Existe una política industrial errática y falta de vocación exportadora. La ausencia de una política industrial doméstica no puede ser atribuida a Brasil. Tampoco que el vecino país tenga un mercado cinco veces mayor en población y en el valor de su economía. Menos aún que ocupe el puesto 12 en el ranking internacional. No es culpa de Brasil que haya déficit comercial para la Argentina en el comercio bilateral cuando debería ser lo contrario, dado el mayor consumo brasileño.
No se puede responsabilizar al país vecino porque cuenta con un Banco Nacional de Desenvolvimiento (BNDES), que impulsa o financia inversiones. Y, finalmente, Brasil tampoco puede ser acusada por querer ejercer el liderazgo.
El problema del MERCOSUR no está en Brasil sino en la Argentina. La política económica errática, la falta de un proyecto de industrialización, los vaivenes políticos, la presión de los lobbys empresarios, las reservas de mercado para determinados sectores, la falta de competitividad, la negligencia de sus clases dirigentes son responsabilidades argentinas. Es fácil querer responsabilizar a los demás de los problemas locales, un dilema que América latina arrastra desde la independencia. Las rivalidades entre los gobernantes y grupos de poder de los diversos países del nuevo continente fueron el elemento central de su balcanización. Y siguen prevaleciendo por encima de la necesidad de establecer un mercado común.
Esa balcanización favorece a las grandes potencias. Por supuesto: en muchas oportunidades se explica porque cada país quiere ser el interlocutor privilegiado de esas potencias. Chile tiene un tratado bilateral con EE.UU. y se niega a integrarse plenamente al MERCOSUR. Argentina y Brasil pretenden erigirse en únicos líderes de la región, para poder negociar con EE.UU. en torno al ALCA. Concluyen chocando detrás de ese posicionamientos.
Todos buscan ser el socio preponderante en los diálogos de alto nivel con el hemisferio norte. Al anticipar el regreso de la delegación argentina de la cumbre en Brasilia, a mediados de la semana pasada, la Argentina robusteció la posición de los funcionarios y empresarios brasileños que no quieren rever el MERCOSUR como pretende el gobierno argentino. Así, la Argentina ha quedado en una posición incómoda porque, como señalan los brasileños, la Casa Rosada y Economía deberán optar entre seguir o dejar el MERCOSUR.
En ambos casos, el retroceso es evidente porque incluso en la variante de seguir, el bloque regional está política y económicamente herido y arrinconado.
Si la Argentina no atrae inversiones estando en el MERCOSUR, menos lo logrará si rompe con el bloque regional. Si la Argentina no tiene una política industrial, más difícil la alcanzará si se encierra dentro de sus fronteras o si pretende sustituir el MERCOSUR por el ALCA o por un acuerdo de especiales características con EE.UU.
En lugar de reclamar que Brasil desmantele su estrategia industrial y de inversiones, la Argentina debería preocuparse por elaborar una propia. Pero con mucho cuidado, porque todavía está fresca en la memoria de los argentinos lo que pasó con el BANADE, con ciertas promociones industriales en las provincias, con los créditos incobrables de los bancos oficiales y con las extendidas prebendas de la "patria contratista".
Por Daniel Muchnik
Fuente Diario Clarín