Las Pymes se han convertido en el eje productivo de países desarrollados y en nuestro país mostraron una asombrosa capacidad de adaptación. Es posible, y necesario, apostar al mercado interno y a la exportación simultáneamente, invirtiendo y teniendo a la calidad como filosofía de trabajo. Durante un tiempo, ser una empresa de capitales nacionales no parecía ser sinónimo de competitividad. Existía una concepción errónea que las pequeñas y medianas empresas estaban condenadas a producir y comercializar sus productos sólo para el mercado interno con la dependencia del marco país que muchas veces estuvo lejos de ser amigable con este sector. Afortunadamente, hoy vivimos una realidad muy distinta.
Las Pymes demostraron su rol central en la economía mundial convirtiéndose en el eje productivo de países desarrollados. Tal es el caso de regiones de Francia e Italia, donde son responsables de la mayor cantidad de envíos industriales a otros mercados. Del mismo modo, en nuestro país, se convirtieron en una pieza clave de la reactivación económica, siendo el sector que más ha contribuido en la creación de empleo. Cito sólo a modo de ejemplo los casos de Rafaela, Mar del Plata, San Juan o San Rafael. No quiero decir que en esos lugares las cosas estén totalmente resueltas, solo que nos están mostrando un camino posible a seguir.
En este contexto, la pregunta que surge es ¿cómo puede una empresa nacional ser competitiva y exitosa en el mercado interno y abrirse a otros mercados, aún en un contexto económico y político tan cambiante?
Algunas respuestas
Más allá de coyunturas complicadas, las empresas nacionales y particularmente las Pymes, demostraron una asombrosa capacidad de adaptación. A partir del alto grado de flexibilidad y espíritu emprendedor, se han profesionalizado, incorporando tecnología y recursos para ser más competitivas y eficientes.
Las inversiones que tanto necesita la Argentina van a ser generadas por las empresas nacionales y las Pymes, un escenario distinto al de décadas pasadas cuando la inversión venía de afuera.
Un factor clave para una pequeña y mediana empresa es saber cuando dar el golpe de timón y modificar el rumbo. Nuestra empresa busca de manera constante la expansión a nuevos mercados y actividades. Tuvimos un balance apropiado para atender el mercado interno y crecer en el exterior. Sin perder el foco en esta actividad, incursionamos en el sector agropecuario, en la construcción y en otras actividades industriales, apostando a un modelo sustentable.
El gran desafío de las Pymes pasa por poder consolidar y expandir su influencia en la actividad económica del país, por insertarse en mercados internacionales, trabajar a mayor escala y evitar las dependencias coyunturales. Pero a pesar de tratarse de un sector muy ágil, el peso que tiene dentro del conjunto sigue siendo menor; del total de empresas exportadoras del país el 95% son Pymes, sin embargo sólo representan el 10% de las ventas totales en dólares.
En los mercados donde se concentra el mayor poder de consumo, las exigencias crecen. Para ser competitivos es necesario trabajar bajo las más estrictas normas de calidad.
La búsqueda permanente de este atributo en cada eslabón de la compañía, sumada al proceso de profesionalización, la incorporación de tecnología, la reinversión de utilidades son algunas de las claves que debemos tener en cuenta a la hora de pensar el crecimiento de la compañía y afrontar los factores internos (esquemas tradicionales de organización, dificultades en el acceso a la tecnología, etc.) y externos (acceso al crédito, elevados costos de transporte, dificultades en la provisión de insumos, etc).
Estas premisas deben convertirse en una filosofía de trabajo para transformar la empresa en una organización más eficiente y competitiva.
El rol del Estado
Más allá de las posibilidades que las empresas tengamos de crear los escenarios más propi cios para nuestros negocios, existen ciertas cuestiones que dependen en gran medida del Estado y son fundamentales para contribuir con el crecimiento de este sector. Resulta clave la seguridad jurídica como base de toda toma de decisión por parte del empresariado además de la generación de condiciones apropiadas para acceder al crédito a plazos extendidos y con tasas competitivas de nivel internacional.
No menos importante es simplificar la política tributaria, su aplicación igualitaria para evitar competencias desleales de aquellos que se mantienen fuera de la economía formal y la eliminación de los impuestos distorsivos que desalientan inversiones y afectan la competitividad.
Por último, deberíamos gestar una política laboral que aliente la generación de empleo genuino; entendiendo que la gestión de las personas es una cuestión clave para el éxito de una empresa.
Las Pymes, pequeños emprendedores y también las grandes empresas, estamos enfrentando el gran desafío de consolidarnos como ejes de una pujante actividad empresarial.
Alguien dijo alguna vez que para poder distribuir riqueza primero hace falta generarla.Todos aspiramos a una sociedad más justa donde desaparezcan las desigualdades y para alcanzar este fin, el rol de las empresas es central. El país necesita un empresariado nacional pujante, dispuesto a invertir y a generar esa riqueza para construir la nación que aspiramos. Pienso que muchos de los que dirigimos estas empresas somos hijos de inmigrantes, trabajamos para cumplir el sueño de nuestros padres, y no podemos resignarnos a convertirnos en padres de emigrantes en un país tan rico como la Argentina.
Por Norberto Taranto. Empresario.
Fuente Diario Clarín