El panorama para el desempeño del comercio exterior argentino en el 2008 tiene una cara positiva y otra negativa, que definirán lo que será la pista de arranque de un año en el que como muchos otros por venir, la Argentina necesitará de un superávit comercial para seguir creciendo. Los indicios optimistas son el crecimiento sostenido de las exportaciones, la estabilidad de la mayoría de destinos de exportación argentina, y la creciente demanda de alimentos por parte de Asia. No obstante, desde la otra vereda existen circunstancias negativas externas de inevitable repercusión, que se suman a otras presiones locales que afectan la situación comercial internacional.
El primero de los aspectos negativos es la repercusión del precio del petróleo. Se especula que alcance los 200 dólares por barril para finales del 2008, y dicho pronóstico genera inquietud e incertidumbre entre los operadores argentinos, quienes ya vieron reducida su rentabilidad durante el 2007, a causa de las subas del 80% y 30% en los fletes marítimos y terrestres (respectivamente).
Los importadores de materias primas o bienes intermedios que se destinan a modificaciones y procesamientos para su posterior reexportación son los que más absorben el aumento en los precios del crudo, dado que además de pagar un flete encarecido para traer los insumos, tienen que asumir la modificación sobre el precio que sufrirán sus productos finales al ser exportados.
Después del petróleo, se puede mencionar la presión externa que hay sobre el tipo de cambio, aspecto que merece un especial detenimiento puesto que la Argentina es uno de los pocos países del mundo que mantiene y devalúa su moneda frente al dólar; debiendo estar en las mismas condiciones que el resto de los países si dejase flotar su tipo de cambio.
Esta política cambiaria ha respaldado en gran medida el desarrollo exportador argentino. No obstante, su consecución se ha venido dificultando en materia monetaria, comenzado a generar inflación local y a favorecer la compra extranjera de empresas locales. Es decir, parece haber alcanzado un punto en el que la competitividad del tipo de cambio puede verse disminuida por la inflación, con riesgos de incurrir en una “revaluación implícita” –por llamarlo de alguna manera- de la moneda en términos reales, cuyos resultados eran los que se evitaban.
Además, valdría la pena recordar -respecto de la inflexibilidad de la política cambiaria adoptada- que un tipo de cambio por sí solo no es garantía de competitividad para un exportador, y que existen otras herramientas para potenciar las exportaciones como la capacitación, la guía comercial y el financiamiento a tasas asequibles.
Otro aspecto a tener en cuenta es el de la balanza comercial, la cuál arrojó por causa de un fuerte incremento de las importaciones (30%), un superávit comercial menor al de años anteriores; aún cuando el gobierno logró superar en 5.000 millones de dólares su meta de 50.000 millones de exportaciones fijada al comienzo del 2007. Esto no es negativo per se, pues en varias ocasiones las importaciones significan el ingreso de tecnología y productividad para las industrias locales de países en vías de desarrollo, así como la posibilidad de producir ciertos bienes destinados a la exportación que solo se pueden ensamblar o manufacturar con insumos importados. De acuerdo al INDEC, la situación en principio no sería alarmante ya que de los 44.780 millones de dólares importados durante el 2007, los bienes intermedios y de capital sumaron el 59%.
Sin embargo, si los bienes de capital importados no son relevantes a los procesos productivos, o si se destinan a consumo final bienes intermedios que pueden ser fabricados por industrias nacionales, se les atribuye un impacto negativo sobre las arcas del estado y la economía en general.
Volviendo a los aspectos positivos, las exportaciones no sólo superaron la meta fijada para el 2007, sino que seguirán creciendo de acuerdo a las estimaciones oficiales, hasta un 14% durante el 2008. En segundo lugar, hay proyecciones alcistas en los precios y la demanda de commodities; y existen muchos mercados asiáticos y europeos no afectados gravemente por la crisis estadounidense, con los cuáles la Argentina podría tener relaciones comerciales para compensar el susceptible 9% de exportaciones a Norteamérica.
Seguido a esto, y refiriéndonos a aspectos institucionales por sobre los coyunturales, se observa que la Fundación ExportAr y Cancillería siguen gestionando beneficios para el proceso exportador, y además de las misiones comerciales, se están tratando de establecer desde la Subsecretaría de Comercio Internacional, convenios con puertos internacionales de la talla de Rótterdam, Dubai y Shangai -después de haberlo logrado con el puerto de Barcelona- para otorgar ventajas logísticas a determinadas empresas y productos argentinos.
En esta misma línea, parecen estar solidificándose las iniciativas de los sectores público y privado para afrontar las necesidades de inversión relacionadas con las exportaciones en crecimiento. Por ejemplo, el subsecretario de Actividades Portuarias de la provincia de Buenos Aires anunció una serie de inversiones para el dragado, la ampliación y otras mejoras de los puertos de Mar del Plata y La Plata. Y el sector privado, que no podía quedarse atrás, se hizo presente al anunciar en el International Trade Logistics una inversión de 150 millones de pesos entre 2008 y 2009 para ampliar y mejorar muelles, dragado y áreas retroportuarias de la Terminal Dock Sud.
En conclusión, hay un complejo listado de factores externos e internos que están interfiriendo y modificando la dinámica comercial con el exterior que repercute en las posibilidades de crecimiento en el corto plazo. Esto puede significar, sólo en términos de comercio exterior, que la economía alcanzó un periodo de estabilidad con tasas de crecimiento moderadas, en el que las exportaciones son menos protagónicas debido al aumento de la capacidad de compra a nivel local.
De todas formas, al mirar la postal completa, es posible ver un trasfondo que advierte la necesidad de satisfacer con producción local la demanda de muchos productos que están siendo importados para consumo final. Del mismo modo, se hace obvia la necesidad de que las exportaciones agreguen más valor, apuntando en últimas a una necesidad de incrementar la inversión en diferentes esferas productivas; pues de una u otra manera, esa la respuesta para conseguir una economía menos dependiente de las exportaciones, o por lo menos de las exportaciones primarias.
Por Carolina Lalinde - Centro de Estudios para el Desarrollo Exportador (CEDEX), Universidad de Palermo