La nación africana está creciendo, por los precios del petróleo y los diamantes. En el 2002, las ventas argentinas llegaron a 81 millones de dólares, el triple que dos años antes. Prometen seguir subiendo. Hasta hace muy poco, hablar de Angola era casi una rareza en la Argentina: apenas había noticias de su largo y cruento conflicto, que durante la Guerra Fría fue alimentado por Washington y Moscú. En Angola, en tanto, la Argentina sólo
se conocía apenas por el Che Guevara. Todavía hay una avenida que cruza Luanda, la capital, que lleva su nombre. Pero, todo esto está cambiando, y hoy es posible que los angoleños estén empezando a asociar a nuestro país con otras cosas más mundanas, como las galletitas o la cerveza.
¿Qué pasó? En el 2002, una ráfaga de ametralladora terminó con la vida del líder guerrillero Jonas Savimbi, y con ello también una terrible guerra que duró 27 años. A partir de entonces, las fuentes de financiamiento del conflicto, el petróleo y los diamantes, pasaron a ser recursos para la paz. Y, así, casi de la noche a la mañana, Angola se convirtió en un destino de negocios para todo el mundo, lo que incluye a muchos argentinos. El año pasado partió la primera misión comercial a Luanda con 15 empresas, 12 de las cuales, terminaron anudando acuerdos. A fin de este mes, parte otra misión.
Estos datos se notan en los números. Según la fundación Exportar, en 1997, los argentinos le vendían a los angoleños apenas 3,98 millones de dólares. En el 2002, las ventas ya habían pegado un salto de 27,95 millones de dólares. Y dos años más tarde, se exportaron casi 81 millones. Jorge do Amaral, presidente de la Cámara Argentino Portuguesa de Comercio, cree que se pueden superar los 100 millones en los próximos años. "Es un mercado de buenas oportunidades", indica. "Pero, de enorme complejidad", agrega el ejecutivo.
Uno de los que han logrado entrar en el país es Ariel Davalli, de Helados Chungo. Hace pocos días, sus productos se empezaron a vender en dos supermercados en Luanda, de dueños sudafricanos. Los angoleños desconocían el gusto del helado de chocolate con almendras enteras o con frutos del bosque, y a pesar del poco tiempo transcurrido, el empresario apuesta al éxito.
Pero, en Angola, las cosas no son tan simples. A pesar de que es un país muy rico, que necesita reconstruir toda su infraestructura (lo que implica gigantescas oportunidades de negocios), la guerra también dejó su herencia atroz: pobreza, campos minados, miles y miles de seres mutilados. A esto, se le agrega una dosis de corrupción, lo que exige un profundo conocimiento de la burocracia para la realización de operaciones comerciales. Por eso, hay que volver y volver a Luanda, donde hoy una cena puede costar carísima: 80 dólares (con vino) por persona. Lo mejor, es ir vía San Pablo y Sudáfrica.
Los que han tenido enorme éxito son los fabricantes de galletitas: el año pasado, el 42,3% de las exportaciones de crackers fue a dar a Angola. El mercado se lo reparten básicamente Arcor y Dilexis. Federico Canisa, de esta última empresa, cuenta que las galletitas salen de la fábrica de San Juan con marcas propias y blancas. "Africa está subabastecida, y es un mercado muy demandante de productos masivos. Hay bastantes argentinos tratando de poner un pie allá", revela.
En Angola hoy se comen fideos argentinos (Molinos, entre otros, han dedicado líneas de producción especiales para exportar al país); toman cerveza (Quilmes compite con la local Kuka) y jugos Baggio. También están estudiando el mercado consultores agrícolas, a la espera de modernizar el campo, desminado mediante. Pero, otro empresario de galletitas, que prefiere no revelar su nombre, dice que no hay que olvidar que se trata de un mercado de condiciones "muy extremas", parecido a Haití. Su compañía dejó de exportar el año pasado, cuando se revaluó la kwanza, la moneda local.
Por Marina Aizen
Fuente Diario Clarín