Sabido es que todo cambio genera expectativas y reacciones. El cambio de autoridades a nivel nacional y provincial, más la rotación de los puestos legislativos, nos motiva a realizar algunas reflexiones que, sin tener la osadía de indicar qué hacer, sí buscan transmitir el sentir del sector del comercio exterior de nuestra región, que bien puede replicarse al resto del país. En mi trayectoria dentro de la actividad exportadora/importadora argentina, he sido crítico sobre algunos aspectos del manejo nacional que se hace del comercio exterior, intrínsecamente importante y con un peso específico propio que justificaría holgadamente la implementación de una política de Estado al respecto, al margen del cambio de nombres o de ideas políticas que lógicamente deben ocurrir, si queremos que el país mantenga la democracia.
La pesificación asimétrica realizada en el 2002 provocó una actualización en el tipo de cambio sobre el que se asentó una idea económica tendiente a buscar un superávit fiscal básicamente apoyado en las retenciones a las exportaciones.
Esta tónica no fue mal vista por el empresariado, toda vez que permitía al Estado Nacional la toma de ganancias pero por un mayor valor en moneda argentina de la divisa estadounidense. Sí repercutió en forma negativa en las importaciones, que variaron hacia abajo abruptamente y, si bien contribuyeron a afianzar la balanza comercial, tuvieron influencia negativa en la actualización de tecnología, sobre todo, la aplicada a la producción.
Con el correr del tiempo, no ha habido modificaciones a este sistema. Y si bien reconozco que permitió sobrellevar una crisis no deseada ni buscada por el sector privado, y a pesar de la permanente difusión de cifras favorables al curso económico del país, entiendo que necesita un sinceramiento que permita asumir la realidad a la cual deberemos adaptarnos.
Como indicador de lo dicho, vemos que continúa la Ley de Emergencia Económica, el uso de poderes extraordinarios para legislar por sobre la opinión del Congreso Nacional y no se contempla que el tipo de cambio alto, por las sucesivas intervenciones del Banco Central vía emisión monetaria, contribuye a instalar el peor de los impuestos que es la inflación. Como muestra basta mencionar el aumento de los salarios y aportes previsionales consecuentes (caro para las empresas, escaso para el asalariado).
Si agregamos al aumento de los costos el impacto de impuestos distorsivos (impuesto al cheque, entre ellos), se termina diluyendo la supuesta rentabilidad que brinda el tipo de cambio.
Reintegros
Párrafo aparte merece el tema de los reintegros a la exportación (se mantiene el impuesto que grava al mismo, con el consiguiente riesgo de ser considerado subsidio por la OMC), más las demoras de recupero de créditos fiscales emergentes de las exportaciones, que muestran la necesidad de un replanteo del rumbo de la economía, de forma tal que los exportadores puedan contar con la previsibilidad necesaria al momento de establecer sus costos para cerrar ventas.
Algunas medidas de la Dirección General de Aduanas, con su proyecto de despacho en origen, pueden llegar a aumentar las dificultades y no facilitar el desarrollo del comercio exterior de nuestra región; esto sin contar que viola el principio de libertad de comercio que teóricamente protege nuestra Constitución Nacional.
Hay conciencia generalizada de que la Argentina no necesita de parches para solucionar sus temas económicos, ni dibujantes que diseñen a conveniencia los índices resultantes, aunque algunos argumentos sobre la carga de la deuda pública traten de justificarlos. Muy por el contrario, asumiendo la realidad que enfrentamos, es que podremos salir con soluciones consecuentemente realistas.
Para ello, es mi convicción que el afianzamiento de todas las Instituciones que la democracia nos brinda, nos posibilitaría lograr un consenso para establecer un plan económico que brinde garantía jurídica para el inversor, y dirección hacia donde debemos encaminar el esfuerzo, sin esperar que factores externos incidan en nuestras decisiones.
Receta conocida
Los países que alcanzan el éxito, lo hacen en base a planes, programas, estrategias y por sobre todas las cosas, un seguimiento real de todas las variables económicas, contando con previsiones que permitan actuar de inmediato cuando alguna de ellas se desvía. Si a este contexto le agregamos seguridad jurídica a las inversiones, podremos ser optimistas de que los problemas que enfrentamos en la actualidad, por caso la crisis energética, tendrán solución, no de inmediato, pero sí a un futuro que hoy vemos lejano en las actuales circunstancias.
Para sintetizar, puedo afirmar que lo que el sector exportador aguarda para el 2008, es el inicio de un plan económico que ayude a desarrollar y aumentar nuestra capacidad para trabajar con éxito en los competitivos mercados internacionales.
Por Mario Bustos Carra - Gerente de la Cámara de Comercio Exterior de Cuyo. Diario Los Andes