Con tambos propios, La María Pilar fabrica unas 16 variedades para el consumidor extranjero. El debut de exportación fue con una partida a Canadá. Le siguieron Albania y más recientemente el Líbano. Enrique Méndez continúa la tradición de los emprendimientos agropecuarios de su familia, que comenzó a trabajar la hacienda en los campos de Catriló, en La Pampa, en 1926.
Ya en la década del 70, los Méndez pensaron dar un gran salto: pasar de la producción primaria a la industria. "Fuimos la primera empresa argentina en vender carne empaquetada en góndola, directamente al público, en un local que estaba ubicado en Montevideo y Córdoba, en la Capital. Siempre quisimos agregarle valor a la producción primaria", señala Enrique, presidente de La María Pilar Estancias.
En 700 hectáreas
La firma optó por diversificar el negocio de la ganadería de carne hacia la de producción láctea. En 700 hectáreas cultivan girasol, soja, trigo y maíz que destinan a la alimentación de las 2300 vacas, que ordeñan en tres tambos, con un volumen de producción de hasta 50.000 litros de leche por día. Con la materia prima hacen 16 variedades de quesos, muchos de ellos fabricados según los requerimientos de los clientes del exterior.
"Hacemos trajes a medida -cuenta Enrique-. Nos piden que hagamos quesos con determinada cantidad de materia grasa, de tenor de sal o con distintos grados de maduración. Hacemos la muestra y lo mandamos. Si lo aprueban, en 30 días se exporta la mercadería." Tal fue el caso de un pedido recibido de un importador de Albania para quien fabricaron un queso gouda con mayor tenor graso, para adaptarlo mejor al gusto del consumidor. El debut exportador fue con una partida a Canadá. Le siguieron Albania y más recientemente el Líbano.
"Empezamos hace 10 años a pensar en la exportación, cuando instrumentamos los sistemas de rastreabilidad en la producción primaria (del tambo a la fábrica), y luego implementamos los sistemas de trazabilidad (de la fábrica a la góndola), con lo que cualquier consumidor conoce la historia del producto que tiene en las manos. Gracias a esto pudimos habilitar la planta para exportar a Estados Unidos, Canadá y México y en enero recibimos una misión de inspección de la Unión Europea", explica. La idea para 2005 es tener un contenedor por mes arriba de un buque, lo que representaría entre 48.000 y 60.000 dólares mensuales de facturación.
Pero hay un motivo que lentifica la apertura comercial de la firma: el precio de la leche. Este aumentó considerablemente, empujado por el auge exportador del sector lácteo. Además, hay otros factores, comunes a la gran mayoría de las pymes argentinas, como la volatilidad y el alto costo de los fletes marítimos, que complican a las pymes que no exportan asiduamente e impide cerrar precios competitivos, por el un lado, y el reintegro del IVA, que demora no menos de 120 días, por el otro.
El mercado mundial de quesos cuenta con competidores de temer, como Italia, país quesero por excelencia, que explota a la perfección el asociativismo exportador y la defensa de las denominaciones de origen (por ejemplo, el Consorcio del Queso Parmigiano-Reggiano tiene un presupuesto de 18 millones de euros anuales) y Nueva Zelanda, la gran potencia láctea exportadora.
"La Argentina tiene que diferenciarse con productos nicho. Por calidad podemos competir con los principales productores, pero por escala, fletes y costos internos podemos quedarnos afuera", concluye.
Por Emiliano Galli
Fuente Diario La Nación