La portada del Diario El Mercurio, hacía gala de un logro histórico, llamativo para los turistas, pero previsible para el proceso de la economía chilena: Chile cerró el 2004 con 32.000 millones de dólares en exportaciones y vaticinan para el nuevo año más de 35.000. ¿Y esto? En términos relativos es como si vendieran más del doble de lo que conseguimos aquí, en la rivera del Plata. Porque la Argentina, a pesar de la devaluación, con un PBI de más del doble del chileno y una superficie en producción varias veces mayor, con infinidad de alternativas en recursos, cerró el año con 33.000 millones verdes. Si fuéramos un país exportador en serio, debiéramos estar por encima de los 70.000 millones.
Dirían los economistas que Chile tiene cultura exportadora: vende el equivalente a la mitad de su producto bruto nacional (los últimos registros calculan un PBI de unos 75.000 millones de dólares) y expandió sus ventas de una manera explosiva. A mediados de los años ’70, pobre, encerrado en sí mismo y sólo atado al mineral de cobre vendía alrededor de 3.500 millones de dólares. El cambio es profundo: el cobre es ahora menos de un tercio de sus exportaciones y la mitad de ese rubro corresponde a productos manufacturados en la industria chilena (cátodos, por ejemplo). Casi el 60% de la economía chilena se mueve en torno de la relación comercial con el resto del mundo.
Los cuadros de El Mercurio fueron el comentario en la arena de Reñaca, superpoblada este año de mendocinos del Buen Vino: es que Chile vendió vinos finos por 680 millones de dólares y frutas (entre ellas uva en fresco) por otros 850 millones verdes. Nuestro país -básicamente Mendoza, claro- celebra el récord histórico de haber exportado en el 2004 vinos y mosto por unos 300 millones de dólares (con el doble de superficie en viñedos). Para seguirle el ritmo a Chile, Mendoza tendría hoy que estar exportando tres veces más de lo que le vende al mundo. Porque si bien registra exportaciones por 950 millones de dólares, en realidad la mitad es petróleo crudo y combustibles. Midiendo los 450 millones restantes -productos agrícolas o industriales de sus viñas, bodegas, chacras o fábricas- los analistas advierten que “nuestra oferta está muy cerca de su techo”. Falta desarrollo productivo para aspirar a más, dicen.
La devaluación no hace exportadores
Es que, explican, no se es exportador por el empujón efímero de una devaluación o cuando decae la comodidad del mercado interno. Esa condición emerge de una cultura y de una estructura interna preparada para mantener esa conducta con continuidad. Los chilenos lo entendieron y hace unos 20 años que sostienen su estrategia como política de Estado: eso no se toca, así gobiernen militares, doctores de Harvard, democristianos, socialistas o coaliciones.
Además de políticas fiscales, cambiarias y de actualización productiva, los chilenos han utilizado un gran instrumento: la Fundación Pro Chile, su nervio motor exportador. Y ponen lo que hay que poner: tiene un presupuesto acorde con las pretensiones. El año pasado andaba por los 35 millones de dólares operativos, además de los dinerillos para programas especiales de promoción. Tiene 68 oficinas comerciales por el mundo, aparte de sus embajadas (el tema de los negocios reconoce otros métodos, otros protagonistas). Como el Icex, de España, que tiene 82 oficinas propias por el mundo. Aquí en el pago, la Fundación Exportar en la Argentina no debe tener más de 10 millones de dólares de presupuesto y su inserción mundial depende de sus agregadurías diplomáticas. Nuestra Fundación Pro Mendoza, que en 1994 juntó los intereses estatales con los empresarios y ha cumplido un buen ciclo primario, todavía no da el salto cualitativo. Este año, deberá moverse con 2 millones de pesos de presupuesto y no consigue poner en operaciones sus delegaciones en 2 o 3 potenciales mercados. Están en eso, justifican.
Los chilenos -además de su red de 13 delegaciones regionales- ya han cerrado acuerdos bilaterales con Estados Unidos, Europa y con Corea. Hace más de 10 años, vieron venir la expansión asiática y se movieron rápido: hoy es el destino de más del 10% de sus exportaciones. Tranqueras adentro saben que no basta con hacer marketing: hay que tener capacidad de respuesta oportuna. Y trabajan para ello en el Estado, en las empresas, en sus universidades.
¿Depende de los recursos naturales? No necesariamente. ¿Y Japón? Singapur, una especie de isla de piedra de menos de 600 kilómetros cuadrados, exporta e importa por 300.000 millones de dólares (cuatro veces su propio PBI). Su puerto mueve 18 millones de contenedores por año (10 veces lo que mueven Valparaíso o Buenos Aires).
¿Y por casa?
Los exportadores locales estaban furiosos en estos días: Lavagna no les ha dado ni la hora a los que le presentaron el Plan Federal de Exportaciones (a mitad de año, creación de 17 cámaras exportadoras del interior, que suman el 60% de nuestras ventas externas). No es de extrañar: reclamaron replanteo de las retenciones a las exportaciones. Sostienen que "es un contrasentido para un país que debiera promover la conducta exportadora", se quejan). Por cierto, se lamentan de que la performance argentina es pobre y le echan el fardo a la Rosada y al Palacio de Hacienda: con incentivos a la conducta exportadora (sin retenciones, claro) y una política de Estado acorde, deberíamos vender hoy 70.000 millones de dólares, según calculan.
La ministra Montero se quejaba entre amigos en Reñaca -donde pasó unos días con sus hijas- de que las estructuras de Economía y de Cancillería, no atienden con esmero la problemática específica de las economías regionales exportadoras. Precisamente, al día siguiente, tuvo que volverse para correr a Buenos Aires y defender vinos, peras y ajos de algunas picardías brasileñas. Antes, se había ufanado del chequeo de los foros sectoriales en Mendoza y hasta mostró un exhaustivo estudio "con el que estamos definiendo la ubicación de las oficinas de Pro Mendoza en el exterior".
El estudio de los técnicos prioriza la UE2 (Inglaterra, Holanda, Alemania, Bélgica) y Nueva York, pero ella suma a Chile, Brasil, Rusia y Asia, el origen de su profesor chino, que anda dando clases del intrincado mandarín en claustros y empresas y le arrima información a Pro Mendoza.
En fin, lo de Chile, muestra un camino, aquí cerquita... Pero la cuesta es empinada y nosotros estamos lejos: dicen que “de los registros de la Cancillería y en los de Pro Mendoza, ni el 15% de los exportadores muestra continuidad”.
Es que la devaluación no hace exportadores.
Por Gabriel Bustos Herrera
Fuente Diario Los Andes