El balance del Mercosur es positivo, pero su funcionamiento no es satisfactorio. Como unión aduanera imperfecta, está estancado en una etapa de transición y presenta serios problemas de visión compartida, de desnivelación de la cancha de juego y de implementación. Para resolver estos problemas se requiere que los gobiernos (en particular los de Brasil y la Argentina), al más alto nivel político, ejerzan una opción clara de profundizar el Mercosur para alcanzar un mercado único integrado al mundo o reformularlo en zona de libre comercio.
La pregunta relevante es si la Argentina y Brasil van a aprovechar la oportunidad actual para avanzar en la profundización del Mercosur, dada una mayor coincidencia política, mayor estabilidad en la cotización relativa de las monedas, la recuperación de sus economías y de un ambiente externo aún favorable, actuando con hechos y programas a fin de recuperar el terreno perdido en el comercio y la inversión, y restablecer el rumbo y la credibilidad.
En el plano político, las dificultades principales abarcan problemas de visión compartida entre los socios respecto de lo que implica la profundización del Mercosur y de la dirección en la cual hay que avanzar. Hay además obstáculos para renunciar a cuotas de soberanía a favor de políticas e instituciones comunes, y de disciplinas colectivas, en particular en el caso de la mayor economía del bloque, e insuficiente liderazgo para impulsar la profundización del Mercosur.
En tercer lugar, hay problemas importantes en Mercosur por la "desnivelación en la cancha de juego" como resultado de la utilización de incentivos aduaneros, financieros y fiscales a las exportaciones en las ventas intramercosur, incumpliendo lo dispuesto en la Decisión del Consejo Mercado Común (CMC) 10/95, y porque no se ha avanzado en la coordinación macroeconómica y en la armonización de las condiciones de competencia, incluidas las políticas de incentivos a la inversión y exportación.
Por último, los problemas de implementación se originan, en la combinación de una estructura institucional regional débil (basada casi exclusivamente en la cooperación intergubernamental), con problemas de gestión, internalización y cumplimiento de las normas acordadas, como en el caso de la falta de internalización del protocolo de liberalización de servicios y de las cuatro ruedas negociadoras, y de incumplimiento de algunos fallos arbitrales del Tribunal de Solución de Controversias (como el que dispuso la eliminación de una serie de barreras no arancelarias en Brasil).
Para resolver los problemas hay tres opciones:
1) mantener el statu quo;
2) profundizar el Mercosur;
3) reformularlo en una zona de libre comercio. La menos deseable es la primera. No sólo no soluciona los problemas actuales, sino que los agrava la dilución "informal" del Mercosur y la pérdida de credibilidad y cohesión del bloque, lo cual desalienta no sólo el comercio, sino la inversión extranjera directa, en particular en los países de menor tamaño relativo.
La opción más deseable es profundizar el Mercosur en su sentido original: consolidar una integración profunda y abierta al mundo para desde allí negociar la ampliación del acceso a terceros mercados.
Pero si no se acuerda para ello un programa pronto y se lo cumple, entonces probablemente haya que evaluar la opción de reformular el Mercosur en una zona de libre comercio, como un paso intermedio. Es preferible a la opción de mantener el statu quo.
Para que esta opción deseable sea factible, es urgente acordar con Brasil un programa de profundización del Mercosur, sustentarse en metas claras y compromisos factibles de implementación y enfocarse en tres pilares prioritarios:
1) Programa de mercado único con lealtad competitiva, que elimine barreras no arancelarias y distorsiones en el libre comercio intrazona. Esto requiere, en una primera etapa, de un firme disciplinamiento para no utilizar incentivos financieros, fiscales y aduaneros a las exportaciones intrazona y, en una segunda etapa, avanzar en la armonización de las políticas de exportación, de promoción regional de la inversión y de tributación indirecta, en una política común de defensa de la competencia, y en la reforma del AEC;
2) Programa de coordinación y convergencia macroeconómica vinculante (con revisión de las metas formuladas en Florianópolis en 2000, diseño de senderos de convergencia sustentables, que mantenga a Chile como miembro de dicho acuerdo por las ganancias de credibilidad), que sea adoptado como una decisión del Consejo del Mercado Común, para luego ser ratificado por ley por los congresos de cada Estado parte y que contemple, en el mediano plazo, mecanismos de coordinación cambiaria, para apuntar en el largo plazo hacia la moneda común;
3) Programa de fortalecimiento institucional, con pronta puesta en vigencia del Tribunal Arbitral estable previsto en el Protocolo de Olivos para fortalecer el mecanismo para la solución de controversias.
Se necesitarían entre cinco y diez años para implementar acabadamente los programas del mercado único y de coordinación macroeconómica. Aun cuando la Argentina haya retornado a la normalidad desde el punto de vista institucional y esté en recuperación económica, es probable que Brasil no tenga grandes incentivos para avanzar en la coordinación macroeconómica hasta que la Argentina no salga del default.
Por ello, si hay voluntad política de profundizar la integración por parte de Brasil, en el corto plazo se debería avanzar en la implementación del programa del mercado único, poniendo énfasis en el disciplinamiento de los incentivos financieros, fiscales y aduaneros a las exportaciones en las ventas intrazona, en la eliminación de las barreras no arancelarias existentes y en la certidumbre de acceso al mercado ampliado regional.
En la reunión próxima del 17 de diciembre en Ouro Preto, muy probablemente no se formule un programa para profundizar el Mercosur, pero por lo menos no debería desperdiciarse esa oportunidad para sincerarse y decir qué Mercosur estamos dispuestos a construir.
Por Beatriz Nofal
Fuente Diario La Nación