Por varias razones, Caro Cuore es un caso único. Cuando idearon el negocio, Rosita y Adolfo Drescher, se inspiraron en Italia para la marca y los diseños. Después de todo, allí surgió esa especie de guía espiritual, Alberto Mazzotti, hijo de una mujer que cosía corpiños durante la Segunda Guerra Mundial y que creó la marca La Perla, reina indiscutida de la lencería de alta gama a nivel mundial y cuyas piezas cotizan en la actualidad a partir de los 350 dólares. Sin embargo, Caro Cuore decidió darle pelea en su propio territorio: acaban de instalarse en la ciudad de Verona, a tres cuadras del inmortal balcón de Julieta, para vender a los italianos lencería fabricada en la Argentina.
En los 90, cuando las empresas tenían cartel de venta, los Drescher decidieron sumar un socio y así se introdujo en lo que por entonces era una pequeña empresa, un gigantesco fondo de inversión: el que pertenece al grupo Bemberg. Hace dos años que los Bemberg comenzaron a desprenderse de sus posesiones en la Argentina, desde la cerveza Quilmes hasta Papel Misionero. Pero se quedaron con Caro Cuore. Más aún: renovaron el fondo y estrecharon lazos por otros 10 años.
Caro Cuore, que nació en 1979, hoy crece en distintas latitudes con un producto artesanal. Y en un país en el que se perdieron los oficios, inauguraron una escuela en la planta para asistir a sus 400 operarios. La exportación representa el 15% de una firma que factura US$ 17 millones al año, el triple que en la etapa de la convertibilidad.
En cuestión de diseño, buscan el más allá. Y fueron abarcando otros segmentos, como la ropa interior masculina que ya les aporta el 10% de los ingresos.
Con 19 localizaciones en el exterior, la firma está en los principales shoppings de Arabia Saudita, Sudáfrica, Portugal y Venezuela, entre otros países. La sorpresa para Damian Koss, su gerente de exportación, es lo que les sucede en México donde le arrebataron el cetro a Calvin Klein y ya son los número uno en el segmento de elevado poder adquisitivo.
El próximo capítulo se llama Londres con una tienda en la exclusiva King's road y un desafío en puerta: confeccionar lencería para la comunidad gay. Por Silvia Naishtat. Diario Clarín