. Esto, de alguna manera, constituye un síntoma de vitalidad
microeconómica.
"En la Argentina, más allá de los grandes productores
de commodities, existe un mercado chico formado por empresas pequeñas", asegura
Ricardo Vanella, CEO de Brooster & Keepling Argentina, una consultora en marketing
internacional y comercio exterior.
"La industria argentina no tiene volúmenes para
ingresar en mercados masivos", explica. Aunque también insiste en que hay algunos
sectores como el agroalimenticio (en especial el del vino), el de la moda y el de
turismo, en los que ya se están aplicando, con resultados sorprendentes, algunas
estrategias de posicionamiento diferencial.
Desde el punto de vista
sectorial, confirma el estudio de la Universidad de Bologna, la mayor apertura
exportadora en la Argentina la tienen las pymis del sector de alta tecnología (25%), y
las de bienes especializados. En la otra punta están las de bienes intensivos en escala
(12%), que tienen un problema de escala reducida.
"La Argentina no
puede, por las dimensiones de su industria, competir en el mismo segmento que Brasil o
México", sentencia Vanella. "Pero puede apuntar a un segmento mucho más
interesante, y adecuado a las posibilidades locales: el segmento global (el que incluye
a los compradores de mayor poder adquisitivo en todo el mundo)". La Argentina, según
Vanella, puede vender primor.
- Marketing de primor
En las vidrieras paquetas de Bloomingdale''s no sólo se exhiben Cartiers,
Hermes y Guccis. Desde hace seis años, también hay lugar para una línea especialísima
de muebles argentinos. Todo a raíz de la idea de Roberto Fontenla: exportar muebles a
los Estados Unidos y vestir a las cadenas hoteleras más importantes del mundo.
La fábrica de muebles artesanales que medio siglo atrás fundara su
padre en la Argentina, ya dirige el 90% de su producción hacia los Estados Unidos y le
ganó el mercado a poderosas empresas de México y Filipinas, otrora líderes en la
producción de este tipo de muebles.
La estrategia de Fontenla incluyó
una buena cuota de riesgo. Pero, además, precio, diseño y
calidad.
"Esto es el marketing de primor", asegura Vanella. "En el
segmento global , nadie compra alimentos porque sean más baratos. Para estos
compradores, el precio no define una compra. Pero para posicionar a la Argentina como
un productor de sofisticación, vamos a tener que trabajar en joint action groups
(grupos de acción conjunta) lo mismo que Australia y Nueva Zelandia.
En este tipo
de productos, el cliente es el sol y los proveedores somos el planeta que gira a su
alrededor. El cliente es el sujeto y nosotros somos el objeto. El cliente debe ser el
centro de atención".
Conalbi también destaca esta manera de
relacionarse con los compradores.
"Nosotros tratamos de ir donde van
nuestros vinos, de explicar el espíritu de nuestros vinos y de hacer degustaciones.
También tratamos de mostrar qué significa que el nuestro sea un producto argentino.
Intentamos revertir la imagen del empresario local, esa imagen de inconstancia que
tienen los empresarios argentinos en el exterior. Queremos construir una marca a partir
del trabajo en un mercado".
La constancia y la perseverancia fueron
también puntas que Fontenla debió pulir. Pero gracias a que lo hizo, hoy sus muebles
compiten con las principales firmas del mercado estadounidense, Baker y Lexington, y
visten a las cadenas Sheraton, Hilton, y Sofitel.
Fontenla asegura
haber aprendido todo sobre cómo adecuarse a las exigencias
de
mercados competitivos, con gustos diferentes y demandas
diferentes: packaging de acabados, compromisos de entrega y calidad, son algunas de
las lecciones que puede recitar de memoria.
"Tenemos nuestros
propios ebanistas y adecuamos los diseños al gusto de nuestros clientes",
explica.
Las primeras exportaciones de Fontenla se cerraron en 1996,
cuando el dólar aún cotizaba 1 a 1. Luego de recorrer varias ferias internacionales logró
contactarse con el actual representante exclusivo de sus productos, Old Biscayne
Design, una firma con sede en Atlanta que se encarga de la distribución y de conseguir
nuevos clientes. Y a partir de ese momento, se multiplicaron los contratos. El más
reciente lo cerró con la firma francesa Accor.
"Es la primera vez que
una firma europea como Accor contrata a una empresa de América Latina", asegura
Fontenla.
La competitividad de los precios argentinos, ganada tras la
devaluación, le permitirá a la mueblería ampliar sus mercados externos. A principios de
este año cerraron contratos con empresas de Chile, Paraguay y Uruguay, y ya hay
proyectos para expandirse hacia Europa y Medio Oriente.
"La gran
dificultad son las retenciones a la exportación, y el aumento de precios en el mercado
interno, porque estos dos factores podrían entorpecer las ventas", asegura el
empresario.
La experiencia de Fontenla prueba que muchas empresas
argentinas lograron encontrar mercados, sobre todo después del colapso de diciembre.
"No me cabe duda que hay un cambio de mentalidad", asegura Omar
Chisari, director de la Facultad de Ciencias Económicas de la UADE. "Me parece ya
quedó muy claro que exportar es una tarea de tiempo completo y no una aventura, y
que sólo se exporta si la calidad es estable".
Chisari agrega, además,
que según los modelos de simulación que se utilizan en el Instituto de Economía de la
UADE, habrá un crecimiento sustancial de las exportaciones industriales. Claro está,
esto solo ocurrirá una vez que se reconstituya el crédito.
- Imagen país
No es sólo una
cuestión de etiquetas. Sin embargo, muchos de los compradores de Metrolab, una
PyME nacional que desarrolla y fabrica espectrógrafos y analizadores, piden que, en
vez del rótulo que declara "made in Argentina", los equipos digan "made in
Mercosur".
"Eso nos ayuda a vender", asegura Enrique D''Alessio, uno
de los fundadores de la empresa. "Con las cosas que ven por la televisión sobre la
Argentina, los compradores tienen miedo de que pase algo y dejemos de
proveerlos".
El principal mercado de Metrolab es China. Hacia allí, y
también hacia Tailandia, Indonesia, Pakistán, Australia, Venezuela y Chile, salen cada
mes unos 15 equipos. Y gracias a esta continuidad, la facturación anual de Metrolab
ronda los cinco millones de dólares.
Metrolab, al igual que muchas
compañías que exportan tecnología, tuvo que luchar contra la imagen internacional que
arrastra la Argentina.
"Tradicionalmente, en el exterior se nos piensa
como un país cálido, de gente no demasiado trabajadora, a pesar de que en América
del Sur nuestros vecinos opinan que somos bastante europeos", detalla Vanella, que
condujo en Francia, España, Ca nadá y Brasil los primeros estudios sobre imagen de la
Argentina como país.
"Argentina sufre un problema de distorsión de su
imagen, una serie de conceptos mezcladas", explica, y remata con un ejemplo: "Rodolfo
Valentino promocionaba el tango vestido de árabe. Esto, sumado a muchas otras
cosas, generó un efecto de distorsión que hay que corregir para que nos tomen en
serio como productores en ciertas áreas de la economía".
Sin
embargo, este no es el único problema que deben enfrentar los pequeños exportadores.
Como la mayoría de las compañías que hoy exploran mercados externos, Bambi, una
fabricante rosarina de freezers, heladeras y aparatos de refrigeración, se encontró con
un camino plagado de dificultades: demoras en la certificación de sus productos en el
extranjero, alguna desconfianza hacia los productos argentinos y hacia la capacidad de
cumplimiento de largo plazo, fueron barreras a sortear.
"Por ejemplo,
para hacer negocios en Chile o Europa debemos mandar muestras, y eso para una
pyme tiene un costo alto", cuenta Gustavo Camargo, gerente comercial de Bambi.
La empresa comenzó a exportar mientras el mercado local se llenaba
de importados. "Nos decidimos por la exportación por una cuestión de necesidad, no
por una filosofía de empresa. Y si bien las ventas al exterior no son de la envergadura
que proyectábamos, esperamos que en el futuro se incrementen", agrega
Camargo.
El 96 y el 97 fueron los mejores años para el negocio. Bambi
vendió en el merca do local alrededor de 40.000 heladeras y freezers. Pero, a partir de
entonces, las ventas cayeron en picada. El año pasado apenas se colocaron 15.000
unidades.
Si bien la devaluación trajo importantes ventajas de costos
para Bambi, las trabas todavía no le permitieron propulsar las exportaciones de manera
suficiente.
"Estamos tratando de aceitar nuestras redes en Chile,
Uruguay, Brasil, Paraguay y Bolivia, aunque Brasil se nos hace especialmente difícil por
la crisis. De todos modos, si la situación sigue como hasta ahora no creo que podamos
subsistir como empresa", aventura Camargo.
La variable servicio fue
clave para que Southern Winds (SW) lograra diferenciarse de las compañías aéreas
tradicionales en mercados de exportación.
La devaluación y el aumento
del precio en insumos locales como el combustible, incrementaron en un 150% los
costos de las operaciones aéreas, con lo cual el esquema de una empresa doméstica
como SW se tornaba poco viable.
"Por eso, aunque siempre tuvimos
vocación de volar al exterior, cuenta Juan Maggio, presidente de SW, y aún antes de la
devaluación habíamos gestionado y obtenido los permisos para volar a varios destinos
como Miami y Madrid, recién ahora empezamos con esa
operación".
Claro. Fue inmediatamente después de la devaluación que
Maggio y su equipo de colaboradores se decidieron por la reconversión de la empresa.
En marzo, SW voló por primera vez a Chile, para después abrir las rutas de Miami y
Madrid.
"La cuenta es muy sencilla: en los vuelos al exterior la
ecuación se revierte, los costos en pesos se compensan más rápidamente con los
ingresos en dólares y esa es, justamente, la exportación de vuelos argentinos", explica
Maggio.
El caso es similar al que debió enfrentar Grupo Assa, una
consultora argentina en procesos, que para mantener sus ganancias y su facturación
debió recurrir al body shopping.
"Esencialmente, el body shopping se da
en la industria del software y los servicios informáticos", explica Andrés López,
economista de la fundación Cenit. "Es una modalidad que alcanzó notoriedad en el caso
de la India y consiste en el envío de profesionales al exterior para realizar tareas de
programación para clientes específicos.
En la Argentina se está empezando a ver
tras la mega devaluación, que ha hecho que nuestra mano de obra calificada sea muy
barata a nivel internacional". Alejandro Gozzo Bisso, Gerente Senior de Grupo ASSA, es
quizás un ejemplo de esta modalidad. Contador Público de la Universidad de Buenos
Aires con un Postgrado en Negocios en la London Business School, Gozzo Bisso hizo
consultoría para Assa en Bolivia, México e Inglaterra.
"En general nos
reciben muy bien en todos lados", asegura desde su oficina, frente a las montañas de
Monterrey. "En nuestro país existe una gran experiencia en ciertas disciplinas que nos
pone en un nivel muy alto, incluso al nivel de compañías americanas o
europeas".
A Gozzo Bisso le resulta carísimo vivir en el exterior. "Por
ejemplo, en Inglaterra cuesta 2 libras el boleto básico de tren. Casi 11 pesos. Más de
10 veces lo que cuesta en Buenos Aires", dice. "Por suerte, tenemos un reintegro de
gastos en dólares que nos permite atenuar este efecto".
Pero es
justamente gracias a esto que muchas empresas latinoamericanas se pueden beneficiar
con una asesoría de recursos humanos capacitados en las mejores universidades del
mundo.
- Financiamiento
"La
mayoría de los exportadores nos vemos obligados a trabajar a pulmón porque no hay
financiamiento y la información que proporcionan los organismos oficiales está
desactualizada", afirma Camargo.
De hecho, a pesar de que las
posibilidades de insertarse en mercados internacionales está abierta gracias al tipo de
cambio bajo, la falta de crédito hace que esta oportunidad pase, a veces, casi
desapercibida.
"Por un tiempo tendremos tipo de cambio real alto; en el
corto plazo esto será así por el racionamiento financiero y la prima de riesgo elevada
que deberemos convalidar", explica Chisari. "Eso implica que habrá incentivos altos a las
exportaciones y bajos para las importaciones de forma casi permanente".
En función de estas ecuaciones, Chisari conjetura que la tendencia
exportadora será más duradera que otras veces.
La economía,
asegura, es ahora más flexible. Según su opinión, el rol del Estado será trabajar por la
estabilidad y no entorpecer el comercio de mercancías, difundiendo la gran variedad y
calidad de los productos y servicios nacionales, incluido el
turismo.
"Claro que todo dependerá de cuál sea el nivel de devaluación
real al final del proceso. Lo que queda claro es que los empresarios argentinos han
incorporado nueva tecnología y están en condiciones de responder bien a esta
coyuntura... siempre y cuando se reconstituya el funcionamiento del mercado
financiero".
Fuente: Diario Clarín