La firma rionegrina Invap diseña, construye y vende reactores nucleares, satélites y soluciones para la industria petrolera, entre otros. En 1998, a poco de haber "encendido" el reactor nuclear de investigación más grande de Egipto, Invap recibió una invitación para participar en una licitación internacional para construir otro artefacto de este tipo. El pedido llegaba de Australia, un país con tradición nuclear. Para entonces, la Argentina (por medio de Invap y su incubadora, la Comisión Nacional de Energía Atómica, CNEA) tenía un registro de construcción de dos reactores en suelo propio, dos en Perú, uno en Argelia y el egipcio.
La invitación no sorprendió. Invap era una de las cinco empresas en el mundo que contaba con el saber hacer necesario para el diseño, la construcción, la puesta en marcha, la capacitación del personal y mantenimiento de estos equipos de investigación y producción de radioisótopos para aplicaciones médicas e industriales. Cuatro de ellas fueron seleccionadas para el proyecto de Australia. El gobierno australiano prefirió la propuesta argentina a las de Alemania (Siemens), Francia (Technicatome) y Canadá (AECL). En 2000 se firmó el contrato por US$ 200 millones.
Este año, el reactor y sus partes, construidos en los talleres del Centro Atómico de esta ciudad, fueron embalados en contenedores y, bordeando el imponente lago Nahuel Huapi, partieron camino al aeropuerto de Bariloche. Allí los esperaba un avión Hércules (alquilado a la Fuerza Aérea por US$ 300.000) para iniciar una ruta secreta con 14 escalas durante 10 días rumbo a Australia. Mientras tanto, en Buenos Aires, el gerente general de Invap, Héctor Otheguy, recibía el Premio a la Excelencia Exportadora LA NACION-TCA en la categoría "Exportación tecnológica más innovadora", en julio último.
Invap es una empresa estatal (pertenece a la provincia de Río Negro), pero paga impuestos y cargas sociales como una sociedad anónima. No tiene subsidios: "Vivimos de lo que vendemos.
Si no tenemos proyectos, no entra plata", resume Eduardo Rodríguez Lubary, gerente de Relaciones Comerciales. Esos proyectos se distribuyen en las siguientes áreas: nuclear (reactores de investigación y nucleoeléctricos o de potencia, para la generación de energía), espacial (satélites y el material óptico para el escaneo del territorio), médica (unidades de cobaltoterapia para el tratamiento del cáncer), industria (cabezales para la perforación direccionada de pozos de petróleo, plantas para la liofilización de alimentos y aerogeneradores de energía eólica) y seguridad y defensa (sistemas de radares). "No hacemos productos seriados, sino proyectos puntuales. Nuestros clientes son Estados nacionales. Antes de que compren un reactor nuclear, un radar, un satélite o un equipo para hospitales quieren verlo en funcionamiento. Y por eso necesitamos que el país invierta en estos productos para que luego los podamos exportar", explica Tulio Calderón, gerente de Nuevos Negocios de Invap.
Es el "poder de compra inteligente por parte del Estado nacional" lo que habilita las exportaciones de Invap. La inversión pública de US$ 30 millones para la construcción del primer reactor a fines de los 70 (el RA-6, que aún funciona en Bariloche) permitió que Invap exportara productos similares por más de US$ 400 millones.
No hay muchos negocios en los que la Argentina sea una "marca registrada" y se la reconozca como proveedor confiable, como se da en la exportación de los reactores de Invap. "En la década del 90 se realizaron tres licitaciones internacionales para la construcción de reactores nucleares. Ganamos dos (Australia y Egipto) y quedamos en segundo lugar en la de Tailandia, donde nos ganó una empresa norteamericana", señala Calderón.
El problema del torno
Pese a tercerizar algunos trabajos, Invap tiene sus talleres para procesos críticos en esta ciudad. Allí trabajan 64 técnicos en un turno. "Teníamos tres turnos antes, pero hoy tenemos un problema: no hay gente especializada en Bariloche para el manejo de los tornos. El área metalmecánica sufrió una destrucción de 10 años en el país", cuenta José Búffolo, jefe de Construcciones Mecánicas y Soldadas de Invap. En una sala contigua, trabajando horas extras, dos operarios miden celosamente el calibre de unas piezas que formarán parte de uno de los 18 centros de cobaltoterapia "llave en mano" que se enviarán a Venezuela (un contrato de US$ 53 millones), velando por no exceder un margen máximo tolerado de 0,01 milímetro. "Son egresados de la ENET [Escuela Nacional de Educación Técnica]. Antes de trabajar acá uno era ayudante de mozo y el otro playero en una estación de servicio. Sólo ahora trabajan de lo suyo", confiesa Búffolo.
Uno de los desprendimientos que tuvo la empresa fue Invap Ingeniería SA (IISA), que firmó el mes último un preacuerdo con la provincia de Santa Cruz para desarrollar cuatro aerogeneradores de 1,5 megavatios en tres años, con el objeto de crear un parque eólico de 34 unidades, en Pico Truncado, aprovechando la potencia de los vientos de ese corredor. "La Argentina debe incrementar su capacidad eléctrica: necesita incorporar 800 megavatios nuevos para mantener el crecimiento promedio", indica Hugo Brendstrup, presidente de IISA. La operación total es de US$ 55 millones. Una vez más, la homologación de estos molinos permitirá su exportación.
IISA también desarrolló para la empresa petrolera norteamericana San Antonio-Pride un MWD (siglas que se refieren a measuring while drilling, o medición durante la perforación), una herramienta direccional de exploración, con una computadora en su interior que transmite ondas de presión a través de dos kilómetros de barro. Esta tecnología, ideada y aplicada por los ingenieros de Invap, es fruto de otro desarrollo de la empresa, realizado en el área espacial.
"Tenemos el control de la tecnología", dice, con una sonrisa, Ricardo Sagarzazu, encargado de los laboratorios de la Gerencia de Proyectos Espaciales, ubicados camino al Llao Llao, en Villa Golf, un complejo que por fuera es sólo un conjunto de galpones. Lo que hay en su interior impactó a la misma NASA, que eligió estos laboratorios rodeados de bosques patagónicos para el armado de un satélite que se utilizará en el proyecto Acuarius, para el monitoreo de la salinidad en los océanos, que harán en conjunto la agencia norteamericana con su par argentina, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae).
"Necesitamos un Estado que incube estos proyectos. ¿Cuántas empresas en el mundo se dedican a diseñar y construir reactores, radares, equipos de radioterapia médica y sistemas satelitales? Los negocios que se abren son impresionantes", proyecta Calderón.
Por Emiliano Galli
Fuente Suplemento Comercio Exterior - Diario La Nación