El fideicomiso es una obligación que tiene como garantía una determinada cantidad de fondos que genera un grupo de activos. Resulta simultáneamente un mecanismo de financiación de empresas y una alternativa de inversión.
El riesgo bancario que ocurrió cuando comenzó a implosionar la convertibilidad llevó a que las empresas se fondeen por medio de este instrumento. Entre la experiencia del corralito, la devaluación y la salida de la convertibilidad, Argentina puso distintos rubros empresarios bajo la modalidad financiera del fideicomiso. Los bienes exportables, la producción lechera, los ferrocarriles, la fabricación de pan, la explotación privatizada del agua, la vuelta del crédito y un sin número de emprendimientos, fueron objeto del fideicomiso.
Esta herramienta permite desarrollar el mercado de capitales luego de los duros golpes que recibió el sistema financiero con el default. Lo interesante de este instituto financiero es que resulta a prueba de riesgo bancario. Su esencia es muy simple, no deja de ser un contrato mercantil mediante el cual una persona entrega la propiedad de ciertos bienes a un fin determinado, cuya realización encarga a una institución fiduciaria.
La persona que hace el encargo, el que destina los bienes, recibe el nombre de "fideicomitente"; la institución que hace el encargo es una entidad autorizada por el Gobierno para tal efecto y recibe el nombre de "fiduciario". Finalmente, la persona que recibe los beneficios de ese encargo, es denominada "fideicomisaria". Es un elemento creado para reactivar la economía real, la que sostiene la oferta y el consumo a gran escala.
Es coincidente la opinión de los analistas que ven en el fideicomiso la forma de obtener crédito para empresas mediante la canalización del ahorro público por el mercado de capitales que ocupará un papel fundamental en el sistema.
Actualmente, tanto los bancos como las empresas exportadoras han puesto en marcha una serie de fideicomisos que permitirán prefinanciar ventas al exterior.
Asimismo, estas herramientas se convertirán, poco a poco, en un atractivo instrumento de inversión completamente dolarizado que despierta el interés de los inversores institucionales, tanto locales como del exterior, que no encuentran instrumentos financieros en donde volcar sus recursos.
Las pequeñas y medianas empresas están aprendiendo a manejarse con los fideicomisos por la escasez del crédito bancario. Es una manera de tener capital propio e, inclusive, canjear insumos con sus proveedores. Tal es el caso de algunas productoras agropecuarias que, al no poder obtener líneas de crédito directas de sus proveedores ni poder acceder al privilegio de un préstamo del exterior, utilizan el trueque como medio de pago.
Este tipo de soluciones a la falta de crédito bancario, si bien pueden parecer ingeniosas, son en realidad un retroceso de cientos de años en evolución económica. El mundo adoptó la moneda como una forma más eficiente de realizar los intercambios comerciales, y si en este momento tan particular que vive nuestro país las empresas no pueden hacerse de liquidez para poder continuar con sus operaciones y encarar nuevos proyectos a través de la financiación bancaria; resulta una buena alternativa la utilización de fideicomisos financieros para suplantar la función de los bancos como nexo entre ahorro e inversión.
Fuente Diario El Tribuno