Las carnes servirían como punta de lanza; ya se venden frutas, vegetales y yerba mate.
Sólo el 35% de la producción es británica, lo que muestra que es un mercado muy dependiente de las importaciones.
Los exportadores argentinos deben atraer a los grandes supermercados.
La cuna de Adam Smith no es un país que normalmente se asocie con el concepto de proteccionismo comercial. Durante siglos sucesivos gobiernos británicos han defendido el credo del libre comercio en todos los fueros internacionales. Pero basta con recorrer las góndolas de sus supermercados para comprobar que en más de un rubro el oficialismo ha estado predicando en un verdadero desierto doméstico.
Es el caso de la carne, donde por un acuerdo no escrito -algunos dicen una conspiración- entre los granjeros locales y las grandes cadenas de supermercados, resulta imposible encontrar otra cosa que no sean cortes británicos. El carácter monopólico del etiquetado que proclama British meat (carne británica) ha ahorrado a los productores la necesidad de financiar una campaña de compre nacional como podría haberse esperado del corolario de la crisis del "mal de la vaca loca".
"Cuando se trata de hablar con los supermercados, no importa cuán bajo sea el precio que les ofrecemos, la calidad ni siquiera si les proponemos exclusividad. Tan pronto les decimos que la carne es extranjera nos cuelgan el teléfono", dijo a LA NACION Luis Bameule, directivo de Quickfood, una de las cinco principales compañías exportadoras de carnes argentinas.
Una nota de optimismo surgió, sin embargo, durante una conferencia organizada por la Cámara Británico-Argentina de Comercio y la embajada de nuestro país sobre las posibilidades de negocios para productos orgánicos argentinos. "Tenemos buenos indicios de que las carnes orgánicas pueden servirnos de punta de lanza para entrar en el hermético mercado británico -señaló Bameule-. Si de esta forma logramos quebrar las barreras, estamos convencidos de que las ventajas se extenderán pronto a las carnes tradicionales."
El Reino Unido sigue siendo altamente dependiente de las importaciones para su consumo de productos orgánicos. Sólo un 35% de la producción es local. El problema consiste en que un 82% de los alimentos orgánicos se vende en los supermercados y sólo un 10% en negocios especializados. Seducir a los gigantes del mercado resulta, por lo tanto, imperativo para los exportadores argentinos.
Felipe Caprioli y la ingeniera Natalia Carillo, de la firma mendocina Olive Grove, ya cruzaron el "Rubicón" al lograr que la principal cadena británica Tesco adquiriera buena parte del 40% de sus exportaciones de peras, ciruelas, aceitunas, concentrados y pures de frutas, deshidratados vegetales, ajos y cebollas dirigidas a estas costas. El contraste de estaciones de un hemisferio a otro es una ventaja, así como el reconocimiento de certificaciones orgánicas de carácter internacional.
- Aceptación de la yerba mate
Roberto Jellinek, un argentino radicado aquí hace 13 años y director de la firma Building Bridges Ltd., también ha tenido éxito con un producto considerado aquí "exótico" -la yerba mate- y pasando por alto los supermercados. Ingresó en el mercado británico en 2000 con una línea de ocho productos "Ché Mate" (yerba orgánica en saquitos, en paquetes de medio kilo, en sabores mezclados con limón, con naranja y menta peperita, con vainilla y canela, y hasta "mate torrado" para aquellos que les gusta particularmente fuerte).
"La clave fue aprender a ponerse en los zapatos del consumidor británico -destacó Jellinek-. Les ofrecemos kits con calabazas y bombillas para que aprendan a beber mate como en el Cono Sur y traducimos todas las instrucciones al inglés. Pero también tratamos de adaptarnos a sus gustos presentándoles mezclas aromáticas y poniendo acento en el mate cocido, que se asemeja más a su bienamado té. Otro atractivo para los británicos es el hecho de haber obtenido el sello de aprobación de la Soil Association, la más prestigiosa de las organizaciones certificadoras europeas."
"Lo único que no producimos en la Argentina es el empaquetado, que también responde a normas ecológicas de reciclado. Pero si lograra encontrar a alguien capaz de ofrecernos la atención al detalle y la seriedad de los empaquetadores europeos, estaría encantado con hacer de inmediato el cambio", señaló. Jellinek planea agregar en los próximos meses otro alimento autóctono argentino: el dulce de leche. Este producto ya se vende en varios supermercados británicos, pero bajo el nombre de "toffee".
Por Graciela Iglesias
Fuente: Diario La Nación