Las micro y pequeñas empresas culturales porteñas tratan de ganar un lugar en el competitivo mercado internacional. Desde los comienzos de la historia, la comercialización de los productos de la cultura generó enormes disputas éticas y financieras desde un lado y otro del mostrador o del atril. Muchos artistas notables murieron en la ruina por no querer vender sus obras o por desconocer su valor, y otros, menos dotados, se enriquecieron gracias a su habilidad para los negocios. Tratando de mantener un delicado equilibrio, las industrias culturales de la ciudad buscan recuperar algo de una actividad que fue muy redituable tiempo atrás. Basta con recordar las décadas del 30 y 40, la Argentina exportaba su producción cinematográfica a toda América Latina y Europa. Era la "época de oro" del cine nacional, en la que figuras como Libertad Lamarque, Niní Marshall, Luis Sandrini, Hugo del Carril y Mirtha Legrand dejaron un recuerdo imborrable en públicos de México, Cuba, Venezuela o España.
Una década más tarde, fueron famosas las películas que Isabel Sarli y Armando Bo producían y distribuían en aquellos mismos mercados, y hasta en Estados Unidos.
Editoriales
Con la industria editorial sucedió algo similar. En los años 60 y comienzos de
los 70 el país había consolidado una importante exportación de autores
y libros, de la mano de íconos literarios como Borges, Cortázar, Bioy Casares
y el Martín Fierro. Incluso, la industria de textos escolares también había ganado
un lugar en países de habla hispana.
Pero las distintas crisis políticas desarmaron a sectores que prometían mayor
desarrollo.
En la actualidad, esos mismos sectores, a los que se suman discográficas independientes,
productoras de video y diseñadores, buscan retomar el camino del comercio internacional.
"Creo que debemos trabajar para que las industrias culturales de la ciudad se posicionen como un sector productivo. Hay muchos actores de distintas manifestaciones artísticas que generan productos muy importantes que pueden ser colocados en los mercados externos", explica la licenciada Stella Puente, subsecretaria de Gestión e Industrias Culturales del Gobierno porteño.
Para tratar de armar un camino que puedan transitar juntos la producción cultural
y los negocios, pocos días atrás, la subsecretaría y la Fundación ExportAr
organizaron un taller denominado "Cómo vender la producción cultural en el
exterior". Asistieron cerca de 100 productores independientes de cine, diseño,
música, software y literatura.
La mayor parte de la explicación estuvo a cargo del licenciado Juan Marcos Melo,
de la Fundación ExportAr, quien desarrolló el ABC del negocio exportador
de manera didáctica y amena.
Una definición que generó expectativas entre los presentes fue cuando Melo dijo
que "ingresar en el comercio internacional le otorga prestigio a la actividad
que se está realizando".
Joaquín Azurragaray, un joven diseñador de objetos en vidrio, coincidió con este comentario y contó que mandó sus diseños por mail a una fábrica chilena y ésta se los compró. "Ahora, mi objetivo es hacer las piezas en el país y exportarlas por mi cuenta". Por esta razón es que asistió al taller organizado en el Centro Cultural San Martín.
Desconocimiento
Para Puente, la producción cultural porteña está muy atomizada, "generalmente
en pequeñas empresas familiares o de muy pocas personas, que muchas veces no se
animan a intentar exportar, por desconocimiento o porque los gastos son
muy altos para una sola empresa".
Por eso el Gobierno de la Ciudad implementó una línea de subsidios para emprendimiento asociativos entre empresas. El incentivo apunta a tres aspectos: la distribución, la contratación de stands en ferias nacionales o internacionales, y acciones de difusión entre la que se incluyen la edición de catálogos. El proyecto debe comprender, como mínimo, a tres empresas y el monto máximo para cada emprendimiento conjunto es de US$ 10.000. La vigencia de esta estímulo es hasta el 2 de junio.
Los derechos de autor
Las estadísticas de comercio exterior argentino sólo incluyen a los bienes
pero no a los contratos sobre el uso de los derechos de autor y propiedad intelectual
de los contenidos. En el caso de las películas, los registros apenas incluyen
el soporte físico y su valor pero no los pagos que se hacen por el uso de las
mismas. Así, quedan excluidos de las estadísticas todo lo concerniente a productos
televisivos, radiales y derechos de distribución y reproducción de filmes. Pero
este no es sólo un problema argentino. Según la ONU, no es posible una valuación
adecuada de la comercialización de los derechos de autor con la información
existente ni una estimación de la porción que corresponde a los mismos en el valor
de los productos comercializados.
Alejandro Fischer
Argentina Exporta - La Razón