El fenómeno de empresas operando a escala internacional no es nuevo. Lo es, en cambio, el hecho que muchas lo hacen a partir de plataformas de producción o de prestación de servicios originadas en economías emergentes. China, India, Sudáfrica, entre otras naciones en desarrollo o Brasil, México, Chile y, en menor medida, la Argentina, se destacan por el número de sus empresas internacionalizadas. El propio concepto de empresa internacional se está ampliando. No abarca sólo aquellas que invierten en otros países. Es por el contrario cada vez más sinónimo de empresas expuestas sistemáticamente a la dinámica de la competencia global y, por ende, a veloces desplazamientos de ventajas competitivas que responden a numerosos factores y no sólo al cambio tecnológico.
Clave
Dos factores de importancia creciente son la proliferación de acuerdos comerciales preferenciales -por un lado- y el hecho que los consumidores en todas las latitudes se están internacionalizando en sus preferencias -por el otro-, esto es, adaptan sus pautas de consumo a las que se transmiten por modernos medios de comunicación, incluyendo Internet.
Tres consecuencias resultan de la internacionalización de empresas. Una es en el plano de estrategias y modalidades de organización para operar en mercados internacionales. Aquellas empresas con insuficiencia de intereses ofensivos, con bajo conocimiento del entorno internacional, y no insertas en redes de producción y de distribución, que sólo aspiran a exportaciones esporádicas en función de ventajas ocasionales de competitividad-precio, pueden estar condenadas al fracaso o a ser compradas por otros competidores. Es una realidad con impactos incluso en el concepto de promoción comercial.
La segunda es en el plano de la calidad de la conexión de un mercado interno con los demás, especialmente los de mayor crecimiento económico. El informe del Banco Mundial titulado "Vincularse para competir: la logística del comercio internacional en la economía mundial", es elocuente sobre el valor de la logística en la competitividad global de empresas de un país.
Y la tercera consecuencia, es en el plano de la capacitación de cuadros que requieren las empresas que se internacionalizan. Del especialista en comercio exterior se esperará, cada vez más, conocimientos y experiencias que le permitan a una empresa navegar en forma sostenible el mayor número de mercados en el mundo, comenzando por los de la propia región.
Por Félix Peña - Suplemento Comercio Exterior, Diario La Nación