Pasar de los "commodities" a las especializaciones y las marcas requerirá cambios en la cultura empresaria, que deberá fortalecer los controles de calidad, el diseño, la búsqueda de nuevos mercados y la innovación tecnológica. La Argentina tendrá este año un récord exportador. Se estiman exportaciones por aproximadamente US$ 40.500 millones, un aumento de casi el 17% respecto al año 2004. Sin embargo, un análisis más
pormenorizado de los rubros que componen las exportaciones suscita interrogantes y conclusiones menos optimistas. Es cierto que las exportaciones han aumentado, pero su composición ha variado muy poco en los últimos treinta años.
En la canasta de exportaciones argentinas los productos primarios y las manufacturas de origen agropecuario aún representan más del 50% del total (aproximadamente US20.500 millones).
Dichos productos sufren las consecuencias del enraizado proteccionismo que practican las grandes potencias económicas como los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. Los pobres resultados obtenidos la semana pasada en la reunión de la Organización Mundial del Comercio que se celebró en Honk Kong confirman, una vez más, las dificultades que enfrentamos para derribar esas barreras.
Sin duda el crecimiento económico mundial aumenta la demanda por alimentos, pero el proteccionismo de los países más ricos y la sustitución de importaciones promovidas por los países más pobres auguran que nuestras exportaciones agropecuarias seguirán expuestas por muchos años a las influencias adversas de precios internacionales volátiles y a medidas proteccionistas discrecionales.
Respecto a las manufacturas de origen industrial, que representan 30% de las exportaciones (US$ 12.500 millones), en general son commodities industriales (acero, aluminio, químicos, etc.) con bajo valor agregado o son realizadas en el marco de acuerdos de comercio administrado —por ejemplo, el comercio automotor— lo que limita su potencial de crecimiento y su capacidad de fijación de precios.
Finalmente exportamos energía y combustible por US$ 7.000 millones, casi el 18% de las exportaciones totales. La falta de inversiones durante los últimos años y las distorsiones tarifarias acumuladas ya han producido una caída en el volumen de gas exportado (por ahora compensado en las estadísticas por el aumento de precios) y, a partir del año 2007, probablemente dejemos de enviar petróleo para convertirnos en un importador neto.
Desafortunadamente el país no ha sabido, durante las últimas décadas, crear un sector exportador con alto potencial de crecimiento. Otros países como Italia, España, Corea y ahora China supieron aprovechar las extraordinarias oportunidades que ofrecía el comercio internacional para diversificar sus exportaciones. Nosotros seguimos exportando, con algunas notables excepciones (la minería), la misma gama de commodities del pasado. Casi no enviamos al exterior productos de "marca" o diferenciados, donde la demanda internacional crece rápidamente y donde nuestros exportadores tendrían algún grado de control en la fijación de los precios.
La crisis económica de fines de la década de 1980 y la de 2001 generaron precios muy favorables para los sectores exportadores (un dólar alto). Los resultados se han reflejado en aumentos sustanciales en los volúmenes y en la incorporación de nuevos mercados para nuestras exportaciones tradicionales. Pero la canasta de productos apenas se modificó.
La falta de diversificación de nuestras ventas al exterior está íntimamente ligada a la penosa experiencia económica e institucional que vivió el país durante las últimas décadas. En un país inestable y semiestancado, los empresarios se concentran en un horizonte de corto plazo y son renuentes a lanzar nuevos productos, a modernizar sus actividades, a entrenar su personal y a invertir en actividades de investigación y desarrollo, todas estas actividades necesarias para diversificar el perfil exportador. Además, la volatilidad recurrente del tipo de cambio dificulta el planeamiento a mediano plazo que es imprescindible para conquistar los mercados externos.
La diversificación de nuestra canasta exportadora hacia una gama de productos y servicios con mayor valor agregado es un requisito indispensable para consolidar un proceso de progreso económico y social sostenido. Pasar del mundo de los commodities al mundo de las especializaciones y las marcas requerirá cambios importantes en la cultura empresaria que deberá fortalecer los controles de calidad, el diseño, la presentación de los productos, la búsqueda de nuevos mercados y la innovación tecnológica.
Estos esfuerzos no ocurrirán si no reemplazamos el modelo empresario que ha predominado en nuestro país que privilegia la inversión de corto plazo, la obtención de prebendas del Estado y la explotación de nichos monopólicos en el mercado local, por un modelo empresario más innovador.
El desarrollo de un empresariado más innovador requiere estabilidad macroeconómica, menos negocios prebendarios, la creación de un aparato estatal bien organizado, el fortalecimiento de una justicia independiente, una estructura impositiva que favorezca la producción y menos discrecionalidad gubernamental. Sólo así podremos vivir en una Argentina progresista que deje de exportar alambre, aluminio o papel, y en su lugar exporte productos metalúrgicos, estructuras de aluminio y libros.
Por Felipe A. M. de la Balze
Fuente Diario Clarín