Si la Argentina se propusiera en un plazo de cinco años exportar productos de software por mil millones de dólares anuales, esto generaría trabajo para más de 60 mil técnicos especializados. El software nacional ya es una realidad que emplea y factura más que muchas otras industrias y la oportunidad que se le presenta a nuestro país para seguir creciendo es muy grande, sostiene el autor. En el mundo se requiere cada vez mayor cantidad de software y no sólo para computadoras. Los desafíos para el Estado, las empresas y el sector educativo.
El esfuerzo de muchos empresarios con gran capacidad de
trabajo, la recuperación de la economía local, la nueva legislación para la
industria y el impulso de la Cámara de Empresas de Tecnologías de Información
(CESSI) han logrado que la producción de software crezca en términos de volumen
y madurez y se avance hacia la existencia de un dinámico sector industrial.
En el año 2002 había en la Argentina algo más de 500 empresas que
facturaban unos 400 millones de dólares y exportaban por 70 millones.
Actualmente se estima que las ventas del sector rondan los 1.100 millones de
dólares -alrededor del 0,7% del PBI- y que el empleo -que hacia 2002 llegaba a
las 15.000 personas- hoy estaría en torno a las 40.000. Con estas cifras, esta
actividad superó, en cuanto a generación de mano de obra, a otras consideradas
históricamente estratégicas, como la automotriz.
Durante el 2005 se
estima que las exportaciones superaron los 200 millones de dólares. Si bien este
notable aumento fue inicialmente consecuencia de la recesión del mercado local,
y se vio favorecido por el nuevo contexto cambiario, el interés de las firmas
locales por exportar no decae, sino que se intensifica.
Aunque esta se
trata de una actividad en la que el costo de la mano de obra es decisivo,
existen otros factores a favor de la Argentina que deben aprovecharse. Entre
ellos se destacan:
El uso horario argentino. Estamos mejor alineados con
las horas de trabajo de la mayoría de las empresas occidentales. Eso no ocurre
con otros países que desarrollan software, como la India, por
ejemplo.
Contamos con recursos humanos de calidad, formados en excelentes
centros de capacitación.
La Argentina es quien está mejor posicionada en
cuanto a disponibilidad y calidad de infraestructuras tecnológicas en toda
América latina. Esto surge de estudios conjuntos realizados por la escuela
francesa de ciencias empresariales (INSEAD), el Foro Económico y el Banco
Mundial.
Si bien lo que se ha hecho hasta ahora es importante, la
oportunidad que se le presenta a nuestro país para seguir creciendo es muy
grande. En el mundo se requiere cada vez mayor cantidad de software, no sólo
para computadoras, sino para una multitud de dispositivos que van desde el
consumo masivo hasta el instrumental de vuelo.
Para no perder las
oportunidades que se nos presentan ya no alcanza con aprovechar la ventaja de
los bajos costos, debemos construir una marca país. Este trabajo tiene que
profundizarse en los próximos años con el acompañamiento de la industria -que
debe seguir mejorando su capacidad productiva-, la formación de más y mejores
profesionales y con la certificación en todos los estándares que aseguran la
competitividad a nivel global.
Si la Argentina se propusiera en un plazo
de cinco años exportar productos de software por mil millones de dólares
anuales, esto generaría trabajo para más de 60 mil técnicos especializados. Para
lograr esto es necesario que varios actores ocupen su lugar.
El papel
de los actores
El primero es el Estado a través de políticas públicas
claras e inmodificables a pesar de cambios de gobierno y color partidario,
mediante incentivos a la producción nacional de software y a su exportación. Una
de las maneras de incentivar la producción podría provenir, por ejemplo, del uso
que haga el propio estado del software fabricado localmente.
También
debería contemplar la difusión publicitaria de esta industria en medios
internacionales especializados; la multiplicación de las misiones comerciales;
la apertura de oficinas de negocios en el exterior; la participación en foros de
tecnología y el apoyo a las universidades para la adquisición de conocimientos y
actualización profesional.
El segundo actor es el académico y de
investigación, los centros tecnológicos y las universidades y el sistema
educativo en general. ¿Cómo tener 60.000 profesionales de altísima calificación
cuando las tres cuartas partes de los chicos en edad escolar no ven nunca una
computadora? En el país hay excelentes centros de formación superior en
sistemas, pero cuyas áreas de investigación tienen escasa vinculación con la
vida real. La articulación desde la escuela primaria hasta la formación de
posgrado debe favorecer la integración con la producción. El tercer actor es,
finalmente, el productivo. Un elemento que juega en contra del despegue de esta
actividad en nuestro país es la falta de cultura en cuanto a invertir en
investigación y desarrollo y articularse con el sector público, en especial con
el académico. Cambiar esta realidad será una parte importante del éxito a
futuro.
Para eso se requiere también de capitales de riesgo, que en otras
partes del mundo han sido impulsores vitales para el crecimiento de mercados
como el de los Estados Unidos. Allí los inversores "apuestan" en proyectos de
tecnología y son los que definen la posición competitiva del sector de software
de su país.
Cuántas veces escuchamos que el tren pasa sólo una vez. En
lugar de verlo, mejor es subirse. Más aún si eso nos permite dar un vuelco
definitivo hacia la creación de empleo a partir del crecimiento en ciencia y
tecnología.
Por Sebastián Gryngarten. Director
de CUBIKA SA.
Diario Clarín